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CAPÍTULO 3
Capítulo 2 

No volví a clases. En cambio, fui a mi dormitorio y me senté en mi cama, la carta descansando frente a mí como una serpiente lista para liberar su veneno. Estaba descolocada por haberme enterado de que mi padre todavía estaba vivo y… me sentía tan estúpida por no haberlo averiguado yo solita. La carta de Laadan no decía eso. Obviamente, entendía por qué había soltado la bomba en una corta nota. ¿Cómo más podría el Concejo haberlo puesto bajo su control? Y lo había visto pelear. Era como un ninja con esos candelabros.


Mi padre era un mestizo. Diablos, probablemente había sido un Centinela, lo que explicaba cómo mi mamá lo había conocido antes de conocer a Lucian.


Un mestizo.


¿Qué diablos era yo, entonces?


La respuesta parecía muy simple. Me recosté de espaldas, mirando fijamente el techo sin verlo. Dioses, quería hablar de esto con Caleb, porque todo esto no podía ser cierto.


Si un pura-sangre tenía hijos con otro puro tenían lindos bebitos. Un mestizo que se enrollaba con otro mortal creaba un siempre útil mestizo. Pero una relación entre pura-sangre y un mestizo –algo que estaba tan prohibido, que era tan tabú que no podía imaginar una situación en la que un niño hubiera estado involucrado- creaba… ¿qué?


Me senté bruscamente, mi corazón palpitando. La primera vez que Aiden había estado en mi dormitorio y lo había mirado –bueno, me lo había comido con los ojos, pero como sea-, me había preguntado por qué las relaciones entre puros y mestizos habían estado prohibidas por eones. No era que temieran tener Cíclopes, pero sí algo parecido.


Un pura-sangre y un mestizo creaban un Apollyon.


“Mierda”, susurré, mirando la carta.


Pero tenía que haber más que eso. Típicamente un Apollyon nacía cada generación, con la excepción de Solaris y de su Primero, y de mí y Seth, lo que significaría que un puro y un mestizo sólo habían tenido un niño un par de veces desde el tiempo en que los dioses habían habitado la tierra. Tenían que haber habido más ocasiones. ¿O habrán matado a esos bebes? ¿Por qué Seth y yo nos habíamos visto afectados? Obviamente sabían lo que era mi papá ya que lo habían encerrado por quien sabe qué razón. Mi corazón se encogió, al igual que mis puños. Empujé la ira a lo más hondo de mí para usarla más tarde. Le había prometido a Aiden que no haría nada temerario, y la ira siempre me llevaba a hacer cosas idiotas.

Un estremecimiento me recorrió la espina dorsal. Hubo un sonido en mi puerta, uno que se parecía mucho al seguro siendo descorrido. Miré la letra mordiéndome el labio inferior. Luego miré el reloj que estaba junto a la cama. Iba muy, muy tarde para el entrenamiento con Seth.


La puerta se abrió y se cerró. Cogí la carta, cerrándola con rapidez. Supe el momento en que apareció en el umbral sin necesidad de alzar la mirada. Me hice más consciente de mí misma y el aire se llenó de electricidad.


“¿Qué pasó hoy?”, preguntó con sencillez.


Había muy poco que podía ocultarle a Seth. Seguramente sintió mis emociones desde el momento en que leí la carta y todo lo que había sentido mientras estaba con Aiden. No sabía exactamente qué estaba causándolos –gracias a los dioses- pero Seth no era estúpido. Estaba un poco sorprendida de que hubiera esperado todo este tiempo para encontrarme.


Levanté la mirada. Parecía una de esas estatuas de mármol que adornaban todos los edificios de por aquí, a excepción de que su piel tenía un color oro único –una perfección de otro mundo. A veces parecía frío, imperturbable. Especialmente cuando el cabello que llegaba hasta su cuello estaba recogido, pero ahora mismo caía libre, suavizando las líneas de su rostro. Sus labios llenos estaban usualmente curvados en una sonrisa presuntuosa, pero ahora estaban presionados en una línea tensa.


