</div> CAPÍTULO 29

Capítulo 28
Traducido por Leidy

Las furias estaban en pleno modo de ataque. Su piel era de color gris y lechoso. Serpientes salían de sus cabezas. Los dedos estaban extendidos en puntas filosas. Esas garras podrían traspasar huesos y tejidos con facilidad. 

Se dirigían hacia nosotros.

Sólo un par de segundos habían pasado desde el momento en que Seth había acusado y asesinado a Telly. Una furia se liberó de sus hermanas y cayó sobre el público, emitiendo gritos agudos.

Seth levantó el brazo. Akasha brotó de su mano, moviendo el aire a una velocidad increíble. Primero golpeó a la furia en el pecho mientras la luz ámbar desaparecía. La sorpresa hizo parpadear su monstruosa cara y luego su mandíbula se aflojó. La furia cayó, dando vueltas como un pájaro con las alas cortadas a través del aire. Aterrizó sin vida en un montón de gasa blanca, su piel gris y la carne inmóvil unos metros delante de nosotros.

Las dos furias restantes rondaban alrededor de la ventana rota. Su piel mortal se deslizó sobre los monstruos del interior, y el terror pellizcó sus hermosas facciones.

“No es posible”, una gritó, tirando de su pelo rubio hasta que las hebras colgaron de sus dedos con garras. “¡No puede ser!” 



“Pero así es,” la otra agarró el brazo de su hermana. “Ha matado a una de nosotras.”

Con mis piernas débiles, me enderecé y caminé vacilante. Las acciones de Seth me habían debilitado y ahora no era rival para una marmota, mucho menos para una de las furias en caso de que atacaran. Al darme cuenta de que Seth me había liberado, fui a un lado de la tarima. Iba a morir. Estaba segura de ello. Mis gritos se unirían a los del público… excepto que las furias no atacaron.

“Han iniciado una guerra contra los dioses,” una siseó. Sus alas cortaron a través del aire sin ruido. “No duden que ellos harán la guerra contra ustedes.”

La otra extendió sus musculosos brazos a lo ancho. “Los arriesgan a todos para atiborrarse con un poder que nunca fue suyo. ¡Qué camino… qué camino el que han elegido!”

Y luego se fueron.

El caos reinaba por debajo del estrado y en él. Telly no estaba. Allí solo había un montón de cenizas. La bilis subió por mi garganta cuando me di la vuelta hacia el punto donde se había arrodillado. Hacia la parte de atrás, oí ruidos de Guardias y Centinelas luchando después de que bloquearon las puertas. Un Guardia cerca de nosotros fue golpeado. Una de sus dagas golpeó el suelo. Me tambaleé por ella, envolviendo mis entumecidos dedos alrededor de la empuñadura. Tenia que detener a Lucian. Estaba halando los hilos de Seth.

Me di la vuelta y encontré a Lucian hablando con el Concejo, soltando más cosas locas que iban hacer que nos mataran a todos.

Seth estaba en frente de mí antes de que pudiera dar un paso hacia Lucian. Nuestros ojos se encontraron antes de que arrancara la daga de mi mano. La arrojó a un lado mientras avanzaba hacia mí. La frialdad se había deslizado sobre sus facciones. No reconocí la mirada en sus ojos. Brillaban con violencia, casi luminosos. Esa admiración estaba allí de nuevo… pero no era admiración.

Había confundido esa mirada. Era anhelo, codicia por más. Lo mismo que había visto hace tiempo en los ojos de un daimon.

Desarmada y débil, supe cuando retirarme. Mi columna golpeó la pared. Desesperada, busqué algo y encontré un candelabro de titanio. Lo agarré y se lo tire con ambos brazos.

Lo apartó rápidamente y lo echó a un lado.

“Siempre tirando cosas,” dijo, con voz gruesa y diferente. Ya no sonaba musical. “Qué traviesa y juguetona eres, Alex.”

Aspiré entrecortadamente. “Este… este no eres tú.”

“Soy yo.” Llegó hasta mí. “Y estos somos nosotros.”

La voz de Dawn lo distrajo. “¡Esto es traición!”, dijo. El terror invadió sus ojos amatista. Estaba temblando, abrazándose los codos. Otros ministros estaban detrás de ella con sus rostros pálidos. “Esto es traición a los dioses, Lucian. Lo que nos pides no puede ser aceptado.”

“¿Crees que no es necesario el cambio?,” preguntó Lucian.

