Covenant #3: Deity, de Jennifer Armentrout. CAPÍTULO 25 en español.
</div> CAPÍTULO 25
“¿Qué? Te traje un regalo… a Telly.”
Me giré hacia él, sorprendida de que tuviera que explicarle por qué esto estaba mal. “Seth, la mayoría de los chicos le dan a las chicas rosas o perritos. No gente, Seth. No al Ministro Jefe del Concejo.”
“Sé lo que hizo, Alex.” Puso su mano sobre la cicatriz que Linard había dejado. “Sé que ordenó esto.”A través del pesado material, pude sentir la mano de Seth. “Seth, yo…”
“Sentí algo cuando pasó… como que nuestro lazo había desparecido completamente,” dijo suave y rápidamente. “No podía sentir tus emociones pero sabía que estabas ahí… y luego no lo estuviste por un par de minutos. Lo supe. Y luego Lucian me lo dijo. Mi reacción inicial fue enviarte sólo su cabeza pero luego se me ocurrió algo mejor.”
Me sentí físicamente enferma cuando miré a Seth. Y cuando miré Telly en la celda vi el rostro hecho papilla de Jackson. Dioses, debía haber sabido que él lo sabría…y haría algo como esto.
“No me tomó mucho encontrarlo”, continuó casualmente. “Y sé que habían personas buscándolo. Leon,” se rió Seth, “¿o debería llamarlo Apolo? Sí, esta vez le gané. ¿Esos dos días en los que no me llamaste? Eso fue todo lo que me tomó encontrarlo.”
El aire salió de mis pulmones. Mis venas estaban llenas de hielo.
Frunció el ceño. “Ordenó tu muerte, Alex. Pensé que te alegraría saber que ya no va a ser un problema.”
Me giré hacia la celda. “Dioses, ¿Cómo es que las furias no han reaccionado a esto?”
“No soy estúpido, Alex.” Se movió hasta estar a mi lado, hombro con hombro. “Lucian ordenó esto e hizo que sus Guardias lo llevaran a cabo. Yo sólo… me uní al paseo. Inteligente, ¿verdad?”
“¿Inteligente?”, jadeé, alejándome de la celda, de Seth. “¿Así que esto fue idea de Lucian?”
“¿Importa?”, se cruzó de brazos. “Telly trató de matarte, te mató. Por eso tiene que ser castigado.”
“¡Eso no hace que esto esté bien! ¡Míralo!”, señalé la celda, sintiéndome enferma. “¿Qué le pasa?”
“Está bajo una compulsión un tanto fuerte para que no hable.” Seth se tocó la barbilla pensativamente. “No estoy seguro de que esté pensando siquiera. De hecho, creo que está algo frito.”
“Dioses, Seth. ¿Nadie te ha dicho que dos errores no hacen un acierto?”
Seth bufó. “Para mí dos errores siempre hacen un acierto.”
“¡No es gracioso, Seth!” Traté de calmarme. “¿Quién lo va a matar? ¿El Concejo puro?”
“No. El nuevo Concejo lo hará.”
“¿El nuevo Concejo? ¿Qué diablos es eso?”
Había frustración en sus ojos. “Necesitas entender por qué esto está sucediendo. Este hombre sirve a los dioses, quienes te quieren muerta – a ambos-. Necesitamos deshacernos de él.”
Me pasé las manos por la cabeza, queriendo arrancarme el pelo. “Seth, ¿esto fue idea de Lucian o no?”
“¿Por qué importa? ¿Qué si fue él? Sólo quiere mantenernos seguros. Quiere cambiar las cosas y…”
“¡Y quiere el trono de Telly, Seth! ¿Cómo no lo ves?” el frío se asentó en mis adentros mientras lo miraba fijamente. Lucian quería poder y sacar a Telly era una forma de lograrlo, pero eso no significaba que pudiera controlar completamente al Concejo… ¿o sí? “No hay forma de que los dioses permitan esto. No quieren lo que Telly deseaba.”
“¡Los dioses son los enemigos, Alex! No hablan con el Concejo pero sí hablan con la Orden.”
“¡Apolo me salvó la vida, Seth! ¡No Lucian!”
“Sólo porque tienen planes para ti”, dijo, dando un paso adelante. “No sabes lo que yo sé.”
Mis manos se convirtieron en puños. “¡Entonces dime lo que sabes!”
“No lo entenderías.” Se giró hacia la figura inmóvil en la celda. “No todavía. Ni siquiera te culpo. Tienes demasiado de pura en ti, ahora más que nunca antes.”
Me estremecí. “Eso no fue… no fue justo.”
Cerró sus ojos y pasó su palma por su frente. “Tienes razón. No lo fue.”
“No puedes tenerlo aquí, Seth. Tienes razón. Tiene que ser castigado por lo que hizo pero necesita un juicio. Mantenerlo así, bajo compulsión en una celda, está mal.”
