</div> CAPÍTULO 27

Capítulo 26

NOTA:
Vamos oficialmente en el 80% del libro ^^

Traducido por Blair

Los ojos de Seth brillaron mientras la presión dentro de mí pasaba a través del lazo, dejándome y yendo hacia él. De repente, una luz brilló desde cuatro puntos: mi estómago, mis palmas, y ahora la parte trasera de mi cuello. El dolor pinchó a lo largo de mi piel como una avispa furiosa y embotada. Mi cabeza se sentía pesada, mis piernas débiles mientras el placentero tirón continuaba. 

Su brazo libre me agarró justo cuando se doblaron mis piernas. Debí haberme desmayado, por cuánto tiempo, no lo sé. Estaba de espaldas cuando la habitación volvió a entrar en foco. Una espesa niebla estaba sobre mí, empujándome contra la cama. 



“Ahí estás,” dijo Seth. La mano que alisaba mi cabello tembló ligeramente. 

Había un sabor extraño, casi metálico en la parte posterior de mi garganta.

“¿Qué… qué pasó?”

Seth sacó la mano de mi pelo. “No Despertaste, pero…” Tomó mi mano y apretó la palma.

La respuesta fue inmediata. Mi espalda se arqueó. Se sentía como si algo estuviera en mi interior agarrando y luego tirando. No era doloroso, pero tampoco era agradable.

“Seth…”

Cuando la soltó, los hilos invisibles se cortaron. Me derrumbé, sin fuerzas y débil, y Seth… se sentó en cuclillas, sosteniendo su mano delante de su rostro. Una asombrosa expresión infantil llenó su rostro cuando la luz azul brillante cubrió su mano, ardiendo más brillante que nunca antes.

“Akasha… esto es bueno, Alex. Es más… puedo sentirte bajo mi piel.”

Aturdida, miré la bola de luz opaca y la excitación que emanaban los ojos de Seth. De alguna manera supe, incluso mientras presionaba sus labios en mi mejilla, que Seth había tenido el poder necesario para matar a un dios, aunque fuese por unos pocos momentos.

Un rayo cayó más allá de la ventana, pero no fue más brillante que el último vistazo. Sabía que tenía que salir de aquí, pero cuando traté de incorporarme, me sentí como si estuviese pegada a la cama.

Él sonrió mientras se sentaba a mi lado, moviendo su mano a mi mejilla y giró mi cabeza hacia él. Su pulgar se detuvo por encima de mi labio inferior. “¿Viste eso?”

Quería desviar la mirada, pero no podía y me sentí enferma. Un trueno ahogó el latido de mi corazón.

“Fue hermoso, ¿no? Tanto poder. Lucian se sentirá decepcionado de que no hayas Despertado después de la cuarta marca, pero algo sucedió.”

¿Qué significaba eso? No entendía y mis pensamientos estaban demasiado borrosos. El lazo saltó cuando su mano se deslizó bajo mi cabeza y volvió a la runa en mi nuca.

“Esta es la runa de la invencibilidad”, explicó. “Cuando Despiertes, se activará. Y entonces los dioses no podrán tocarte.”

Lo miré a los ojos y obligué a mi pesada lengua a funcionar.

“No… quiero que me toques.”

Seth sonrió y las marcas regresaron, deslizándose sobre su tez dorada. Lo supe en el momento en que nuestras marcas se tocaron. Él bajó la cabeza hasta que un soplo separaba nuestros labios. Mis sentidos se volvieron locos. Electricidad saltó por mi piel y más abajo.

“Eres tan hermosa así” murmuró, y presionó su frente contra la mía.

Lo que había en mí, lo que había entre nosotros, era desagradable. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Había habido señales desde el principio. La noche en la que había descubierto lo que era y Seth se había quedado atrás con Lucian. La necesidad de poder de Seth y cómo mi respuesta hacia él parecía estar fuera de control, incluso cuando nos quedamos por primera vez en el patio trasero unos meses atrás, y varias veces más. Pensé en esa fugaz expresión de satisfacción que había visto cuando estábamos juntos en la piscina y había decidido ver qué sucedía con él… lo había elegido. Y todo el tiempo que había estado pasando con Lucian…

Había estado tan ciega.

Los labios de Seth se presionaron contra mi pulso, que batía salvajemente, y me estremecí, asqueada, enojada, aterrorizada e indefensa.

“No lo hagas”, le rogué, antes de que el retorcido lazo entre nosotros volviera con tanta fuerza que no podía decir dónde comenzaba él y dónde terminaba yo.

“¿No quieres esto? No puedes negar que una parte de ti me necesita.”

“Esa parte no es real.” Mi cuerpo estaba hormigueando, palpitando, y ansiándolo, pero mi corazón y mi alma se estaban marchitando, enfriándose. Lágrimas llenaron mis ojos. “Por favor no me hagas hacer esto, Seth.” Mi voz se quebró. “Por favor.”

