Covenant #3: Deity, de Jennifer Armentrout. CAPÍTULO 24 en español.
</div> CAPÍTULO 24
Había fantaseado tantas veces sobre cómo sería estar en una relación con Aiden. Había habido días, no hace mucho tiempo, en los que habría eliminado esos sueños de mi cabeza por parecer tan imposibles, pero por una semana viví esa fantasía al máximo. Robábamos tantos momentos a solas como podíamos, llenándolos con besos profundos y risas bajas. Y planes, incluso hicimos planes. O al menos tratamos de hacerlos.
Hoy no era diferente
Pero no todo era diversión. Mientras pasaban los días y sabía que se acercaba el regreso de Seth, una energía ansiosa crecía en mi interior. También había una pizca de culpa hundida en lo más profundo. A veces, cuando pensaba en él, recordaba esos destellos de vulnerabilidad que había mostrado en las Catskills y el día después de que me habían dado el brebaje. Seth era muchas cosas, casi un completo enigma a veces, pero bajo todo eso era un chico… al que le importaba y se preocupaba por mí, tal vez más de lo que yo lo hacía por él. Quizás no, pero no quería herirlo.
Me moví en el sofá junto a Aiden tratando de sacudir la oscura nube que repentinamente se había asentado sobre mí. Hablar con Seth no sería fácil, pero de nuevo, no tenía idea de cómo respondería. Él había estado con Boobs… así que tal vez no sería tan difícil.
“Así que dime,” continuó Aiden perezosamente, arrastrándome hacia el presente, hacia él, “¿dónde estaba ese lugar de nuevo?” Pasó sus dedos sobre mi estómago.
“No”, mis ojos se cerraron mientras mi corazón saltaba y ligeros escalofríos atravesaban mi cuerpo.
“¿Aquí?”, sus dedos danzaron sobre mis costillas.
Más allá de las palabras, negué con la cabeza.
“¿Dónde estaba ese lugar?”, sus ágiles dedos saltaron por mi barriga y por mi costado.
Mantuve mi boca cerrada pero mi cuerpo se sacudía mientras intenta contener mi reacción natural. “¡Ajá! ¿Es este?” Incrementó la presión ligeramente.
Yo me retorcía pero él era implacable. Se rió cuando traté de empujarlo y me habría caído al suelo si no fuera por su rápido movimiento.
“¡Detente!”, jadeé entre ataques de risa, “no puedo soportarlo.”
“Está bien, tal vez debería ser agradable.” Aiden me devolvió a su lado y se inclinó sobre mí. Agarró un mechón de mi pelo y lo enredó entre sus dos dedos.
“De cualquier manera, de regreso a la cuestión. ¿Que otro lugar aparte de nueva Orleans?”
Deslicé mi mano por su brazo, amando la manera en que sus músculos parecían apretarse bajo la piel que yo tocaba. “¿Qué tal Nevada? No hay Covenants cerca, lo más cerca que hay es la Universidad.”
Se inclinó hacia abajo, deslizando sus labios por mi mejilla. “¿Estás sugiriendo Las Vegas?”
Puse mi cara más inocente.
“Bueno, habrá un montón de Daimons desde que a ustedes los puros les gusta festear ahí, pero realmente no habrá ningún tipo de establecimiento Hematoi.”
“¿Primero Nueva Orleans y ahora Las Vegas?” Él deslizó sus labios de regreso y sus dedos inclinaron mi cabeza hacia atrás. “Estoy empezando a ver un patrón aquí.”
“No lo sé”, mi respiración se atoró mientras el presionaba hacia abajo. ”Tal vez no puedes soportar Las Vegas.”
Aiden sonrió. “Me encantan los retos.”
Me reí pero todo el humor escapó en cuanto sus labios tocaron los míos de nuevo. Podría besarlo para siempre. Eran besos gentiles al principio, suaves e interrogadores. Mis dedos se hundieron en su pelo atrayéndolo más cerca y el beso se profundizó. Me moví y envolví mis brazos a su alrededor, queriendo ser capaz de pausar el tiempo y poder estar aquí para siempre, sintiendo su cuerpo amoldarse al mío, moldeándonos juntos. Me congelé contra él.