Aiden había sugerido que guardara para mí misma la carta y su contenido. Laadan había roto dios sabe cuántas reglas al decirme lo de mi padre, pero yo confiaba en Seth. Estábamos, después de todo, destinados a estar juntos. Hace un par de meses me hubiera reído si alguien me hubiera dicho que estaríamos haciendo que sea que estábamos haciendo. Había habido entre nosotros un disgusto mutuo desde que nos conocimos por primera vez, y todavía teníamos unos cuantos de esos momentos épicos. No hace mucho había amenazarlo con clavarle un puñal en el ojo, y lo decía en serio.


Silenciosamente, le di la carta.


Seth la tomó, desdoblándola rápidamente con largos y ágiles dedos. Doblé mis piernas, observándolo. No había nada en su expresión que delatara lo que estaba pensando. Luego de lo que se sintió como una eternidad, me miró. “Oh, dioses”.


No era exactamente la respuesta que había imaginado.


“Vas a hacer algo increíblemente estúpido en respuesta a esto.”


Levanté mis manos. “Jesús, ¿acaso todo el mundo piensa que voy a cargar contra las Catskills?”


Seth alzó sus cejas.


“Como sea”, gruñí. “No voy a atacar el Covenant. Tengo que hacer algo, pero no será… temerario. ¿Contento? De todas formas, ¿te acuerdas del mestizo que pasamos cuando estábamos viendo el Concejo el primer día?”


“Sí. Lo estabas acosando con la mirada”.


“Ése es él. Lo sé. Por eso es que me parecía tan familiar. Sus ojos”. Me mordí el labio, desviando la mirada. “Mi mamá siempre hablaba de sus ojos”.


Se sentó a mi lado. “¿Qué vas a hacer?”


“Voy a enviarle una carta a Laadan, una carta para mi padre. Luego de eso, no lo sé.” Lo miré. Mechones gruesos enmarcaban su rostro. “Sabes lo que esto significa, ¿verdad? Que es un mestizo. Y esto…” Hice un gesto hacia nosotros. “Somos la razón por la que las relaciones del tipo divertido entre mestizos y puros están prohibidas. Los dioses saben qué pasará si un puro y un mestizo se enrollan.”


“Probablemente sea más que eso. A los dioses les gusta la idea de subyugar a los mestizos. ¿Qué crees que les hacían a los mortales en sus mejores épocas? Los dioses subyugaron a los mortales hasta que se pasaron de la raya. Todavía tratan a los mestizos como basura que sólo merece ser pisada.”


Dioses, ¿Seth era un odia-dioses o qué? Miré mi palma derecha, a la débil runa  que sólo Seth y yo podíamos ver. “Era él, mi padre, en las escaleras. No puedo explicarlo, pero lo sé.”


Seth alzo la mirada en ese momentos, sus ojos eran una extraña sombra amarilla. “¿Quién sabe esto?”


Negué con la cabeza. “El Concejo debe saberlo. Laadan lo sabe porque era amiga de mi… de mis padres. No me sorprendería que Lucian y Marcus lo supieran también.” Fruncí el ceño. “¿Recuerdas cuando escuchamos a Marcus y a Telly a escondidas?”


“Recuerdo haberte dejado caer.”


“Sí, lo hiciste porque estabas mirando a Boobs[1]”.


Abrió ojos como platos y soltó una carcajada sorprendida. “¿Boobs? ¿Qué?”


“Tú sabes… esa chica que estaba encima de ti todo el tiempo en las Catskills.” Cuando sus cejas se alzaron, puse mis ojos en blanco. Claro, Seth tedría problemas recordando cuálchica. “Me refiero a la que tenía, bueno, senos grandes.”


Su mirada se perdió en la distancia un momento y luego volvió a reírse. “Oh, sí. Esa… espera un segundo. ¿Le pusiste Boobs?”


“Sí, y apuesto que tú ni siquiera recuerdas su nombre.”


“Ah…”


“Me alegro de que nos estemos entendiendo. De todas formas, ¿te acuerdas de que Telly dijo que ya tenían a uno ahí? ¿Crees que estaba hablando de mi padre y de mí?” Si Marcus y Lucian lo sabían quería golpear sus cabezas, pero confrontarlos pondría a Laadan en peligro.

