</div> CAPÍTULO 28

Capítulo 27
Traducido por Pandora

Las palabras de Seth me aturdieron, dejándome en silencio. Viejos miedos, nunca tan lejos salieron a la superficie. No tenía control sobre este… destino. No tenía conciencia de mi misma. Mi corazón se aceleró dolorosamente. No podía haber sido creada para él. Él no era mi existencia. 

Yo era mi propia existencia.

Continué diciéndome eso mientras Seth me llevaba desde la Hummer hacia la entrada trasera de la Corte en la parte principal de la isla Deity. Tenía un enfermizo sentimiento sobre esto, sabía que Telly estaba en una celda de este edificio y que algo horrible estaba a punto de pasar. Podía sentirlo y no había nada que pudiera hacer. 



Sosteniendo mi mano en un apretado agarre, él me guio a través del estrecho pasillo hacia la sala de espera justo al lado de la sala de reuniones con cúpula abovedada. A través de la puerta abierta pude ver que el lugar estaba lleno. Todos los puros que permanecían en la isla durante las vacaciones parecían estar allí, como muchos de los Guardias y Centinelas mestizos, pero incluso más extraña era la presencia de los mestizos que se habían quedado en la escuela. Luke estaba sentado detrás junto a Lea: ambos parecían igual de curiosos que el resto, incluso un poco incomodos, como si se sintieran fuera de lugar. ¿Qué estaban haciendo aquí? A los mestizos no se les permitía nunca entrar al Concejo a menos que fueran convocados.

“¿Qué está pasando?” pregunté.

Seth mantuvo su mano en la mía, como si supiera que me marcharía si tenía la oportunidad. “Lucian ha convocado una reunión del Concejo de emergencia, ¿ves?” Gesticuló hacia la abarrotada habitación. “Todo el mundo está aquí.”

El Concejo llenaba el estrado de titanio y pude reconocer fácilmente la cabeza cobriza de Dawn Samos sobre el mar de túnicas blancas. Sentí mi estómago retorcerse.

Mis ojos escanearon sus curiosas expresiones y luego me giré hacia la audiencia. Al fondo estaba mi tío. Estaba de pie con sus brazos cruzados sobre su pecho. Había una mirada dura y fría en sus ojos esmeraldas y junto a él había un hombre al que nunca había visto antes. Era un mestizo alto construido como un Centinela, sus músculos magros y torneados estiraban su uniforme negro. Su pelo castaño era largo y estaba recogido atrás en una cola de caballo. Su piel era una mezcla de etnias, profundamente curtida. Habría sido guapo de no ser por la dentada cicatriz que bajaba desde su ceja derecha hasta su mandíbula.

Las puertas traseras se abrieron repentinamente y más entraron en la habitación. Aiden estaba entre ellos. Mi corazón tronó en mi pecho cuando se detuvo junto a mi tío. Se inclinó, sus labios moviéndose rápidamente. Marcus miraba fijamente hacia adelante pero el extraño asintió. Entonces Aiden se volvió y miró directamente hacia donde yo estaba.

Seth me empujó hacia atrás antes de que Aiden nos viera. Le fruncí el ceño y él me sonrió. “Somos invitados especiales” dijo.

“Ahí estás, mi niño” Lucian se dirigió a la sala de espera, su mirada fría se centró en mí. “¿Alexandria ha sido agradable?”

“¿Tú qué crees?” espeté antes de que Seth pudiera responder.

Lucian me premió con una de sus sonrisas de plástico. “No eres ni tan sabia ni tan fuerte como crees, Alexandria, pero pronto lo serás.”

Me tiré hacia él y Seth me detuvo y deslizó un brazo por mi cintura dejando mis brazos completamente libres y hombre, traté de agarrar el cabello de Lucian… su rostro… lo que pudiera atrapar.

“Tienes suerte de que nadie pueda ver lo que acabas de hacer.” Siseó Lucian. Se detuvo frente a la puerta abierta, sus Guardias bloqueando la entrada. “O me vería forzado a hacer algo al respecto. Asegúrate de que se comporte, Seth, y de que entienda las consecuencias de actuar temerariamente.”