“¡Sí!” Desplegó los brazos y los alzó frente de sí como si estuviera protegiéndose. “El cambio es necesario. Los mestizos necesitan más libertad y elección. No hay duda de eso. Tengo una media hermana que es mestiza. La quiero mucho y quiero una vida mejor para ella, pero este… este no es el camino.”

Lucian ladeó la cabeza hacia un lado mientras pasaba sus manos sobre su blanca túnica. “Y ¿qué pasa con los dioses, mi querida?”

Su respiración salió entrecortada cuando su columna se enderezó. “Son nuestros únicos amos.”

Todas mis pesadillas se hicieron realidad. La historia se repetía. Seth se hizo a un lado, enfrentando a los miembros del Concejo que no cedían a la voluntad de Lucian.

Lucian sonrió.

“¡No!” Mi voz sonó entrecortada mientras me deslizaba por la pared, lejos de Seth. “Seth, ¡no lo hagas!”

Pero Seth estaba en piloto automático. Me agarró la mano de nuevo. Marca contra marca. La presión me lleno y luego el lazo nació de nuevo, mandando akasha a través de la unión. No hubo forma de llegar a él una vez que se llenó de poder, no hubo compasión.

Seth sólo era la máquina de matar de Lucian.

Luz ámbar brillante estalló de su mano por segunda vez.

Los gritos se elevaron por encima del jaleo. Juré que pude escuchar a Lea por encima de todos ellos. Sabía que no podía ser verdad porque todo el mundo estaba gritando. Yo estaba gritando.

Seth me soltó, y caí de rodillas, el olor a tela quemada y carne… carne quemada me causó náuseas y asfixia. Donde una vez los siete habían estado de pie, sólo tres quedaban acurrucados mirando a Seth con horror. Uno gimió, agarrándose el brazo ennegrecido.

La Hermana de Lea, Dawn ya no estaba.

Lo había hecho, atacó al Concejo. Mis mejillas estaban húmedas. ¿Cuándo había comenzado a llorar? ¿Importaba? No lo sabía.

La hermana de Lea se había ido.

Tape mi boca con mis manos, ordenándome a recobrar el control. Había que hacer algo. Esto era malo –horrible- pero empeoraría una vez que Despertara. En medio del caos podría escapar. No podría romperme ahora. Luchando para ponerme en pie, contuve la respiración y corrí a las escalares mientras Seth me daba la espalda. Llegué a la mitad del camino y unos brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, levantándome. Calidez me rodeó inmediatamente, mi cuerpo, mi corazón me dijeron quien me había agarrado. Dulce alivio me inundó.

“Te tengo.” Aiden me puso de pie. Sus ojos buscaron los míos intensamente. “¿Puedes correr?”

Lo escuché como si estuviera a través de un túnel, y creo que asentí.

En cuestión de segundos, estábamos rodeados.

“Mierda.” Soltó mi mano, bloqueando mi cuerpo con el suyo. Tensión en espiral rodo a través de mi cuerpo.

Me hubiera gustado haber tenido la previsión de encontrar la daga perdida, porque entonces tendría al menos algo para protegerme de los Guardias de Lucian. No es que hubiera sido capaz de hacer mucho con ella. Estaba tomando todo de mí estar de pie y combatir el abrumador agotamiento que había venido cuando Seth tomó mi poder.

Entonces Aiden saltó. Girando alrededor, conectó su bota con la mandíbula del Guardia más próximo, y luego se agachó bajo el brazo extendido de otro golpeándolo con un feroz puño que lo hizo papilla. Sin perder el ritmo, cogió a otro con una patada en el pecho, tirando al Guardia varios metros hacia atrás.

Había pasado tanto tiempo desde que lo había visto luchar. Había olvidado lo elegante y rápido que era y me quedé asombrada. Ni un solo Guardia logró llegar más allá de él. Él los había acribillado con sólo sus manos y patadas.

Uno de ellos, sin embargo, se puso sigilosamente detrás de nosotros.

El Guardia me agarró por detrás y empezó a tirar de mí hacia la tarima, hacia Seth y Lucian. Con los brazos sujetados a mis lados, sólo fui capaz de golpear su pie con el mío. Él gruñó y aflojó su agarre, pero eso fue todo.

Aiden se volvió a verme. Nuestros ojos se encontraron por unos breves segundos, y luego su mirada cayó. Dejé que mis piernas se aflojaran. Aiden se movió tan rápido que el aire se agito a mí alrededor. Un segundo más tarde, el Guardia cayó al suelo, inconsciente.