Seth se quedó helado. La confusión nubló sus ojos, el brillo duro del ámbar del fuego roto de dolor. “Yo… yo nunca te forzaría, Alex. No haría eso.” Su voz era extrañamente frágil, vulnerable e insegura.

Me puse a llorar. No sabía si era de alivio o porque sabía que muy en el fondo Seth todavía estaba ahí en algún lugar. Por ahora.

Seth se sentó, pasándose una mano por el pelo.

“Alex, no… no llores.”

Mis manos se sentían como bloques de cemento cuando las levanté y limpié mis ojos. Sabía que no debía llorar delante de daimons, o mostrar debilidad y Seth… no era diferente.

Se agachó, pero se detuvo. Pasaron varios segundos antes de que hablara. “Se hará más fácil. Lo prometo.”

“Sólo vete”, le dije con voz ronca.

“No puedo.” Se sentó a mi lado, manteniendo una distancia prudencial entre nosotros. “En el momento en que deje esta sala harás algo estúpido.”

A decir verdad, estaba demasiado cansada para estar de pie, y mucho menos para organizar una fuga audaz. Logré rodar sobre mi lado, lejos de él. El sueño no llegó fácilmente esa noche. El único consuelo que me llevé fue que cuando cerré los ojos me imaginé a Aiden. Y aunque la imagen no le hizo justicia, su amor hizo la única cosa que había pedido.

No protegerme, sino darme fuerza para encontrar una salida de este lío.

Seth rara vez se alejó mi lado los dos días siguientes, mandando que trajeran comida a la habitación, y me tomó esos dos días recuperar fuerza real. La última runa había tomado más de mí que las otras, y sabía tal cual Seth había dicho que algo era diferente.

Sólo me extrajo Akasha una vez, cuando trajo a Lucian para que lo presenciara.

Seth había tenido razón. Lucian había estado decepcionado de que no había Despertado todavía, pero había estado complacido por el nuevo poder que Seth había ganado, a pesar de que había sido temporal.

Y dioses, Seth había parecido un niño mostrándole a su padre su preciado proyecto de ciencias. Pensé que me sentiría asqueada de Seth, pero durante las largas tardes que pasó hablando conmigo mientras trataba de convencerlo de que me dejara ir, empecé a sentir lástima por él.

Había dos lados en él, y el lado que había mantenido cerca de mi corazón se estaba perdiendo ante su ansia de poder como un daimon con sed de éter. Quería arreglarlo de alguna manera, salvarlo.

También quería estrangularlo, pero eso no era nada nuevo.

Durante la tarde de la segunda noche, una conmoción en la planta baja me sacó de la cama. Reconociendo la profunda voz de Marcus, me puse de pie sobre mis débiles piernas y me lancé hacia la puerta.

Seth estaba a mi lado en un instante, colocando una mano en la puerta. “No puedes.”

Parpadeé y alejé el mareo. “Es mi tío. Quiero verlo.”

“¿Desde cuándo?” Seth sonrió, y yo contuve el aliento, ya que me recordó al otro Seth, uno que no me mantendría como rehén. “Lo odias.”

“Yo… yo no lo odio.” En ese momento, me di cuenta de que había sido una cretina con mi tío. Por supuesto, él no era la persona más cálida, pero no me encerraba en una habitación con un sociópata potencial. Juré que cambiaría… Si alguna vez lo llegaba a ver de nuevo. “Seth, quiero…”

“¿Por qué se niegan a dejar que Marcus vea a su sobrina? ¿Hay algún problema?”

Mi aliento se atoró en mi garganta mientras presionaba mis manos contra la puerta, debajo de las de Seth. La voz de Aiden fue como una explosión de luz solar y calor. Estaba muy cerca de patear a Seth en sus partes íntimas sólo para que se moviera, y él lo debió haber previsto porque la advertencia en sus ojos me dijo que ni lo pensara.

“Está descansando, pero está bien. No hay necesidad de preocuparse,” oí decir a Lucian y luego su voz se desvaneció.

Tomando una respiración poco profunda, cerré los ojos. Aiden estaba tan cerca y sin embargo, no podía llegar a él. Sabía que tenía que estar preocupado, suponiendo lo peor. Si pudiera sólo verlo, hacerle saber que estaba bien… aliviaría un poco del dolor en mi corazón.

“¿De verdad lo amas?” preguntó Seth en voz baja.

“Sí.” Abrí los ojos. Su mirada era abatida. Gruesas pestañas le abanicaban las mejillas. “Lo hago.”

Poco a poco, levantó los ojos. “Lo siento”.