Seth bajó su mirada a la carta. “Eso tendría sentido. Especialmente considerando cuánto Telly quería que fueras puesta en esclavitud”.


El ministro Telly era el líder del Ministro de todos los Concejos y lo había intentado todo para echarme. Mi testimonio acerca de los eventos en Gatlinburg había sido un ardid para que el Concejo entero pudiera votar en mi contra. Y yo de verdad creía que Telly estaba detrás de la compulsión que habían usado en la noche en que casi me convertí en una paleta humana. Si Leon no me hubiera encontrado me hubiera congelado hasta la muerte. Luego había estado la noche en que me había dado el equivalente a un porro olímpico para atraparme en una posición comprometedora con un puro. Habría funcionado si no hubiese sido por Seth y Aiden.


Mis mejillas ardieron cuando recordé esa noche. Había más o menos molestado a Seth –aunque no era como si él se hubiera quejado. Seth sabía que yo estaba bajo la influencia del brebaje y había intentado controlarse, pero el lazo entre nosotros le había trasmitido mi lujuria. Habría perdido mi virginidad si no hubiera terminado vomitando mis buñuelos. Sé que eso molestaba a Seth. Se sentía culpable por haber cedido. Y el puño de Aiden le había dejado una marca en el ojo luego de que me descubrió en el piso del baño… usando su ropa. Aiden no podía entender cómo lo había perdonado y a veces yo tampoco. Quizás era por el lazo, porque lo que nos unía era muy fuerte. Quizás era algo más.


Y luego estaba el Guardia pura-sangre que había intentado matarme diciendo que necesitaba ‘proteger a los suyos’. Sospechaba que el Ministro Telly estaba detrás de eso también.


“¿Quién más sabe esto?”. Seth me sacó de mis cavilaciones.


“Laadan le pidió a Aiden que me diera la carta, pero Leon no hizo. Leon dice que no la leyó, y yo le creo. Estaba sellada. Mira.” Señalé el sello roto. “Aiden tampoco sabía qué decía”.

La mandíbula de Seth se relajó. “¿Fuiste con Aiden?”


Sabía que necesitaba proceder con cuidado. Seth y yo no estábamos juntos ni nada, pero también sabía que él no estaba tonteando con nadie ahora mismo. Los destellos de lujuria que había sentido desde que volvimos de las Catskills sólo habían ocurrido mientras estaba conmigo, sobre todo durante nuestras sesiones mano-a-mano. Seth era ante todo un chico. Pasaba… mucho.


“Pensé que él lo sabría, teniendo en cuenta que Laadan le confió la carta, pero no era así”, dije finalmente.


“¿Pero tú se lo dijiste?”


No había ningún punto en mentir. “Sí. Sabía que yo estaba alterada. Obviamente es de confianza. No va a decir nada”.


Seth se quedó callado un breve momento.


“¿Por qué no me buscaste a mí?”


Oh, no. Me concentré en el piso, luego en mis manos y finalmente en la pared. “No sabía dónde estabas. Y Leon me dijo dónde estaba Aiden.”


“¿Intentaste siquiera encontrarme? Es una isla. No habría sido demasiado complicado.” Puso la carta en la cama, y por el rabillo del ojo vi sus pies apuntando hacia mí.


Me mordí el labio. No le debía nada, ¿o sí? De todas formas, no quería herir sus sentimientos. Seth quizás actuaba como si no tuviera ninguno, pero yo lo sabía. “No estaba pensando. No es la gran cosa.”


“Okay”. Se acercó y su tibia respiración me calentó la mejilla. “Sentí tus emociones esta tarde.”

Tragué saliva. “¿Entonces por qué no viniste a buscarme?”


“Estaba ocupado”.


“¿Entonces cuál es el problema con que no te haya buscado? Estabas ocupado. ”


Seth quitó el cabello de mi nuca, poniéndolo sobre un hombro. Mis músculos se congelaron. “¿Por qué estabas tan enfadada?”


Giré mi cabeza. Nuestras miradas se encontraron. “Sólo me enteré de que mi padre está vivo, y de que es un sirviente. Eso es un poco emotivo”.