Dioses, el día estaba jodido cuando yo era la voz de la razón.
Seth se giró hacia mí. Abrió su boca pero la cerró. “Ya he invertido demasiado en esto.”
El miedo se abrió paso por mi espina dorsal. Empecé a ir hacia él pero me detuve. Crucé mis brazos sobre mi pecho. “¿Qué quieres decir?”
Intentó cogerme pero me alejé. Confundido, bajó la mano. “¿Cómo puedes querer que viva?”
“Porque no nos corresponde decidir quien vive y quién muere.”
Frunció el entrecejo.
“¿Y qué si nos correspondiera?”
Negué con la cabeza.
“Entonces no quiero hacer parte de eso. Y sabes que tú tampoco.”
Seth suspiró. “Alex, te estás entrenando para ser una Centinela. Tendrás que tomar decisiones de vida o muerte todo el tiempo.”
“Eso es diferente.”
“¿Lo es?”, inclinó su cabeza hacia mí, su sonrisa presuntuosa borrando cualquier duda.
“¡Sí! Como un Centinela, mataré daimons. Eso no es lo mismo que jugar a ser jurado y verdugo.”
“¿Cómo no ves que estoy haciendo lo que hay que hacer, incluso si eres demasiado débil para hacerlo tú misma?”
¿Quién diablos era esta persona a mi lado? Era como intentar razonar con un lunático… ahora sabía cómo la gente se sentía cuando trataban de razonar conmigo. La ironía era un enemigo cruel, muy cruel. “Seth, ¿dónde están las llaves de la celda?”
Sus ojos se estrecharon. “No voy a dejarlo salir.”
“Seth”, timé un paso tentativo hacia él. “No puedes hacer esto. Tampoco Lucian puede.”
“¡Puedo hacer lo que se me dé la gana!”
Pasé a su lado e intenté coger la manija de la puerta, pero luego estaba contra la pared opuesta y con Seth en mi cara. El miedo surgió en mi estómago mientras el lazo zumbaba locamente. “Seth,” susurré.
“Se queda.” Sus ojos eran de un cobre peligroso. “Hay planes para él, Alex.”
Tragué el sabor repentino de la bilis. “¿Qué planes?”
Su mirada cayó a mis labios, y un miedo totalmente nuevo me invadió. “Lo verás pronto. No tienes que preocuparte, Alex, voy a encargarme de todo.”
Poniendo mis manos en su pecho, lo empujé varios metros hacia atrás. Shock y luego rabia brillaron en sus facciones. “Estás chiflado, Seth. No hagas esto.”
Girándose, volvió a la celda y señaló a Telly. “¿Así que prefieres ver a esta cosa libre? ¿Libre para esclavizar a los mestizos, para que ordene matarlos? ¿Libre para que continúe intentando asesinarte? ¿Y luego esperamos un juicio, un juicio manipulado para proteger a los puros? Sólo van a darle una palmadita en la mano. Diablos, ¡quizás incluso te ordenen que te disculpes por haber jodido sus planes de matarte!”
Me llené de ira. Di un paso adelante, pie contra pie. “¡No te importa lo que le pase a los mestizos! ¡No tiene nada que ver con lo que estás planeando y lo sabes! Lo que estás haciendo, lo que estás defendiendo está mal. Y no voy a…”
“Vete,” me cortó, su voz baja y furiosa.
Me levanté.
“No voy a dejar que hagas esto, Seth. No sé qué dijo Lucian que te convenció…”
“Dije que te fueras.” Seth me empujó, me empujó realmente fuerte. A duras penas mantuve el equilibrio. “Quizás la próxima vez te traiga rosas o cachorritos.”
Eso me puso los pelos de punta, igual que la sonrisa que me dio. Tomó cada onza de mi autocontrol girarme y alejarme. Fui hacia las escaleras. Como un millón de veces en mi vida, no planeaba hacer lo que me habían ordenado pero por primera vez era probablemente lo correcto. Aiden y Marcus necesitaban saber lo que Seth y Lucian estaban planeando. Quizás podrían detenerlo antes de que fuera demasiado tarde, antes de que Seth participara en el asesinato del Ministro Jefe y sellara nuestros destinos.
Todavía tenía que haber esperanza para él. Seguro, estaba participando en algo loco pero no épicamente desequilibrado. Técnicamente, Seth todavía no había hecho nada. Como había dicho Caleb: todavía hay esperanza. Lo que sea que Lucian utilizaba para manipular a Seth, como fuera que estuviera halando las cuerdas, tenía que ser eliminado antes de que la historia se repitiera.
Abrí las puertas de la Corte y me encontré cara a cara con la raíz de todos mis problemas.