La sensación deslizándose por mi espalda era inconfundible, las tres runas que habían estado dormidas desde que Seth se fue despertaron en venganza, quemando y hormigueando. La conexión volvió a la vida, respondiendo a su otra mitad.
Sus labios se movieron hacia abajo por mi cuello hacia mi clavícula. “¿Qué pasa?”
No había botón de pausa para el tiempo. Maldita sea.
“Seth está aquí, justo afuera.”
Aiden levantó su cabeza. “¿En serio?”
Asentí rígidamente.
Él juró por lo bajo y comencé a levantarme pero levantó su mano.
“Déjame revisar esto primero, Alex.”
“Aiden…”
Descendiendo, atrapó mis hombros y me besó hasta que casi olvidé la manera en que la conexión se movía en la punta de mi estómago.
“Sólo déjame revisarlo, ¿de acuerdo?”, susurró.
Asentí y lo vi atravesar la puerta. Con una rápida sonrisa tranquilizadora dejó el cuarto. Probablemente era una buena idea que él fuera a recibir a Seth. Necesitaba unos pequeños momentos a solas para reordenarme después de ese último beso.
Energía nerviosa me atravesó y la conexión se contoneó feliz. Agitada, me puse de pie en un minuto y crucé la habitación. Seth estaba cerca, lo sabía en lo más profundo de mis huesos. Me detuve frente a la puerta y contuve el aliento.
Estaban en el vestíbulo, solos y por supuesto, ya discutiendo. Rodé mis ojos.
“¿Piensas que no lo sé?,” oí decir a Seth con presunción. “¿Que no lo he sabido todo el tiempo desde que me fui?”
“¿Saber qué?”, Aiden sonaba sorprendentemente calmado.
Seth se rió suavemente. “Puede que ella esté contigo ahora pero es solo un momento el gran esquema de las cosas y los momentos terminan, Aiden. El tuyo lo hará también.”
Quería abrir la puerta y decirle a Seth que se callara.
“Suena como algo escrito atrás de una retorcida tarjeta de Hallmark[1]”, replicó Aiden, “pero tal vez tu tiempo ya se ha acabado.”
Hubo un momento de silencio y pude imaginármelos a ambos. Aiden estaría mirando fríamente a Seth, quien estaría sonriendo arrogante y disfrutando secretamente toda la confrontación. A veces quería golpearlos a ambos.
“Eso realmente no importa”, dijo Seth. “Eso es lo que no entiendes: ella puede amarte y aun así no importa. Nosotros nos pertenecemos, está destinado. Ten tus momentos, Aiden, porque al final realmente no significan una condenada cosa.”
Eso era todo. Abrí la puerta e irrumpí en el vestíbulo. Ninguno de ellos se volvió y yo sabía que me habían oído entrar en la habitación. Más allá de ellos podía ver la sombra de los Guardias a través de las pequeñas ventanas, uno a cada lado de la puerta.
“¿De verdad crees eso?”, Aiden ladeó su cabeza. “Si es así eres un idiota.”
Seth sonrió. “Yo no soy el tonto aquí, puro. Ella no te pertenece.”
“Ella no le pertenece a nadie”, gruñó Aiden mientras sus manos se flexionaban en sus caderas, donde normalmente colgaban sus dagas.
“Debatible”, dijo Seth, tan despacio que no estaba segura de haberlo oído correctamente.
Me paré entre los dos idiotas antes de que alguno causara daños.
“No soy tuya, Seth.”
Seth finalmente me miró, sus ojos eran frío ámbar. “Necesitamos hablar.”
Lo necesitábamos. Miré al puro furioso a mi lado. Esto no iba a ser bonito.
“En privado”, agregó Seth.