Sus ojos se oscurecieron a un ámbar cálido. “Ése es un buen punto”.


No había mucho espacio entre nuestros labios. Un repentino nerviosismo se apoderó de mí. Seth y yo no nos habíamos besado desde el día en el laberinto. Creo que mi gripa lo tenía asqueado, y no era como si yo lo hubiera presionado pero no había estornudado desde la mañana. “¿Sabes qué?”


Sonrió ligeramente. “¿Qué?”


“No pareces muy sorprendido de lo de mi padre. No lo sabías, ¿verdad?” Contuve la respiración porque si sí lo sabía, ni siquiera sabría qué hacer. Pero no sería algo lindo.


“¿Por qué pensarías eso, siquiera?”, sus ojos se entrecerraron. “¿No confías en mí?”


“No. Lo hago”. Y realmente lo hacía… la mayor parte del tiempo. “Pero no estabas nada sorprendido.”


Seth suspiró. “Ya nada me sorprende”.


Pensé en otra cosa. ¿Sabes cuál de tus padres era un mestizo?”


“Supongo que tuvo que ser mi padre. Mi mamá era una pura-sangre hasta la médula”.


No lo sabía. Pero de nuevo, sabía muy poco de Seth. Seguro, le gustaba hablar de sí mismo, pero a un nivel superficial. Y luego estaba el mayor misterio de todos. “¿Cuál es tu apellido?”


“Alex, Alex, Alex”, me reprendió  poniéndose de rodillas.


Apreté mis manos, reconociendo el borde calculador de su mirada. El definitivamente estaba tras de algo. “¿Qué?”


“Quiero intentar algo.”


Ya que estábamos en mi cama y Seth era un pervertido la mayor parte del tiempo, mi nivel de sospechas estaba bastante alto. Se notaba en mi voz. “¿Qué?”


Me empujó hasta que estuve acostada. Se cernió sobre mí, una pequeña curvaba sus labios. “Dame tu mano izquierda.”


“¿Por qué?”


“¿Por qué diablos eres tan preguntona?”


Arqueé una ceja. “¿Por qué siempre invades mi espacio personal?”


“Porque me gusta”. Le dio unas palmaditas a mi estómago. “Y muy en el fondo te gusta cuando lo hago”.


Presioné mis labios. Estaba bastante segura de que al lazo entre nosotros le gustaba. Podía sentirlo ahora mismo. Prácticamente ronroneaba. Si me gustaba a mí o no era algo que todavía estaba intentando averiguar.


“Dame tu mano izquierda”, me ordenó de nuevo. “Vamos a trabajar en tu técnica de bloqueo.”

“Y tenemos que sostenernos las manos para hacerlo?” En mi cama, quería añadir.


“Alex”.


Suspirando ruidosamente, le di mi mano. “¿Ahora vamos a cantar?”


“Ya quisieras”. Se sentó a horcajadas, encerrando mis piernas. “Tengo una maravillosa voz para cantar”.


“¿Tenemos que hacer esto ya? Realmente no tengo ganas después de todo lo que ha pasado.” Practicar técnicas de bloqueo mentales requería concentración y determinación, dos cosas que realmente no tenía ahora mismo. Bueno, para ser honesta, la concentración era algo que no tenía la mayoría de los días.


“Ahora es el mejor momento. Tus emociones están por todas partes. Necesitas aprender a controlarlas.” Seth agarró mi otra mano, enlazando sus dedos con los míos. Se inclinó tanto que las puntas de su cabello acariciaban mis mejillas. “Cierra tus ojos. Imagínate la muralla.”


Cerrar mis ojos era algo que no quería hacer con Seth encima de mí. El lazo entre nosotros se estaba haciendo más fuerte cada día. Podía sentirlo moviéndose en mi pecho, zumbando hacia la superficie. Los dedos de mis pies se curvaron dentro de mis medias esponjosas. El mismo sentimiento que había tenido el día que había explotado la roca me inundó. Quería tocarlo. O el lazo quería que lo tocara.


Seth inclinó su cabeza hacia un lado. “Sé lo que estás sintiendo ahora mismo. Lo apruebo totalmente.”


Mis mejillas ardían.