Aproveché el momento. “Y me preocupo por ti, Seth. De verdad. Ver lo que estás haciendo -en lo que te estás convirtiendo- me está matando. Eres mejor que esto, más fuerte que Lucian.”

“Soy más fuerte que Lucian.” Él se apoyó en la puerta, mirando a través de ojos entrecerrados. “Y seré más fuerte que un dios muy pronto.”

Y eso fue todo. Seth no se movió de la puerta, y yo eventualmente me fui a la ventana con la esperanza de tener un vistazo de mi tío y Aiden. El techo terracota de la biblioteca bloqueaba la vista.

No volvimos a hablar.

El tiempo se acababa y yo tenía que hacer algo.

Seth estaba ansioso a la mañana siguiente, incapaz de estarse quieto durante más de unos pocos minutos. Su constante ritmo y movimientos bruscos estaban muy en desacuerdo con su habitual gracia innatural. Tenía mis nervios de punta, y cada vez que me miraba se me hacía un nudo de temor y sentía punzadas de miedo en mi garganta, pero nunca se acercó a mí y no me tocó de nuevo. Seth sólo se mantuvo de espaldas, mirando por la ventana en silencio, esperando.

La mañana después de la visita de Marcus, sentí que tenía que ver la runa de la parte posterior de mi cuello de nuevo. Con mi energía a niveles normales, encontré un espejo de mano y estiré mi cuello, girando hasta que la alcancé a ver en el espejo del baño. Era azul pálido, con una forma en S que se cerraba al final. La runa de la invencibilidad. Me estiré y la toqué. La piel de mis dedos hormigueó por el contacto.

Bajé el espejo al tocador y me di la vuelta. Mis ojos parecían muy amplios, casi asustados. Habían sombras formándose debajo de ellos, opacando los irises marrones. No era que mis ojos marrones fueran extraordinarios en primer lugar, pero caray.

La mirada asustadiza de mis ojos no se había ido, incluso después de que me había duchado. Había un peso instalado en mis hombros, apretándome el pecho. Seth había estado tratando de Despertarme todo este tiempo, como me temía. Me había mentido. Empuje mi cabello húmedo. Por suerte no había tenido éxito, pero había algo que sin duda era diferente. Podía sentirlo justo debajo de la piel.

Hubo un golpe en la puerta del cuarto de baño.

“¿Alex?” Seth llamó y llamó de nuevo. “¿Qué estás haciendo ahí?”

Reuniendo fuerzas, me concentré en las paredes de color rosa neón y forcé un escudo mental, dejándolo fuera.

Su suspiro fue audible. “Sólo estás bloqueándome para sacarme de mis casillas, Alex.”

Le di a mi reflejo una sonrisa débil y luego abrí la puerta. Pasándolo de largo, tiré mi ropa sucia en la esquina.

“¿Así que no vas a hablar conmigo?”, preguntó.

Me senté en la silla y tomé un peine.

Seth se arrodilló delante de mí. “Ya sabes que no puedes permanecer en silencio por siempre.”

Peinando los nudos de mi cabello, decidí que podía intentarlo.

“¿Sabes cuánto tiempo vamos a estar juntos? Esto se tornará aburrido y viejo muy rápido.” Cuando no le respondí, me agarró la muñeca. “Alex, estás siendo…”

“No me toques”. Liberé mi brazo, lista para usar el peine como un arma mortal si era necesario.

Él sonrió mientras se levantaba. “Estás hablando.”

Bajé el peine y me pude en pie de un salto.

“Me has mentido una y otra vez, Seth. Me usaste”.

“¿Cómo te usé, Alex?”

“¡Te acercaste a mí para tratar de Despertarme! Has utilizado esta estúpida conexión contra mí.” Respiré hondo. La traición se sentía como piedras en mi estómago. “¿Planeaste esto tú solo, Seth? ¿Era esto lo que estabas pensando cuando estábamos en las Catskills? ¿Cuándo me pediste que eligiera?”

Él se volvió hacia mí, con los ojos de un ocre feroz, enojado. “Esa no fue la única razón, Alex. No es que importe ahora. Tú ya hiciste tu elección. Elegiste a Aiden, tan simple como eso.”

Ni siquiera pensé. Llena de rabia y dolor, me giré hacia él.

Seth cogió mi puño antes de que conectara con su rostro.

“No estamos entrenando, Alex. No estamos jugando. Vuelve a hacer eso, y no te gustarán las consecuencias.” Me liberó.

Retrocedí torpemente, medio-tentada de probar su advertencia con una patada en la cara. Un llamado a la puerta de la habitación interrumpió muestra batalla de miradas. Uno de los guardias estaba del otro lado, hablando demasiado bajo para que yo pudiese entender.

Seth asintió con la cabeza y me miró. “Nos vamos en cinco minutos.”

Mi corazón tartamudeó. “¿Nos vamos? ¿A dónde?”