Seth me sostuvo, mi espalda contra su pecho, esperando hasta que Lucian y sus Guardias alcanzaron el estrado. “Alex, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.”

Luché contra él, sin éxito. “No soy el que está a punto de hace algo que lamentará.”

Su pecho subió bruscamente. “Alex, por favor, si intentas correr mientras estamos ahí afuera, si haces algo loco, estaré obligado a detenerte.”

Mis movimientos cesaron. La cautela se apoderó de mí y me sentí como si nunca me pudiera volver a sentir segura. “Me harías eso… ¿a mí?”

Pasó lo que pareció una eternidad antes de que respondiera. “No quiero, pero debo,” se detuvo y dio otro fuerte respiro. “Por favor no me obligues.”

Un nudo se formó en mi garganta. “No estoy obligándote a hacer nada.”

“Pero lo haces,” susurró en mi oído, escalofríos bajaron por mi espalda. “Desde la primera vez que te vi. Solo no lo sabías, así que, ¿cómo puedo realmente culparte?”

Lucian estaba tomando el estrado central, comenzando la sesión del Concejo. Todos los ojos estaban sobre él. Nadie sabía del drama llevándose a cabo justo detrás de esas paredes.

“No entiendo,” cerré mis ojos ante la oleada de lágrimas. “Seth, por favor…”

“Es esto.” Seth se movió un poco, presionando su mano sobre mi estómago, donde yo sentía el lazo, cerca de la cicatriz dentada. “No sabes cómo es. Sentir tu poder y el mío juntos, saber que solo se hará más fuerte. Es el éter, sí, pero también es akasha. Me canta como una sirena.” Mi respiración se detuvo y tragué fuerte mientras el lazo respondía a él.

Seth descansó su mentón encima de mi cabeza. “Incluso lo puedo sentir ahora… sé cómo usarlo. Juntos, haremos esto juntos.”

Abrí mis ojos. “Dioses, suenas… demente, Seth.”

Sus dedos se curvaron en mi suéter. “La locura de un hombre es la cordura de otro.”

“¿Qué? Eso ni siquiera tiene sentido.”

Se rio suavemente. “Vamos, está empezando.”

Solo así, Seth cambió. Tiró de mí hacia la puerta, donde permanecimos escondidos pero podíamos oír lo que estaba pasando. Su agarre en mi mano se perdió, pero yo sabía que no podría escapar; sabía que me detendría, dolorosamente si era necesario.

Los miembros del Concejo hablaban entre ellos y luego se callaron.

Lucian se deslizó hacia la parte frontal del estrado, juntando sus manos frente a él.

Un anciano y señorial Ministro habló primero, su voz ronca pero fuerte. “¿Ha habido evidencia adicional indicando más ataques de Daimons?”

“¿O es el elixir?” preguntó otro, sus manos cerrándose sobre las barras de titanio del estrado. “¿Estamos teniendo problemas aquí?”

Inmediatamente hubo un aluvión de preguntas desde la multitud y de los Ministros. Algunas caras eran de pánico. Los ataques Daimon habían ocurrido demasiado cerca de casa y la idea de que el elixir dejara de funcionar aterraba a aquellos que dejaban a los mestizos hacer todo por ellos.

Me tensé y la peor, absolutamente peor idea se aferró a mí. “¿Qué estás pensando?,” la voz de Seth fue baja, tranquila y en completo desacuerdo con lo que era capaz de hacer.

Marcus sospechaba de que los Daimons que atacaron al Concejo tuvieron ayuda y Seth había sugerido que Telly había arruinado el elixir para crear una distracción, pero mientras miraba a Lucian me pregunté cuanto sabía Seth realmente.

Lucian, el perfecto puro en su prístina túnica blanca, contemplaba a la multitud cercana al caos con una apretada casi sonrisa en su rostro. ¿Estaba Lucian detrás de todo esto? ¿Para crear caos? Porque recordaba una de mis lecciones de mitos y leyendas sobre como las sociedades que estaban al borde del desastre eran más fáciles de controlar, cambiar y manipular…. Y someter.