“Dioses, te odio.”


Él se rio. “Imagínate la muralla. Es sólida, no puede ser penetrada”.


Me imaginé la muralla de ladrillo. En mi mente, era rosa neón. Con brillantitos. Se los puse porque me daban algo en lo que concentrarme. Seth había dicho que la técnica podía funcionar contra la compulsión si era realizada correctamente, pero que cuando estaba lidiando con emociones la muralla era construida a través del estómago y sobre el corazón. El muro se formó primero en mi mente y luego lo desplacé hacia abajo dándome una especie de armadura.


“Puedo sentirlo”, dijo Seth, moviéndose inquietamente sobre mí.


Esto realmente debía apestar para él, me mi cuenta. Él sabía que estaba todavía obsesionada con Aiden, molesta por lo de mi padre y confundida por él. Y la única cosa que yo captaba de él era cuando se sentía cachondo.


El maldito lazo  -mi conexión con Seth- empezó a zumbar, demandándome que pusiera atención. Era como una mascota molesta… o como Seth. Me preguntaba si podría usar el lazo para bloquear mis emociones. Abrí los ojos y empecé a preguntar pero luego cerré la boca.


Seth tenía los ojos cerrados y parecía estar muy concentrado en algo. Sus párpados revoloteaban de vez en cuando, sus labios en una tensa línea. Luego las marcas florecieron en su piel moviéndose tan rápido que los glifos eran nada más que una mancha borrosa que bajaba por su cuello bajo su camisa.


Mi corazón dio un salto. También el  cordel saltó. Intenté liberar mi mano antes de que esas marcas alcanzaran mi piel. “Seth”


Sus ojos se abrieron y miraron abajo. Las marcas brillaban en su piel. Un estallido de luz ámbar radió de su antebrazo. Luchando por alejarme de ese maldito cordel, sólo logré que presionara mis manos juntas.


El pánico se desató dentro de mí. “¡Seth!”


“Está bien”, dijo.


Pero no lo estaba. No quería que el lazo hiciera lo que sabía que iba a hacer. Y estaba ocurriendo. El cordel dorado  se amarró alrededor de nuestras manos, chasqueando y brillando por mi brazo. Me eché hacia atrás tratando de alejarme pero Seth me sostuvo, sus ojos enlazados con los míos.


“El cordel es el poder más puro. Akasha”, dijo. El Akasha era el quinto y final elemento, y solo podía ser anejado por los dioses y el Apollyon. El matiz de los ojos de Seth se volvió luminoso. Casi parecían dementes. “Espera”.


No me estaba dejando ninguna elección. Mi mirada fue a nuestras manos. Pulsando, el cordel se apretó y brilló de un ámbar brillante. Un cordel azul salió del dorado dejando caer gotas de luz incandescente a la colcha. Vagamente, deseé que no se prendiera en fuego. Eso sería difícil de explicar.


El cordel azul se movía dentro y afuera, aleteando. Me di cuenta de que era mío y de que era más débil que el ámbar. Luego el azul saltó y pulsó. Mi mano izquierda empezó a arder mientras la piel me picaba. Reconociendo la sensación, entré en pánico.


Me retorcí tratando de alejarme. No quería otra runa, y no habíamos sostenido nuestras manos juntas tanto tiempo la última vez. Algo era diferente sobre esta. “Seth, esto no se siente…” Mi cuerpo se sacudió, cortando mis propias palabras.


El cuerpo de Seth se tensó. “Dioses…”


Y luego lo sentí, akasha, pasando por los cordeles, dejándome y entrando en Seth. Era como una marca de daimon, pero no dolorosa. No… esta era agradable, embriagadora.  Dejé de luchar, dejando que el glorioso tirón me arrastrara. No pensé en nada. No había preocupaciones o miedos. El dolor en mi mano se desvaneció, dejando solo un resquemor que se estaba expandiendo a todas partes. Sólo existía esto… y Seth. Mis ojos se cerraron y un suspiró se me escapó. ¿Por qué había temido tanto esto?