“Bien”, dije con voz ronca cuando Aiden me puso de pie.

Su sonrisa era tensa mientras me agarraba la mano, y nos fuimos corriendo por el pasillo central. Mi tío y el desconocido estaban haciendo el trabajo con los guardias de la puerta. En el suelo, Luke cuidaba de Lea; la mecía adelante y atrás mientras mantenía un ojo en la batalla. Cuándo nos vio, se levantó y puso a Lea de pie. Estaba histérica. No creo que ella supiera siquiera lo que estaba pasando a su alrededor, ni siquiera cuando el desconocido de la cicatriz arrojó una daga y le pegó a un Guardia que estaba justo a su lado.

“¿Quién… quién es usted?”, le pregunté.

Se inclinó y sonrió. “La mayoría me llama Solos.”

“¿Solos de Nashville?”

Solos asintió, dio la vuelta y le dio un puñetazo a un Centinela que venía corriendo contra nosotros. El puño mando el hombre a sus pies. Fue bastante épico.

“¿Vamos a salir de aquí?” Luke preguntó. Sostuvo a Lea cerca de él, sus movimientos casi frenéticos. “Tenemos que salir de…”

El aire crujió. Hubo una luz que llenó toda la habitación. Cuando disminuyó, Apolo estaba en el medio del pasillo.

“Váyanse,” dijo. “Salgan de la isla ya mismo. Lo mantendré a raya, les daré tiempo.”

“¡Alex!” rugió Seth.

Escalofríos pasaron por mi espina dorsal.

“Pase lo que pase, no se detengan. No se queden a ayudar,” Apolo ordenó antes de darse la vuelta. “Vayan.”

“Vamos.” Aiden me tenía de nuevo. “Tenemos un coche esperando en la calle, en la playa.”

“¡Puedes correr, Alex!” la voz de Seth se alzó sobre el alboroto. “¡Corre todo lo que quieras! ¡Te encontraré!”

Aiden me arrastró hacia la parte delantera de las puertas. Miré hacia atrás, viendo a Seth de pie en el centro de la tarima, con el pecho agitado. El cuerpo de la furia yacía a sus pies como un retorcido trofeo.

“¡Deténgalos!” Lucian ordenó, moviéndose detrás de Seth. “No dejen que salga de aquí.”

Los Guardias delante de la tarima se volvieron y se congelaron. Luego se dispersaron como cucarachas.

Apolo se movió por el pasillo. “Sí, eso pensé.”

“¡Te encontraré! Estamos conectados. ¡Somos uno!” Seth todavía estaba gritando. Su mirada se posó en el dios. Se burló. “¿Quieres pelear conmigo ahora, en tu verdadera forma?”

“Voy a pelear contigo en cualquier forma, mocoso.”

Seth se rió. “No puedes matarme.”

“Pero puedo golpearte hasta que se te salgan los mocos.”

Eso fue todo lo que oí. Estábamos fuera de la Corte, a la luz del sol. Puros y mestizos salían detrás de nosotros. Seguimos corriendo. Luché para mantener el paso de Aiden, respirando con dificultad. Apenas podía sentir mis piernas. Tropezando más de una vez, Aiden me atrapó todas las veces, animándome. Entonces Marcus apareció a mi lado, y sin una palabra, me levantó en sus brazos.

Estaba indignada. Detestaba la idea de ser cargada, pero era más un estorbo de pie. Sólo entonces me di cuenta de que las runas todavía quemaban y latían en mi piel. Mi estómago comenzó a rodar violentamente.

“Voy a vomitar”, jadeé.

Marcus se detuvo de inmediato, poniéndome sobre mis pies. Quedé de rodillas en el intento de contener mi estomago para que no se vaciara afuera de una cafetería. Fue rápido y potente, terminó apenas empezó, dejando mi interior dolorido.

“¡Alex!” Aiden regresó a nosotros.

“Ella está bien.” Marcus me ayudó a ponerme de pie. “Ella está bien. Aiden, ve adelante. Asegúrate de que tu hermano este allí y lleva a esos niños a un lugar seguro.”

Aiden gruño. “No voy a dejar…”

“Estoy bien. Ve.”

Obviamente estaba reacio a hacerlo. Aiden se tomo unos segundos más antes de darse la vuelta e irse.

“¿Estás bien?” preguntó Marcus. “¿Alexandria?”

Asentí con la cabeza lentamente. Mis manos temblaban.