“¿Alex?”

Inhalando, sacudí mi cabeza.

“No convoqué esta sesión para discutir esas cosas,” comenzó Lucian. “Hoy es un día de descubrimientos, mis compañeros de Concejo. Nuestro mundo está al borde de un gran cambio, un cambio necesario, pero temido por algunos pocos. Hoy, esos que temen al cambio, esos que han trabajado en las sombras para detenerlo, serán desenmascarados y procesados.”

Mi aliento se detuvo. Telly. Pero, no lo veía por ninguna parte.

“¿De qué estás hablando, Lucian?” Preguntó un Ministro, su voz era clara pero tensa. “¿Qué miedo y cambio es tan grande que hemos sido llamados tempranamente, alejados de nuestras familias en vacaciones?”

Casi puse mis ojos en blanco ante la última parte.

Lucian permaneció erguido. Ahí fue cuando noté que al menos la mitad de los doce estaban sonriendo. Lo sabían, apoyaban a Lucian. Esto no era un buen augurio.

Pero los otros no tenían ni idea.

“Nos han enseñado a temer la posibilidad de dos Apollyons,” dijo Lucian. “Nos han enseñado a verlos como una amenaza contra nuestra subsistencia y la de los dioses, pero estoy aquí para decirles que, en lugar de temer, deberíamos alegrarnos. ¡Sí! Alegrarnos de que tendremos un Matadioses para protegernos en pocos días.”

“¿Protegernos contra qué?” murmuré. “¿Ministros desquiciados?”

“Shh,” Seth me fulminó con la mirada.

Mi mandíbula dolió por apretar tanto mis dientes.

“Pero primero, debemos lidiar con algo que es desagradable y a la vez…” Puso una mano sobre su pecho, “cercano a mi corazón, ¡Guardias!”

La puerta del otro lado se abrió y en una irónico giro del destino, los Guardias llevaron al Primer Ministro Telly al centro del estrado. No pude evitar recordar cuando Kelia Lothos, la mestiza que amaba a un puro, Hector, había sido llevada ante él medio desnuda y encadenada.

El karma era una perra.

Eso no hacía que lo que estaba pasando fuera correcto, sin embargo. Me carcomía no poder correr y advertir a todos sobre lo que pasaba, lo que podía sentir construyéndose bajo mi piel.

Hubo un jadeo colectivo desde la audiencia y la mitad del Concejo cuando Telly fue forzado a arrodillarse. Levantó la cabeza, pero sus vidriosos ojos no se fijaron en nada en particular.

“Este hombre ha confabulado contra las decisiones del Concejo y contra mi hijastra.” La voz de Lucian era dura mientras sus labios retrocedían. “Y tengo pruebas.”

“¿Qué evidencia tiene?,” habló Dawn, sus ojos alternando entre Lucian y el Primer Ministro.

El aliento de Seth bailó por la parte de atrás de mi cuello. Traté de alejarme pero él me trajo de vuelta. Mi temperamento, mis nervios… todo estaba demasiado tenso.

“Durante la sesión del Concejo de noviembre, mi hijastra fue injustamente señalada. Había sido llamada a asistir para dar testimonio de los infortunados eventos de Gatlingurg. Sin embargo, el Primer Ministro Telly probó tener viles motivos.”

Nadie en el Concejo parecía muy preocupado. No estaba segura de si debía sentirme triste o enojada sobre eso.

Lucian se volvió hacia Telly. Una verdadera sonrisa- una satisfecha- apareció en la cara de Lucian. “Mi hijastra fue víctima de severos ataques. Algunos de ustedes…” miró sobre su hombro al Concejo, “pueden considerar que esto no es relevante, pero no es solo una mestiza. Ella será el próximo Apollyon.”

“¿Qué ataques?” pregunto un anciano Ministro. El bastón que apretaba en su mano izquierda estaba igual de demacrado que su rostro.

“Fue puesta en una compulsión ilegal y abandonada en el frío para que muriera. Cuando eso falló, intentó coaccionar al Concejo de los doce para ponerla bajo el elixir y esclavizarla.” Anunció Lucian. “Cuando el Concejo no encontró razones para hacerlo, una pura fue compelida a darle el Brebaje.”