“Ya lo verás.” Hizo una pausa, con su mirada cayendo sobre mí. “Tienes cinco minutos para ponerte algo decente.”

“¿Disculpa?” Llevaba pantalones vaqueros y un jersey de cuello negro. “¿Qué tiene de malo lo que llevo puesto?”

“Vas a ser un Apollyon… mi compañera, por así decirlo. Debes usar algo mejor… algo con clase.”

No sabía qué parte de lo que había dicho me dio más ganas de darle un puñetazo. “En primer lugar, no me digas lo que puedo ponerme. En segundo lugar, no soy tu ‘compañera’. En tercer lugar, no hay nada malo en lo estoy usando. Y, por último, estás loco.”

“Ahora tienes cuatro minutos.” Seth se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Pasó todo un minuto mientras miraba la puerta cerrada. Entonces salté en acción. Corrí a la ventana de la habitación y la abrí. Cuando era más joven, había utilizado esta ventana para subir al tejado por encima de la biblioteca y mirar las estrellas. Sabía que podía saltar. En realidad, el salto era más corto que el que había hecho en Miami.

Sin perder tiempo, me moví en la cornisa. Los músculos de mis brazos gritaron mientras me bajaba lentamente. Dioses, la parte superior de mi cuerpo tenía trabajo por hacer. Mis pies colgaban alrededor de la mitad de un paso desde el techo. Me sentí como un ninja espía en ese momento. Empecé a sonreír, pero el familiar hormigueo se extendió sobre mi piel me quitó la sonrisa.

Me deje ir.

Unas manos sujetaron mis antebrazos y me arrastraron hacia arriba, de nuevo a través de la ventana. Pateando y arremetiendo, luché como un animal salvaje hasta que Seth me puso de pie de nuevo.

Me di la vuelta. “Todavía tenía tres minutos.”

Una sonrisa reticente apareció en su rostro.

“Sí, y un minuto después de haber dejado tu habitación me di cuenta de que probablemente ibas a tratar de escapar. ¿Lanzarse por una ventana es una mejor opción que ponerte algo lindo?”

“No me estaba tirando por la ventana. Estaba escapando.”

“Estabas en el proceso de romperte el cuello.”

Mis manos se cerraron en puños. “Podría haber hecho ese salto, idiota.”

Seth puso los ojos en blanco.

“Lo que sea. No tenemos tiempo ahora. Nos necesitan ya.”

“No voy a ir a ninguna parte contigo.”

Irradiaba frustración. “Alex, no te estoy preguntando.”

Crucé los brazos. “No me importa.”

Gruñendo bajo, se disparó hacia delante y agarró mi brazo. “Tú siempre, siempre tienes que hacer todo tan condenadamente difícil.” Comenzó a arrastrarme hacia la puerta. “No sé por qué esperaba menos de ti. Parte de mí- y esto es enfermo, lo sé- está algo emocionado por la idea de que luches contra mí. Es entretenido. Es mejor que cuando te quedas sentada sin hablar.”

Retorcí sus dedos, pero no pude liberarlos. “Suéltame.”

“Sí, eso no va a suceder.”

Ya estábamos al final del pasillo, en la parte superior de las escaleras. Abajo lo único que pude ver fue un pequeño ejército de guardias que nos esperaba.

“¿Qué demonios?” Clavé mis pies y me agarré a la barandilla con la mano libre. “¿Qué está pasando?”

Exasperado, Seth me tomó alrededor de la cintura. Utilizando la fuerza bruta, me soltó de la barandilla. “Ahora estás siendo tierna.” Empezó a bajar las escaleras. Me llevaba fácilmente a pesar de que mis zapatillas lo golpeaban cada paso.

La inquietud me llenó mientras veía algunas caras de los Guardias de Lucian y Seth me arrastraba más allá de ellos. La calurosa luz del sol nos encontró en el exterior, y Seth no me soltó hasta que me metió en la parte trasera de una Hummer que estaba esperándonos. Y luego se sentó a mí derecha y cogió mis dos muñecas con una mano.

“Lo siento. Hay una buena probabilidad de que trates de tirarte de un coche en movimiento.”

Me miró, nuestras caras separadas por pulgadas. “Te odio.”

Seth bajó la cabeza hasta que su mejilla presionó contra la mía. “Sigues diciendo eso, pero ambos sabemos que no es verdad. No puedes odiarme.”

“¿En serio?” Le di un codazo en el estómago. Sirvió de muy poco. La Hummer comenzó a moverse. “Lo que estoy sintiendo en este momento definitivamente no es cálido ni lindo.”

Se echó a reír, agitando el pelo alrededor de mi sien.

“No puedes odiarme. No eres así. Y pronto, seremos la misma persona. Fuiste creada para mí por los mismos dioses que vamos a destruir desde hoy.”

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