Lucian estaba flanqueado por varios Guardias del Concejo, todos vestidos en esas ridículas túnicas blancas. La sonrisa que se extendía por su rostro nunca alcanzaba sus ojos. “Pensé que te encontraría aquí, Alexandria.”
Antes de que supiera qué estaba pasando, sus Guardias me rodearon. Extrañamente, eran puros. Era una jugada inteligente, se lo concedía. “¿Qué está pasando, Lucian?”
“¿Cuándo me llamarás ‘padre’?.” Dio un último paso y se detuvo frente a mí. El viento agitaba sus túnicas, dándole la apariencia de estar flotando.
“Hmm, ¿qué tal… nunca?”
Su sonrisa satisfecha siguió en su lugar. “Un día eso cambiará. Seremos una gran familia feliz, los tres.”
Eso era perturbador. “¿Te refieres a Seth? Él es tan importante para ti como la justicia.”
Lucian hizo tsk suavemente.
“Volverás a mi casa, Alexandria. No hay necesidad de que te quedes en la residencia St. Delphi por más tiempo.”
Abrí mi boca para discutirle pero la cerré. No había forma de saber si Lucian tenía conocimiento de mis sentimientos por Aiden, o si Seth le había dicho algo. Discutir solo levantaría sospechas; no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Me tragué mi rabia y disgusto y di un paso adelante. “Sólo necesito recoger mis cosas.”
Lucian se movió al lado, haciéndome señas para que lo siguiera. “Eso no será necesario. Seth recuperará tus pertenencias.”
Maldito sea. Me puse rígida cuando Seth salió por la puerta. No me dio una mirada y pasó por mi lado.
Lucian le dio una palmadita en el hombro. “Nos vemos en nuestra casa.”
Seth asintió y bajó las escaleras. Ya en la acera miró arriba y me dio una sonrisa sardónica antes de subir a uno de los Hummers estacionados en el bordillo.
“Ahora, mi querida, vendrás conmigo,” dijo Lucian.
Echando humo, pero incapaz de hacer una maldita cosa, seguí a Lucian y entré al otro Hummer. Dios no quiera que Lucian caminara hasta su casa. Una vez había subido al asiento trasero conmigo, estaba volviéndome loca por salir.
Lucian sonrió. “¿Por qué estás siempre tan incómoda a mi alrededor?”
Me giré de la ventana. “Es sólo que hay algo en ti.”
Arqueó una ceja.
“¿Y eso sería…?”
“Bueno, eres como una serpiente pero babosa.”
Se recostó en el asiento mientras el Hummer se movía. “Qué tierna.”
Sonreí apretadamente. “Dejémonos de mierda, Lucian. Sé lo de Telly. ¿Por qué harías algo que incluso yo creo que es estúpido y temerario?”
“La hora del cambio se acerca. Nuestro mundo necesita mejores líderes.”
La risa se me escapó antes de que pudiera detenerla. “¿Estás drogado?”
“Hemos tenido que vivir bajos las viejas leyes por demasiado tiempo, existiendo junto a los mortales como si no fuéramos mejores que ellos.” Sus palabras destilaban asco. “Deberían tomar el lugar de los mestizos, servir todas nuestras necesidades y caprichos. Y cuando lo hagan, nosotros –los nuevos dioses- gobernaremos la tierra.”
“Dioses, estás demente.” No había nada más que decir. Y lo peor de todo es que la Abue Piperi había tenido razón, pero, como siempre, había sido malinterpretada. La historia se estaba repitiendo pero de la peor manera posible, y el mal se había escondido en las sombras, actuando como un titiritero halando los hilos. Se había referido a Seth y a Lucian. Me sentí enferma. Si tan sólo hubiera averiguado esto antes pude haber impedido que llegara tan lejos.
“No espero que lo entiendas pero Seth sí lo entiende. Es todo lo que necesito.”
“¿Cómo te las arreglaste para que Seth te llevara la corriente?”
Estudió sus uñas. “El chico nunca tuvo un padre. Tu madre pura no quería nada que ver con él. Supongo que lamentaba su relación con el mestizo pero no pudo deshacerse de él mientras todavía estaba en su útero.”
Me estremecí.
“Es seguro suponer que no fue una madre muy agradable,” continuó Lucian, “pero aun así el chico se las arregló para impresionar al Concejo y entrar al Covenant. Tuvo una niñez dura, siempre solo. Supongo que todo lo que siempre quiso fue ser amado.” Me miró. “¿Pudiste hacerlo? ¿Darle la única cosa que siempre ha anhelado?”
De repente, supe sin duda alguna que Seth no le había dicho nada de Aiden. Pero ¿por qué? Quitar a Aiden de la ecuación sólo le traería beneficios. ¿Podría ser que no lo había hecho porque sabía que me heriría? Si era el caso, entonces Seth todavía estaba pensando. No era una causa perdida, después de todo.
