</div> CAPÍTULO 22

Capítulo 21
Traducido por Leidy

Estaba segura de que iba a tener un ataque cardíaco  Raras veces enfermedades mortales nos aquejaban, pero ya que había tenido un resfriado imaginaba que todo era posible.

Todavía no podía respirar.

Me lavé los dientes y me quité los enredos del pelo. Me quedé mirando la obscena cama en medio de la habitación. No podía decidir qué ponerme. ¿O debería no llevar nada? Oh dioses, ¿qué estaba pensando? No era como si fuéramos a tener relaciones sexuales. Y si no íbamos a hacerlo y él me viera acostada en la cama desnuda… eso sería muy, muy incómodo. Tal vez sólo quería pasar más tiempo conmigo. Incluso sin el problemita de Seth, todavía estaba toda la cuestión evidente de que no podíamos de estar juntos.

Pero él tomaría la decisión. Había tenido la decisión en sus manos todo este tiempo.


Me puse una camiseta de dormir y pantalones cortos, y luego me dirigí hacia la cama. Entonces miré mis brazos. A la luz de la luna que entraba por la ventana, pude ver la piel desigual, irregular. Aiden no quería ver eso. Así que me cambié rápidamente, poniéndome una camiseta delgada de manga larga. Apunté todos los botones. Entonces salté en la cama, me puse las mantas hasta la barbilla y esperé.

Hubo un suave golpe en la puerta unos minutos más tarde. “Pasa.” Me estremecí por la forma en que sonó mi voz.

Aiden entró cerrando la puerta detrás de él. Se había cambiado, también, a un par de pantalones oscuros de dormir y una camiseta gris que dejaba ver sus musculosos brazos. Tragué saliva nerviosamente y deseé que mi corazón redujera la velocidad antes de que me desmayara.

Él me miró y se puso rígido. La habitación estaba demasiado ensombrecida para ver su expresión, y me hubiera gustado porque podría haber tratado de averiguar qué estaba pensando. Sin palabras, se dirigió a las ventanas primero y cerró las persianas. La habitación estaba en la oscuridad más absoluta, y mis dedos se clavaron en el edredón. Escuché ruidos alrededor de la habitación, y luego vi lo que parecía un suave resplandor. Aiden trajo una vela a la cama, poniéndola sobre una pequeña mesa. Me miró, su expresión suavizada por la luz de la vela. Sonrió.

Empecé a relajarme, la suave manta soltándose de mis dedos.

Cuidadosamente, sacó la colcha de su lado y se metió adentro, ni una sola vez rompiendo el contacto visual. “¿Alex?”

“¿Sí?”

Seguía sonriendo. “Relájate. Sólo quiero estar aquí contigo… si eso está bien, ¿de acuerdo?”

“Está bien”, le susurré.

“Bien, porque realmente no quiero estar en ningún otro lugar”.

Oh, el calor que inundó mi pecho podría haberme hecho flotar hasta las estrellas. Lo vi acostarse a mi lado. Mi mirada se precipitó hacia la puerta cerrada a pesar de que sabía que Deacon no estaba cerca de nosotros. Y no era como si ya no sospechara algo. O como si le importara. Me mordí el labio, dándole un rápido vistazo a Aiden. El mentón apuntaba hacia arriba y sus ojos ardían de un color plata, brillante e intenso. No podía apartar la mirada.

Aiden respiró profundamente, y levanto el brazo más cercano a mí. “¿Vienes?”

Mi corazón se desbocó, y me moví hasta que mi pierna tocó la suya. Su brazo se acercó, envolviéndose alrededor de mi cintura. Me guió hacia abajo para que me acurrucara contra él, mi mejilla en su pecho.

Podía sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío. Nos quedamos en silencio poco tiempo, y en esos minutos, fue como estar en el paraíso. El simple placer de estar a su lado se sentía tan bien que realmente no podía ser algo malo.

Aiden puso su otro brazo sobre mí, ahuecando mi mejilla en su mano. Su pulgar acarició mi mandíbula. “Siento lo de ese día en el gimnasio. Por lo que dije, por lo mucho que te dolió. Creí que estaba haciendo lo correcto.”

“Lo entiendo, Aiden. Está bien.”