“¿Que podrías necesitar decirle que no puedes decir frente a mí?”, preguntó Aiden.
“Aiden”, gruñí. “Lo prometiste, ¿recuerdas?”. No necesitaba decir nada más, Aiden lo sabía. “Necesito hablar con él.”
“Nada le va a pasar. No mientras esté conmigo.”
Me di la vuelta. “Sólo déjame agarrar mi abrigo. Traten de no matarse.”
“No puedo prometer nada,” Seth sonrió.
Agarrando mi abrigo de atrás del sofá, rápidamente me lo puse y volví al vestíbulo. Los dioses sabían que un segundo de esos dos a solas era un segundo demasiado largo. Le di a Aiden una mirada significativa mientras seguía a Seth hacia la puerta de en frente. No parecía muy feliz pero asintió.
La brutal temperatura me quitó el aliento mientras salía. Era incapaz de recordar cuando había sentido este frío en Carolina del Norte. Seth solo vestía una camiseta térmica y nada más. Me preguntaba si recibiría acolchado climático una vez Despertara.
Los Guardias inmediatamente dieron un paso al lado revelando el fuerte sol de invierno que iluminaba las tranquilas aguas. Al principio me asombré pero luego recordé de quién eran esos Guardias: de Lucian.
Aiden se movía intranquilo, sus manos se abrían y cerraban a sus costados.
Seth le dio una fingida mirada de simpatía. “No te veas tan contento, Aiden.”
Pateé a Seth en la espinilla.
“¡Auch!”, siseó fulminándome con la mirada. “Patear no es agradable.”
“Contrariar a la gente no es agradable”, disparé de vuelta.
Aiden suspiró. “Tienen 20 minutos. Luego saldré a buscarlos.”
Bajando las escaleras, Seth se inclinó ante Aiden y se giró. El viento atrapó y revolvió su pelo. A veces olvidaba cuan… hermoso era Seth. Podría ganarle a Apolo. Ambos tenían este tipo de fría belleza que no parecía real: perfecta, lejana y cercana al mismo tiempo.
Caí en un escalón junto a él, metiendo las manos en el bolsillo central de mi saco.
“No esperaba que regresaras tan pronto.”
Seth arqueó una ceja dorada. “¿En serio? No me sorprende.”
Mis mejillas se sonrojaron. No había manera de que él supiera lo que había ocurrido entre Aiden y yo. El lazo no funcionaba a tantas millas. Tomando una profunda respiración me preparé:
“Seth tengo que…”
“Ya lo sé, Alex.”
“¿Qué?”, me detuve alejando mi pelo de mi cara. “¿Sabes qué?”
Él me encaró y se inclinó hacia mí, su cara a solo centímetros de la mía. El lazo se volvió loco dentro de mí, pero era manejable… mientras no me tocara. Oh, dioses, esto no iba a ser fácil.
“Lo sé todo.”
“’Todo’ puede significar un montón de cosas”, me encogí de hombros, bizqueando contra su dura mirada. “¿Qué es exactamente lo que sabes?”
Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa. “Bien, veamos, se acerca de eso”, gesticuló hacia la casa Saint Delphi. “Sabía que iba a pasar.”
Sentí frio y calor a la vez. “Seth, realmente lo siento. No quería herirte.”
Me miró fijamente un momento y luego se rió. “¿Herirme? Alex, siempre he sabido lo que sientes por él.”
Está bien. Debía estar drogada con Crack cuando pensé que había visto vulnerabilidad en Seth. Tonta de mí: él era el chico sin sentimientos, pero incluso para la arrogante y molesta versión de Seth estaba tomándose esto sorpresivamente bien. Demasiado bien.
Mis sospechas surgieron. “¿Por qué estás tan relajado?”
“¿Debería estar molesto? ¿Eso es lo que quieres?”, ladeó la cabeza y sus cejas se alzaron. “¿Quieres que este celoso? ¿Eso es lo que hace falta?”