“Honestamente, eso espero. Seth es un buen chico.”
Mis ojos se abrieron como platos.
“Suenas… sincero.”
Lucian suspiró. “Nunca tuve un hijo propio, Alexandria.”
Me sorprendí. Lucian sí se preocupaba por Seth, y Seth lo veía como un padre, pero eso no cambiaba lo que Lucian estaba haciendo. “Lo estás usando.”
El Hummer se detuvo detrás de la casa de Lucian. “Le estoy ofreciendo el mundo. Lo mismo que a ti.”
“Lo que estás ofreciendo es la muerte segura para cualquiera que esté de acuerdo con esto.”
“No necesariamente, querida mía. Tenemos partidarios en los… lugares menos probables, un aliado muy poderoso.”
La puerta se abrió antes de que pudiera responder. Un Guardia esperó a que saliera, vigilándome cuidadosamente como si esperara que escapara, lo que había considerado pero sabía que no lograría. Me llevaron a la casa rápidamente y luego me dejaron con mi padrastro en el opulento hall de entrada.
“Es una lástima que tengas que hacer esto tan difícil, Alexandria.”
“Lamento arruinarles la fiesta pero no voy a apoyarlos. Y nadie más lo hará.”
“¿En serio? ¿Dudas de mis apasionadas palabras?” Su mirada fue a sus Guardias mestizos. “Quiero darles una mejor vida a los mestizos.”
“Pura mierda”, susurré, y miré a los Guardias. Sus miradas condenatorias cuando me miraron decían que le creían a Lucian. Y la verdadera pregunta era cuántos mestizos los apoyaban. La cifra podría ser astronómica.
Lucian se rió. Fue un sonido frío, áspero. “Tú no tienes control sobre esto.”
“Eso lo veremos,” me estiré por el picaporte pero me congelé cuando lo giré y me di cuenta de que estaba cerrado. Detestaba el elemento aire con todo mi corazón. Lentamente, lo encaré. “No puedes encerrarme. Déjame salir.”
Lucia se rió de nuevo.
“Me temo que no podrás tener visitantes hasta que Despiertes, y tampoco esperes que Apolo llegue. No podrá entrar a mi casa.”
Fruncí el ceño. “No puedes detener a un dios.”
Lucian parecía complacido mientras daba un paso al lado. Mi mirada fue a la pared contra la que Seth había aprisionado a un Guardia una vez. Había una marca, un símbolo crudamente dibujado de un hombre con cuerpo de serpiente.
“Apolo no puede entrar a ningún hogar que lleve la marca de la Pitonisa de Delphi. Fue creada hace tiempo como un castigo por romper las reglas del Olimpo. Lo gracioso es que no lo sabía hasta hace poco.”
Tragué saliva. El dibujo parecía hecho en sangre. “¿Cómo… cómo lo averiguaste?”
“Tengo muchos amigos… con gran poder.” Lucian miró el dibujo, una pequeña sonrisa en su rostro angular. “Tengo muchos amigos que te sorprenderían, querida.”
Sentí que los muros se cerraban y me quitaban el aliento. Estaba atrapada aquí hasta mi Despertar. Debí haber escuchado a Aiden y nunca haber venido a esta casa. “No puedes hacer esto.”
“¿Por qué no?” Fue hacia mí. “Soy tu guardián legal. Puedo hacer contigo lo que me plazca.”
Mi temperamento se inflamó y estallé. “¿De veras? ¿Cuándo te ha funcionado eso antes?”
“Antes no tenía a Seth y tampoco estabas tan cerca de Despertar.” Cogió mi barbilla, clavándome los dedos. “Puedes luchar contra mí todo lo que quieras pero en un par de días Despertarás. Primero conectarás con Seth, y lo que él desee, tú lo querrás. Y luego tu poder se transferirá a él. No puedes detenerlo.”
Palidecí. “Soy más fuerte que eso.”
“¿Eso crees? Piénsalo, querida mía. Piensa lo que significa y si hay o no un punto en luchar contra lo que está a punto de suceder.”
Sentí desasosiego pero mantuve mi expresión en blanco. “Si no me liberas te romperé el brazo.”
“Lo harías, ¿verdad?”, su aliento era cálido en mi mejilla. La bilis se me subió a la garganta. “Solo hay una cosa en la que Telly y yo estábamos de acuerdo.”
“¿En qué?”
“Necesitas ser derrumbada.” Me dejó ir, la misma maldita sonrisa en su rostro. “Solo que él lo hizo de la manera equivocada. No cometeré el mismo error que cometí con tu madre. Le di demasiada libertad. Por ahora eres mía, igual que Seth. Y harías bien en recordarlo.”
Retrocedí.
“Eres un hijo de perra.”
“Eso quizás sea cierto pero en un par de días, tendré el control sobre los dos Apollyons. Entonces seré imparable.”