“Oh, Dioses” murmure, sintiendo arder mis mejillas.

“Alexandria era inconsciente de esto” continuó Lucian, ahora apelando a las mujeres del Concejo. “Sabemos que le tendieron la trampa para encontrarla en una… situación comprometedora con un puro.”

“Hijo de perra” susurré, el bastardo estaba jugando la carta familiar.

“No muy agradable” murmuró Seth.

Lo ignoré.

Dawn lucía pálida mientras miraba a Lucian. “Eso… Eso es repugnante.”

“Y eso no es todo.” Lucian se volvió hacia la audiencia, “cuando todo esto falló, el Primer Ministro Telly le ordenó a un Guardia puro que la matara después del ataque daimon. Si no hubiese sido por Aiden St. Delphi, quien usó la compulsión en dos puros, el Primer Ministro habría tenido éxito.”

Mi corazón se estrelló contra mis costillas. Mientras mi boca se abría, entendí lo que Lucian acababa de hacer: sacó el gato de la bolsa, haciéndolo sonar como si Aiden fuera una clase de héroe, a sabiendas de lo que significaba para Aiden.

Un Ministro le dio a Aiden una mirada asqueada. “Eso es una acto de traición contra nuestra especie y debemos lidiar con ello inmediatamente ¡Guardias!”

No, no, no.

Mucha gente se volvió hacia donde yo sabía que Aiden estaba de pie. Los Guardias avanzaron como si de pronto Aiden fuera la mayor amenaza. Rodearon a Aiden en segundos, sus dagas listas para ser usadas.

Aiden estaba remarcablemente quieto. No había ni un rastro de emoción en su rostro u ojos mientras los Guardias se acercaban a él.

No había manera de que yo dejara que esto sucediera. Di un paso adelante, pero Seth me detuvo “No lo hagas, Alex.”

“¿Cómo puedes? Ejecutarán a Aiden por esto.” El pánico puro sabía a metal en mi garganta. “Volvió a toda la sociedad en su contra con esas palabras.”

Seth no dijo nada.

“Esperen,” La voz de Lucian viajó por la sala deteniéndolos. “El puro no es nuestro problema en este momento. Los atentados del Primer Ministro en las Catskills fallaron numerosas veces, pero él no cesó en sus acciones. La buscó, dejando el Covenant de New York en estado de desorden para continuar amenazándola con la servidumbre.”

“¿Qué le pasó al Guardia que supuestamente la atacó?,” preguntó la Ministra que habló primero.

“Se lidió con él,” respondió Lucian cambiando de tema antes de que se hicieran más preguntas. “El Primer Ministro Telly actuó contra los deseos del Concejo y siguió tratando de someterla a la servidumbre. Incluso fue atacada aquí, apuñalada por un guardia mestizo al que le ordenaron hacerlo.”

“¿Y las pruebas?” preguntó el viejo Ministro “¿Dónde están las pruebas?”

Lucian se volvió hacia Telly. “La prueba está en sus propias palabras, ¿no es así, Primer Ministro?”

Telly levantó su cabeza “Es verdad. Fui contra lo que había votado la mayoría y ordené el asesinato de Alexandria Andros.”

Hubo unas pocas miradas atónitas. Sabía que no eran en mi beneficio, pero sobre todo porque Telly había admitido todo con demasiada facilidad. Ellos no sabían lo mismo que yo, que el cerebro de Telly estaba probablemente frito por una fuerte compulsión.

Una discusión broto de los Ministros por varios minutos. Algunos querían acusarlo inmediatamente -esos que habían sonreído antes-. Otros, aquellos que dudaba que supieran lo que Lucian estaba haciendo, no veían cómo lo que él me había hecho era un crimen. Había muy pocas leyes que protegieran a los mestizos.

“Aquí no habrá acusaciones,” la voz de Lucian silenció las discusiones. “El Primer Ministro Telly será sentenciado hoy.”

“¿Qué?” dijeron varios Ministros a la vez.