“No está bien. Te hice daño. Sé que lo hice. Quiero que sepas por qué hice eso,” dijo. “Después de que me dijiste lo que sentías en el zoológico… se… se rompió mi autocontrol.” No parecía de esa manera, pensé mientras continuaba. “Sabía que ya no podía estar cerca de ti, porque sabía que te tocaría y no podría detenerme.”

Me levanté con la mirada fija en él y abrí la boca para decir algo que probablemente habría arruinado el momento, pero no tuve la oportunidad. La mano de Aiden encontró mi nuca y me tiró hacia abajo. Sus labios se encontraron con los míos, y al igual que todas las veces anteriores, había algo indefinible pasando a través de nosotros. Hizo un sonido contra mis labios, besándome duro y luego más y más fuerte.

Se echó hacia atrás lo suficiente para que sus labios rozaran los míos cuando habló. “No puedo seguir fingiendo que no quiero esto… Que no te quiero. No puedo. No después de lo que te pasó. Pensé… Pensé que te había perdido, Alex, para siempre. Y lo habría perdido todo. Tú eres mi todo.”

Muchas emociones se elevaron en mí al mismo tiempo… Temor, esperanza y amor. Tanto amor que todo lo que estaba fuera de nosotros desapareció en ese instante. “Esto… esto es lo que has estado tratando de decirme”.

“Es lo que siempre he querido decirte, Alex.” Se sentó, arrastrándome con él. “Siempre he querido esto contigo”.

Deslicé mis manos en sus mejillas, encontrando su ardiente mirada con la mía. “Siempre te he amado”.

Aiden hizo un sonido estrangulado y sus labios estaban en los míos de nuevo. Su mano estaba enterrada en mi cabello, manteniéndome quieta. “Esta no era mi intención… al venir aquí.”

“Lo sé.” Mis labios rozaban los suyos mientras hablaba. “Lo sé.”

Cuando me besó de nuevo, bajó su mano por mi espalda. El corazón me latió contra las costillas cuando sus dedos dejaron mi rostro y viajaron hacia abajo. Se levantó justo lo suficiente para quitarse la camisa y arrojarla a un lado. Mis manos se extendieron a través de cada dura ondulación y lo besé hasta que su pecho se movió bajo mis labios y susurró mi nombre casi como una súplica. Agarró mis brazos y volvió a mis labios.

Me salí de su agarre y levanté mis brazos sin decir nada. Él obedeció la orden silenciosa y arrojó a un lado la camisa.

Sin previo aviso, estaba de espaldas, mirándolo. Sus manos se deslizaron sobre mi piel desnuda mientras sus labios se sumergieron en mi garganta y sobre la curva de mi hombro.

Besó cada cicatriz con ternura, y cuando llegó a la cicatriz que la hoja de Linard había dejado, se estremeció.

Mis dedos se enredaron a través de su cabello como sosteniéndolo contra mí. Sus besos me hacían cosas locas, extrañas y maravillosas. Susurré su nombre una y otra vez como en una especie de oración desvariada. Y entonces estaba moviéndome contra él, guiada por un instinto primitivo que me decía qué hacer. El resto de nuestras ropas terminó en una pila en el suelo. En el momento en que nuestros cuerpos estaban a ras uno con el otro, un sentido salvaje se apoderó de mí.

Nuestros besos se profundizaron, su lengua se apoderó de la mía, y me mecí contra él. Todo esto era maravilloso, exquisitamente placentero. Aiden dejó besos por toda mi piel ruborizada. Estaba perdida en sensaciones embriagadoras, completamente desprevenida. Esto podía no haber sido lo que pretendíamos, pero esto… esto estaba sucediendo.

Aiden levantó la cabeza. “¿Estás segura?”

“Sí”, le susurré. “Nunca he estado más segura”.

Su mano tembló contra mi rostro ruborizado. “¿Te pusiste…?”

Estaba preguntando si me había puesto mi inyección… el control de la natalidad que el Concejo ordenaba para todas las hembras Mestizas. Asentí con la cabeza.

Los ojos plateados brillaron. Su mano temblaba contra mi mejilla y sus ojos vagaron sobre mí. Mi renovada valentía casi desapareció bajo su mirada escrutiñadora. De alguna manera sintiendo mi nerviosismo, su beso fue suave y dulce. Fue muy paciente y perfecto, desapareciendo la timidez hasta que me envolví alrededor de él.