“Lo siento. Lo siento mucho.”

Los ojos de Marcus se suavizaron, posiblemente por primera vez desde que lo conocía. Dio un paso adelante, envolviendo sus brazos a mí alrededor. Fue un breve abrazo, pero firme y todo lo que debía haber sido. Y curiosamente, descubrí que era algo que había estado anhelando.

“Buenos dioses, muchacha,” dijo con voz ahogada, y me soltó. “¿Crees que puedas correr? No es muy lejos. Tenemos que volver a la casa de los St Delphi.”

Lágrimas desgarraban mi garganta mientras asentía con la cabeza. No era tan lejos, pero el pobre hombre moriría si me seguía cargando. Esperando que mi estómago no decidiera a saltar fuera de mí de nuevo, empecé a correr lo más rápido que pude.

La carrera casi me mata. Cuando finalmente llegamos a la arena, y estábamos corriendo al viento mis músculos gritaban y protestaban. Seguí adelante, casi llorando cuando vi a las dos Hummers negras… y a Aiden.

Se encontró con nosotros a mitad de camino, metiendo una botella de agua en mis manos mientras yo me detenía. “Bebe despacio.”

Bebí el agua mientras Aiden estrechaba mis hombros. Quería decirle que estaba bien, que yo no era por quién debería estar preocupado, pero nos estábamos moviendo de nuevo. Deacon estaba caminando sin para atrás del Hummer.

“¿Alguien me va a decir qué diablos está pasando?” Nos siguió más allá del primer coche. “Lea esta histérica. Luke no quiere hablar. ¿Qué demonios pasó?”

“¿Metieron las maletas en los coches?” preguntó Aiden, tomando la botella de mi mano antes de que olvidara la regla de beber despacio. “¿Todas, como dije?”

“Sí.” Deacon pasó las manos por sus rizos, con los ojos muy abiertos e intensos. “¿Qué pasó?”

Solos trotó hasta nosotros. “Va a tomar cerca de ocho horas llegar a donde debemos ir. Tenemos por lo menos la mitad de ese tiempo antes de que tengamos que parar por gas.”

“De acuerdo”, dijo Aiden. Me tomó del brazo en un apretón suave, sosteniendo la mayor parte de mi peso. No me había dado cuenta de que me había apoyado en el Hummer. Su mirada de preocupación cayó de nuevo en mí.

“¡Dime qué pasó!” Deacon gritó.

“Seth… Seth atacó el Concejo.” Hice una mueca ante las palabras.

Deacon me miró con incredulidad. “Oh mis dioses.”

Me liberé de Aiden y miré en el interior de la Hummer. Apiladas en la silla de atrás estaban unas maletas. Habían tenido todo planeado. Apartándome de la parte posterior del coche, busqué a Seth. ¿Cuánto tiempo podría mantenerlo a raya Apolo?

Ellos estaban terminando los planes, y yo no dejaba de mirar las maletas. Obviamente habían esperado atraparme en el Concejo de alguna manera, sin conocer el tipo de caos que iba a entrar en erupción. ¿Qué habrían arriesgado para sacarme de allí? Su vida y su integridad física, seguramente.

El viento se incrementó.

Aiden se dirigió de nuevo a mí con determinación y un solo propósito. “Tenemos que salir ahora.”

Solos llamó a Marcus. “¿Estas listo para esto?”

“Vamos a salir de aquí,” Marcus respondió, echándome un vistazo. “¿Puedes hacerlo?”

“Sí,” dije con voz ronca, y luego aclaré mi garganta.

“Esto es una locura.” Deacon abrió la puerta de atrás y empezó a subir. “Todo va muy mal…”

“¡No!” Aiden empujó a Deacon hacia el Hummer conducido por Solos. “Somos a los que van a apuntar. Ve con Marcus. Luke, quédate con él.”

Muy serio, Luke asintió y se llevó a una Lea aun sollozando con él. Quería ir con ella. Había perdido todo… y cada vez había tenido que ver conmigo. Primero mi madre había matado a sus padres, y ahora Seth había matado a su hermana. La culpabilidad se volvió nítida dentro de mí.

Deacon se detuvo. “No. Quiero…”

Aiden agarró a su hermano menor en un abrazo feroz. Susurraron algunas palabras, pero no pude oír nada debido al viento. Empuje el pelo de mi cara y me di la vuelta hacia la parte de la isla donde estaba el Covenant. Algo estaba sucediendo. Pude sentirlo. El aire se llenó de electricidad, levantando los diminutos pelos de mis brazos.