“Me ha llamado la atención que el Primer Ministro está involucrado en la Orden de Tánatos y varios oros miembros están planeando liberarlo,” hubo otra pausa. Lucian sabía cómo impactar y atemorizar. “No hay tiempo para nada más, la seguridad de Alexandria es lo más importante.”

Y ahora entendí el nerviosismo de Seth… todos los Guardias esta mañana. Lucian no podía permitirse que la Orden arruinara esto. Él atacaría primero. ¿Y mi seguridad? Esto no era sobre mi seguridad. Lucian estaba preocupado de que no me comportara antes de que saliera al estrado porque Seth no podía controlarme… aún.

“Esto no debía pasar, ¿cierto?”, susurré.

Seth no dijo nada.

Mi boca estaba seca. “Todos ustedes querían esperar hasta mi Despertar, pero están haciendo esto por la Orden.”

Porque ¿no apestaría para Lucian que la Orden llegara antes de mi Despertar y matara a uno de nosotros? Todos sus planes para nada.

Lucian se movió hacia donde nos escondíamos. “Este es un tiempo de cambio. Ese cambio empieza ahora.”

“Somos nosotros,” dijo Seth, su mano tirando de la mía. ”Y queridos dioses, por favor, compórtate.”

No tuve mucho tiempo para responder a eso, Seth comenzó a caminar y no tuve más opción que seguirlo hacia la sala de la sesión.

El silencio que cayó cuando salimos era tan espeso que me ahogó. Todos los ojos estaban en nosotros mientras hacíamos nuestro camino por las escaleras de mármol. Nos detuvimos a poca distancia de Lucian y Telly.

Todos comenzaron a hablar a la vez

El Concejo se incomodó más y más, y moviéndose con nerviosismo en sus sillas. Un murmullo recorrió a la multitud, creciendo mientras pasaban los segundos. Algunos se pararon, sus rostros mostraban consternación y terror. ‘No hay razón para temer a dos Apollyons’ mi feliz trasero. Ellos sabían. Algunos ahí en la audiencia reconocían el peligro.

Mi corazón intentaba salirse de mi pecho, e incluso cuando intenté detenerme a mí misma, busqué a Aiden. Él estaba totalmente quieto. No estaba segura de si respiraba. Nuestras miradas se encontraron y por un momento hubo alivio y luego ira mientras su mirada de acero caía donde Seth sostenía fuertemente mi mano. Luego se movió, dando un paso adelante. Marcus alzó un brazo para detenerlo. No estaba segura de si Aiden le haría algún caso, pero lo hizo.

Solté el aliento que no sabía que estaba conteniendo.

“¿Qué es esto?” gritó un ministro. Yo había dejado de ponerles atención.

Lucian solo sonrió. Odiaba esa sonrisa. “Es nuestro momento de recuperar lo que es nuestro por derecho: un mundo gobernado por nosotros sin responder a una secta de dioses que no se preocupan de si prosperamos o perecemos. Un mundo donde los mestizos no son esclavizados y están de pie a nuestro lado.” Varios susurros sobresaltados lo interrumpieron, no me imaginaba por qué. “Pero donde los mortales se arrodillen a nuestros pies como deberían. Somos dioses por derecho propio.”

Y ese fue justamente el motivo por el cual la mitad de la audiencia se puso de pie. Palabras como “blasfemia”, “traición” y “locura” fueron arrojadas. Algunos de los mestizos miraban a Lucian con curiosidad. Sus palabras tenían cierto atractivo para ellos, pero eran tontos si le creían.

Los Guardias de Lucian y algunos que reconocí del Covenant se movieron hacia las puertas traseras, bloqueándole a cualquiera el escape. Casi me reí. Creíamos que la Orden tenía infiltrados en lo profundo del Covenant, pero Lucian realmente se había superado. Era él quien se había infiltrado en el Covenant y en el Concejo.

“Es tiempo de una nueva era” La voz de Lucian resonaba por toda la corte. “Incluso el más bajo mestizo florecerá. Aquellos que lo hagan no caerán.”