Sentí que él estaba al borde del pánico por el conocimiento de que no había forma de volver atrás, de no había forma de detenerse esta vez. Con un beso demoledor que me dejó temblando, su mano vagó con gran lujo de detalles. Sus besos siguieron el mismo patrón y cuando se detuvo, sus ojos suplicaron permiso. Ese momento simple, ese pequeño acto trajo lágrimas a mis ojos.

No podía… no quería negarle nada.

Aiden estaba en todas partes… en cada toque, en cada suave gemido. Cuando pensaba que no podía aguantar más, que sin duda me rompería, él estaba allí para demostrarme que podía aún más. Cuando sus labios descendían sobre los míos otra vez, lo hacían con un dejo febril.

“Te amo,” susurró. “Te he amado desde la noche en Atlanta. Siempre lo haré.”

Jadeé contra su piel. “Te amo”.

Él se rompió. Sea cual fuera el control que tenía estaba envuelto a su alrededor finalmente se escapó. Me deleité en ello, en la simplicidad pura de estar en sus brazos y saber que sentía la misma intensa locura que yo. Se apoyó en su antebrazo mientras sus besos tomaban el mismo sentido de urgencia que yo sentía y levantó la boca para susurrar algo en un hermoso idioma que no entendí. Yo estaba casi sobre el borde, corriendo hacia un final glorioso.

Estábamos rodeados por nuestro amor del uno por el otro. Se convirtió en algo tangible, algo que electrizó el aire a nuestro alrededor hasta que estuve segura de que ambos nos incendiaríamos bajo su poder. Luego, en un momento sin sentido de pura belleza, no éramos un mestizo y un pura sangre, éramos simplemente dos personas locas y profundamente enamoradas.

Éramos uno.

Me desperté un poco más tarde, escondida en los brazos de Aiden. La vela aún parpadeaba junto a la cama. La manta se había enredado en mis piernas, y el edredón estaba en el suelo. Me di cuenta de que había estado más o menos usándolo como almohada. Levanté la cabeza y supe que nunca podría cansarme de mirarlo.

Su pecho subía uniformemente bajo mis manos. Se veía tan joven y relajado mientras dormía. Cerradas ondas oscuras caían sobre su frente y sus labios estaban separados. Me agaché y puse un suave beso en esos labios.

Sus brazos se tensaron inmediatamente, traicionando que no estaba tan profundamente dormido como yo pensaba. Sonreí al ser atrapada. “Hola.”

Los ojos de Aiden se abrieron. “¿Cuánto tiempo has estado mirándome?”

“No mucho.”

“Conociéndote,” dijo arrastrando las palabras perezosamente, “has estado mirándome desde que me quedé dormido”.

“Eso no es cierto.” Me reí.

“Ajá, ven aquí.” Me recostó. Mi nariz rozó la suya. “No estas lo suficientemente cerca”.

Me moví más cerca. Mi pierna estaba envuelta en torno suyo. “¿Ahora sí?”

“Déjame ver”. Sus manos se deslizaron por mi espalda y descansaron sobre la curva de mi cintura con la más mínima presión. “Ah, así está mejor,” dijo.

Me sonrojé. “Sí… sí, es cierto.”

Aiden sonrió de una forma lobuna y un malvado brillo llenó sus ojos de plata. Debí haber sabido en ese momento que estaba planeando algo, pero este lado de Aiden… este lado juguetón y sensual era desconocido para mí. Su mano se deslizó hacia abajo, provocando un jadeo satisfecho de sorpresa. Se sentó en un movimiento fluido, rápido y me encontré inesperadamente en su regazo.

No tuve ni un segundo para pensar. Aiden me besó, esparciendo todos mis pensamientos o respuestas. La sabana se deslizó y me derretí contra él. Fue bastante tiempo después, cuando el sol estaba a punto de levantarse y la vela hacía tiempo se había terminado, que Aiden me despertó con suavidad.

“Alex,” rozó sus labios sobre mi frente.

Abrí los ojos, sonriendo. “Todavía estás aquí.”

Su mano acarició mi mejilla. “¿Qué otra cosa podría hacer?” Luego me besó, y los dedos de mis pies se curvaron. “¿Creíste que me iría sin más?”

Me maravillaba el hecho de que podía pasar mi mano por su brazo sin que se alejara. “No. No lo sé, la verdad.”

Frunció el ceño mientras trazaba la forma de mi pómulo. “¿Qué quieres decir?”

Me acurruqué más cerca de él. “¿Qué… que pasara ahora?”