“¡No!”, sentí mi rostro sonrojarse otra vez. “Yo solamente no esperaba que te lo tomaras tan bien.”
Lo miré y luego un pensamiento me golpeó. “¿No vas a entregarlo, verdad?”
Seth sacudió su cabeza lentamente. “¿Cómo me beneficiaria? Estarías en servitud bajo el elixir.”
Y no Despertaría, a lo que parecía reducirse todo y era lo suficientemente madura para admitirlo. Me preguntaba que molestaría más a Seth: mi vida siendo virtualmente acabada o que no Despertara. Desvié la mirada y me mordí mi labio.
“Seth, averigüé algunas cosas mientras tú no estabas.”
“También yo lo hice”, respondió sin inflexiones en la voz.
Eso era críptico. “Tenías que saber sobre la orden y cómo se crea un Apollyon.”
Su expresión no cambió. “¿A qué viene eso?”
Empecé a frustrarme. “Una vez dijiste que cuando Despertaste supiste todo acerca de los Apollyons previos. Uno de ellos tendría que saber sobre la Orden y sobre cómo nacen. ¿Por qué no me lo dijiste?”
Seth suspiró. “Alex, no te lo dije porque no le vi el punto.”
“¿Cómo pudiste no verle el punto después de lo que me pasó en Nueva York? Si me hubieras dicho sobre la Orden habría estado mejor preparada.”
Desvió la mirada, apretando los labios.
“Y te pregunte mientras estábamos allí si sabías qué significaba ese símbolo,” furia y mucha decepción me abordaron. Ni siquiera traté de escudar mis emociones, “dijiste que no lo sabías. Cuando te pregunté qué pasaba cuando un puro y un mestizo se mezclaban, dijiste que suponías que tu padre era humano. Sabías la verdad. Lo que no entiendo es por qué no me lo dijiste.”
“Me dijeron que no lo hiciera.”
“¿Qué?”, Seth empezó a caminar y me apuré para alcanzarlo. “¿Quién te ordenó que no me lo dijeras?”
Miró fijamente la playa. “¿Importa?”
“¡Si!”, yo prácticamente gritaba. “Sí importa. ¿Cómo podemos tener algo si no confío en ti?”
Sus cejas se elevaron. “¿Qué tenemos exactamente, Alex? Recuerdo haberte dicho que podías elegir. No recuerdo haber pedido nombres[2] o expectativas.”
También lo recordaba. La noche en la piscina parecía haber ocurrido siglos atrás. Parte de mi extrañaba a ese Seth juguetón.
“Y tú hiciste tu elección”, continuó Seth suavemente. “Hiciste tu elección incluso cuando dijiste haberme elegido a mí.”
También recordaba esa rápida mirada satisfecha cuando le dije que lo elegía. Sacudiendo mi cabeza busqué algo que decir. “Seth, yo…”
“No quiero hablar sobre esto”, se detuvo donde la arena chocaba con el pavimento. Se inclinó y paso sus nudillos por mi mejilla. Retrocedí, sorprendida por el contacto y el choque eléctrico que lo siguió. Seth bajó su mano mirando a las trasteras de las pequeñas tiendas alineadas en el camino.
“¿Algo más sobre lo que quieras hablar?”
No había respondido la maldita pregunta pero sí tenía otra. “¿Viste a mi padre, Seth?”
“No”, encontró mi mirada.
“¿Lo buscaste, siquiera?”
“Sí. Alex, no pude encontrarlo. Eso no significa que no estuviera ahí.” Empujó hacia atrás los cortos mechones que se habían escapado. “De todos modos, te traje un regalo.”
No estaba segura de haberlo oído bien, pero lo repitió y mi corazón se hundió. “Seth, no deberías haberme comprado nada.”
“Cambiarás de opinión cuando lo veas”, una pequeña sonrisa tiró de sus labios. “Créeme, este es un regalo de los que se reciben una vez en la vida.”