Deacon se liberó de su hermano y dio media vuelta. Había lágrimas en sus ojos. Temía por la vida de su hermano, y debería. Cuando Seth viniera por nosotros, y sé que lo haría, nada podría detenerlo. Seth vendría por Aiden y por mí, e incluso tan fuerte como era, Aiden no saldría victorioso de esa confrontación.

Mi corazón se hundió. No podía hacerles esto. “Aiden, no puedes venir conmigo. No puedes hacer esto.”

“No empieces,” Aiden gruñó cuando me agarró del brazo. “Entra en el…”

Relámpagos estallaron en el cielo, rayos por encima de nosotros y hacia abajo, golpeando frente a la costa del Covenant. A pesar de nuestra distancia desde el punto de impacto, el destello de luz me cegó.

Solos se detuvo, a medio camino detrás del asiento del conductor. “¿Qué…?”

El viento se detuvo. Fue innatural… igual que el silencio que descendió en la isla Deity. A continuación, una oleada de gaviotas se dio a la fuga, graznando en estado de pánico. Cientos y cientos de ellas sobrevolaron la zona, lejos de la isla.

“¿Qué está pasando?” susurró Lea. “¿Es él? ¿Viene?”

“No,” dije, sintiéndolo en mi interior. “No se trata de Seth.”

“Tenemos que irnos ahora.” Aiden empezó a tirar de mí hacia el lado del pasajero.

En un frenesí de actividad, todo el mundo saltó en sus respectivos coches. Detrás de nosotros, las personas se reunieron en los porches de sus hogares. Los Guardias se fueron dispersando a través de la playa. Todos miraban a través del tramo de mar que separa las dos islas.

Tenía un mal presentimiento sobre esto.

Aiden dio un portazo y encendió el Hummer. Agarró mi mano. “Todo va a estar bien.”

Famosas últimas palabras.

Una explosión nos sacudió los huesos y hubo un fuerte traqueteo del coche. Un chorro de agua se lanzó por el aire en el otro lado de la isla, más grande que el edificio más alto del Covenant, más grueso que dos de los dormitorios. La pared de agua se quedo quieta, recordándome cómo Seth había jugado con el agua de la piscina.

Esto no iba a ser bueno.

Otra corriente estalló en el cielo y luego otra… y otro hasta más de una docena de las paredes de agua salpicaban el paisaje. Poder recorrió el aire, deslizándose sobre mi piel, enroscándose alrededor del lazo dentro de mí.

Y en el centro de cada una de las corrientes, pude distinguir la forma de un hombre.

“Oh, mierda”, susurré.

Aiden pisó el acelerador y el Hummer se tambaleó hacia delante. “Poseidón.”

Me di la vuelta en el asiento, mirando el mar desde la ventana de atrás. Más allá de los edificios formidables del Covenant, las paredes empezaron a girar en forma de embudos. La sombra de un tridente gigante cayó sobre el Covenant y las puntas afiladas tocaron la isla principal, causando la muerte de todos los que quedaban. Poseidón, el dios del mar, el gran agitador de la tierra estaba muy enojado.

“Aiden…”

“Date la vuelta, Alex.”

Mis manos se cerraron detrás del asiento. Los embudos formaban tornados gigantes sobre el agua.

“¡Van a destruir todo! Tenemos que hacer algo.”

“No hay nada que podamos hacer.” Con una mano, Aiden me agarró del brazo a medida que llegaba al final del puente a la isla Bald Head.

“Alex, por favor.”

No podía girarme. Por la manera en que los ciclones se movían, no parecía que Poseidón perdonaría la isla mortal, pero cuando el primer embudo alcanzó el Covenant, mi pecho se hinchó.

“¡No pueden hacer esto! ¡Esas personas son inocentes!”

Aiden no respondió.

El agua se estrelló a través de las estructuras. Mármol y madera volaron en el aire. Los gritos de las personas de la isla principal se quedaron metidos profundamente en mi alma, donde el sonido permanecería por una eternidad.

Volamos a través de las calles de Bald Head, evitando por poco el asombro de los peatones que miraban la explosión monstruosa de la naturaleza. Y cuando llegamos al puente que conducía a la parte continental, vi el gran muro de agua retirarse. Ningún edificio quedó en pie en la isla Deity. No había nada. Toda ella se había ido. El Covenant, los edificios, las estatuas, puros y mestizos… todo había sido borrado en el océano.

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