Su mirada se llenó de entendimiento. “No lo sé, Alex. Tenemos que ser cuidadosos. No va a ser fácil, pero… algo se nos ocurrirá.”

Mi corazón dio un vuelco.

Esta relación iba a ser prácticamente imposible en cualquier lugar al que quisiéramos ir, pero no podía evitar la esperanza que crecía en mi interior o las lágrimas en mis ojos. ¿Estaba mal desear un milagro? Porque eso es lo que necesitaríamos para que esto funcionara.

“Oh, Alex.” Me tomó en sus brazos, sosteniéndome con fuerza contra él. Enterré mi cara en el espacio entre su cuello y el hombro, inhalando profundamente. “Lo que hicimos… es la mejor cosa que he hecho nunca y no fue solo una aventura”.

“Lo sé”, murmuré.

“Y yo no voy a dejarte ir… no porque una estúpida ley que dice que no podemos estar juntos.”

Palabras peligrosas, pero me derretí por ellas. Puse mis brazos a su alrededor, tratando de mantener los viejos miedos y preocupaciones a raya. Aiden estaba tomando un gran riesgo al estar conmigo… yo también, y no podía negar nuestros sentimientos por lo que les pasó a Héctor y Keila. Ese miedo no era justo para Aiden ni para mí.

Aiden se puso boca arriba, poniéndome su lado. “Y no voy a perderte por Seth”.

Me quedé sin respiración. De alguna manera estaba tan perdida en Aiden que me había olvidado por completo lo inolvidable: el hecho de que despertaría en dos semanas y todas las consecuencias que eso acarreaba. El miedo supo a sangre en la parte de atrás de mi garganta. ¿Y si eso cambiaba lo que sentía por Aiden?

Mierda. ¿Y si el vínculo transformaba esos sentimientos en sentimientos por Seth?

¿Y cómo demonios me había olvidado de Seth en primer lugar? ‘Ojos que no ven, corazón que no siente’ no era una buena justificación. La cosa era que sí me preocupaba por Seth… mucho. Una parte de mí aún lo amaba, a pesar de que quería hacerle daño la mayor parte del tiempo. Pero mi amor por Seth no era nada como lo que sentía por Aiden. No me consumía, no me daban ganas de hacer locuras, ser imprudente, y al mismo tiempo, ser más prudente y más cautelosa. Mi corazón, mi cuerpo no respondían de la misma manera.

La mano de Aiden rozaba mi brazo.

“Sé lo que estás pensando, agapi mou, zoi mou”.

Tomé una respiración profunda. “¿Qué significa eso?”

“Significa, ‘mi amor, mi vida’.”

Apreté los ojos para no dejar correr las lágrimas al recordar la primera vez que me había dicho ‘agapi mou’. Dioses, Aiden no había mentido. Me había amado desde el principio. Saberlo me llenó de firme determinación. Me levanté y lo miré fijamente.

Él sonrió, y mi corazón dio un vuelco. Metió mi cabello detrás mi oído. Dejo ahí su mano. “¿Qué estás pensando ahora?”

“Podemos hacer esto.” Me incliné y lo besé. “Vamos a hacerlo, maldita sea.”

Su brazo rodeó mi cintura. “Lo sé”.

“Dioses, sé que esto suena muy raro así que por favor no te rías de mí.” Sonreí. “Pero he estado… aterrorizada de Despertar, de perderme a mí misma. Pero… pero ya no lo estoy. No voy a perderme, porque… bueno, porque lo que siento por ti no me dejara olvidar quién soy.”

“Nunca te dejaría olvidar quién eres,” dijo.

Mi sonrisa se extendió. “Dioses, estamos locos. Ya lo sabes, ¿verdad?”

Aiden se echó a reír. “Creo que somos buenos siendo locos, sin embargo”

Nos quedamos abrazados más de lo que debíamos. Estaba reacia a dejarlo ir y creo que él lo estaba también. Rodando de lado, lo vi ponerse su ropa. Sonrió cuando me pilló. Moví mis cejas. “¿Qué? Es una bonita vista”.

“Pervertida”, dijo, sentado a mi lado. Su mano se deslizó sobre mi cadera. Había algo feroz en su mirada. “Lograremos esto”.

Me acurruqué más cerca de él, deseando que no tuviera que irse. “Lo sé”.

Aiden me besó una vez más y susurró, “Agapi mou“.

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