Grandioso. Esto me hacía sentir mejor. Si me traía el diamante de la esperanza iba a vomitar. Él y yo nunca estuvimos en una relación, pero la culpa aun retorcía mis entrañas. Cuando lo miraba, veía a Aiden y cuando Seth me tocaba, sentía a Aiden. Lo peor de todo era que Seth lo sabía.
“Alex, sólo ven.”
“Está bien”, inhalé profundo y luego presioné mis labios juntos. El viento que golpeaba desde el océano era extremadamente frio y me estremecí en mi abrigo “¿Por qué diablos hace tanto frío? Nunca suele ser tan frío aquí.”
“Los dioses están enojados”, dijo Seth y luego se rió.
Lo fulminé con la mirada.
Seth se encogió de hombros. “Están poniendo toda su atención en este pequeño trozo de mundo. Es por nosotros, lo sabes. Los dioses saben que viene el cambio.”
“A veces realmente me asustas.”
Él se rió.
Le hice una mueca. Caminamos en silencio después de eso. Esperaba que camináramos hacia la isla controlada del Covenant y cuando no lo hicimos pensé que nos dirigíamos a la casa de Lucian, pero él me guio derecho a la ciudad y hacia la Corte, que era usada por miembros del Concejo.
“¿Mi regalo está en la Corte?”
“Sí.”
Honestamente nunca sabía qué esperar de Seth. Incluso con el lazo, no tenía ni idea de lo que se le pasaba por la cabeza la mitad del tiempo.
El número normal de Guardias del Concejo estaba de pie dentro de la Corte, escondidos de los turistas mortales. Tras ellos, los Guardias de Lucian bloqueaban la puerta. Se hicieron a un lado, abriéndola para nosotros.
Me sobresalté. Sabía hacia dónde llevaban esa puerta y escalera. “¿Por qué estamos bajando a las celdas, Seth?
“Porque voy a encerrarte y a actuar como un bicho raro.”
Puse los ojos en blanco.
Tomando mi codo me guió hacia adelante. Bajamos. Mis ojos se ajustaron a la oscuridad del lugar. Viejas tablas crujían bajo nuestros pies. Las celdas no estaban bajo tierra; en realidad estaban en el primer piso. La entrada principal daba al segundo piso, pero aun así se sentía como si estuviéramos caminando a algún hundido y oscuro lugar.
Una luz tenue iluminaba el pasillo. Sobre el hombro de Seth pude distinguir varias celdas alineadas en el estrecho pasillo. Me estremecí, imaginándome a mí misma atrapada en una de ellas. Dioses ¿cuántas veces había estado cerca de terminar así?
Delante de nosotros, dos Guardias estaban frente a la última celda. Seth se acercó a ellos y chasqueó los dedos. “Déjennos”.
Me quedé boquiabierta cuando los dos guardias se fueron. “¿Tienes poderes especiales de Apollyon chasqueando los dedos?”
Inclino su cabeza hacia mí. “Tengo un montón de poderes especiales de Apollyon con los dedos.”
Lo fulminé con la mirada. “¿Dónde está mi regalo, pervertido?”
Seth retrocedió sonriendo. Se detuvo frente a la puerta de barras y extendió sus brazos. “Ven a ver.”
Está bien, tenía curiosidad. Adelantándome, me detuve frente a la puerta y miré por entre las barras. Boqueé como un pez fuera del agua mientras mi estómago se hundía.
Encogido en medio de la celda, con las manos y tobillos atados, el Ministro Jefe Telly nos miraba con los ojos en blanco. Su cara estaba vuelta papilla, apenas reconocible, y su ropa colgaba sucia y desgarrada de su cuerpo.
“Oh, dioses, Seth.”
[1] Es la compañía fabricadora de tarjetas de felicitación más grande de los Estados Unidos. Existen algunas tiendas en Latinoamérica.
[2] Usa la palabra ‘tags’ que significa ‘etiquetas’, literalmente. Se refiere a ponerle un nombre a su relación: novios, amigos con derechos… etc.