Algunos miembros del Concejo retrocedieron. Cinco de ellos –los cinco que apoyaban a Lucian– y al menos dos docenas de Guardias… y Centinelas.

Vislumbré a Aiden y al extraño moverse cerca del estrado pero luego los perdí de vista. Concentrándome en lo que estaba pasando frente a mí, mientras sentía rabia y alarma asentarse.

“Seth,” dijo Lucian quedamente. “Este hombre ha intentado acabar con la vida de Alexandria varias veces. ¿Se le permite vivir?”

El ministro anciano se puso de pie, cojeando sobre el bastón. “¡Él no tiene opinión en este asunto! Apollyon o no, él no decide quien vive o muere. Si el Primer Ministro Telly ha atentado contra los deseos de los doce del Concejo, ¡entonces será juzgado por ése mismo Concejo!”

Él fue ignorado.

Miré a Seth. “No,” susurré. “No. No respondas esa pregunta.”

Y yo fui ignorada.

Seth alzó el mentón mientras las marcas del Apollyon surcaban su rostro, ondulándose y bajando por su cuello, bajo el cuello de su camisa. “No se le permite vivir.”

Los ojos de Lucian se llenaron de orgullo. “Entonces, es tuyo para que te encargues de él.”

El pánico agujereó mi pecho. Empuje lejos de Seth, poniendo todo mi peso en romper su agarre. Él solo me sostuvo más fuerte. Sabía lo que intentaba hacer.

“¡No!” grité, aun tratando de liberarme. “Telly es un idiota, pero nosotros no decidimos quien muere, Seth, eso no es lo que somos. No lo que el Apollyon es.”

“Chica tonta,” murmuró Lucian, solo para que nosotros lo oyéramos. “Eso no es lo que un Apollyon decide, pero sí es lo que un Matadioses decide.”

“No lo escuches,” supliqué y me sacudí mientras su marca quemaba contra la mía. “Tú no eres esto. Eres mejor que esto. Por favor.”

Seth me miró. Hubo un momento- breve pero lo hubo- en que la duda y confusión cruzaron su rostro. Seth no creía completamente que estaba haciendo lo correcto. La esperanza se apoderó de mí.

Agarré sus brazos. “Seth tu no quieres hacer esto, sé que no. Y sé que este no eres tú, es el Akasha, lo entiendo. Y es él. Está usándote.”

“Seth,” urgió Lucian. “Sabes lo que tienes que hacer. No me falles. No nos falles.”

“por favor” rogué, sosteniendo su mirada mientras quería saltar sobre la derrotada forma de Telly y romper el cuello de Lucian. “No nos hagas esto, a mí, a ti mismo. No te conviertas en un asesino.”

Los labios de Seth se curvaron hacia arriba y se volvió lejos de mí, enfrentando al Primer Ministro Telly. “Él no puede vivir. Ése es mi regalo para ti.”

El horror se robó mi respiración y me golpeó. Esa era la diferencia entre Aiden y Seth. No importa cuánto Aiden quisiera devolver el golpe o cuanto quisiera algo, él nunca me arriesgaría. Y maldita sea, Seth sí.

Lo hizo.

Su mano se apretó en torno a la mía. Mi cuerpo se contrajo bruscamente mientras él extraía Akasha directamente de mí. Me doblé sobre mí misma, captando solo un destello de luz ámbar envolviendo a Telly. La última vez que había visto a Seth usar Akasha, había sido azul, pero eso había sido antes de las cuatro marcas, antes de que él pudiera sacar el poder del quinto elemento de mí.

Gritos llenaron el aire, no de Telly, pero sí del Concejo y la audiencia. Telly no tuvo oportunidad de hacer un sonido. Una vez que Akasha lo golpeó cargado desde Seth de mí, él simplemente dejó de existir. Fue borrado.

Vidrio roto cayó de la cúpula sobre nosotros. Llovieron fragmentos de vidrio, cortando el aire sobre aquellos que no fueron suficientemente rápidos para quitarse de su camino. Tres formas aladas cayeron por la apertura rugiendo de rabia.

Las furias habían llegado.

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