Hubo un flash de luz que pude ver aunque mis ojos estaban cerrados. Seth dejó caer mi mano y cayó sin fuerzas a mi lado. La cama seguía hundida a mis lados, donde había puesto sus manos.  Sentí su respiración en mi mejilla y se sentía como el tibio aire salado que sale del océano.


“¿Alex?”


“¿Hmm?”


“¿Estás bien?”. Puso sus labios en mi mejilla.


Sonreí.


Seth se rio traviesamente, y luego su boca estaba yendo a la mía, y me abrí para él. Las puntas de su cabello me hacían cosquillas mientras el beso de profundizaba. Sus dedos bajaron el frente de mi blusa y luego se deslizaron por la piel desnuda de mi vientre. Envolví mi pierna alrededor de la suya y nos estábamos moviendo juntos en la cama. Sus labios estaban bailando por toda mi piel ruborizada mientras sus manos bajaban, sus dedos encontrando el botón de mis jeans.


Un segundo después, hubo un golpe en la puerta y una voz de trueno. “¿Alexandria?”


Seth se quedó inmóvil sobre mí, jadeando.


“Tiene que ser una maldita broma”.


Leon volvió a golpear. “Alexandria, sé que estás ahí”.


Mareada, parpadee varias veces. Lentamente la habitación comenzó a enfocarse, justo como la expresión contrariada de Seth.  Casi me rio, pero me sentía… desconectada.


“Será mejor que le respondas, ángel, antes de que entre.”


Lo intenté, pero no pude. Tomé aire. “Sí”. Me aclaré la garganta. “Sí, estoy aquí”.


Hubo una pausa. “Lucian requiere tu presencia inmediatamente.” Otro silencio siguió. “También quiere verte a ti, Seth”.


Seth frunció el ceño mientras el brillo de sus ojos se desvanecía. “¿Cómo diablos sabe que estoy aquí?”


“Leon… sólo lo sabe.” Lo empujé débilmente. “Quítate”.


“Estaba intentándolo”. Seth se giró, sus manos recorrieron su rostro.


Le hice una mueca y me puse en pie. Una ola de mareo me recorrió. Mi mirada se movió de Seth a mi mano cerrada. Lentamente, la abrí. Brillando en azul iridiscente estaba un glifo con forma de corchete. Ambas manos estaban marcadas.


Él se recostó en mi hombro. “Hey, tienes otras”.


Intenté pegarle y fallé por mucho. “Hiciste eso a propósito”.


Seth se encogió de hombros mientras se enderezaba la camisa. “No te importó, ¿verdad?”


“Ése no es el punto, cretino. No debería tenerlas.”


Levantó la mirada, sus cejas arqueadas.


“Mira, no lo hice a propósito. No tengo idea de cómo o por qué pasa. Quizás está pasando porque se supone que así debe ser”.


“Los están esperando”, Leon gritó desde el pasillo. “El tiempo es esencial”.


Seth puso los ojos en blanco. “¿No pudieron haber esperado otros treinta o sesenta minutos?”

“No sé qué crees que lograríamos con ese tiempo extra”.


Todavía algo mareada, me tambaleé cuando me puse en pie y miré mi camisa desabotonada y a mi brasier. ¿Y eso cómo pasó?


Seth me dio una sonrisa diabólica.


Me peleé con los botones, poniéndome de mil colores. Mi ira hacia Seth humeaba dentro de mí, pero estaba demasiado cansada para meterme en un encontronazo verbal. Y además estaba Lucian. ¿Qué diablos quería?


“Te pasaste uno”, Seth se giró y tomó el botón sobre mi ombligo.  “Y deja de ruborizarte. Todo el mundo va a pensar que no estábamos entrenando.”


“¿Lo estábamos?”


Su sonrisa se agrandó y quise golpearlo, pero usé el tiempo en peinarme el cabello y alisar las arrugas de mi camiseta. Para cuando nos reunimos con Leon en el hall, sentía que ambos nos veíamos bastante decentes.


Leon me miró como si supiera exactamente qué estábamos haciendo en el dormitorio. “Qué amable de su parte unírseme”.


Seth metió sus manos en sus bolsillos.


“Nos tomamos el entrenamiento muy en serio. A veces nos metemos tanto en él que nos toma unos minutos calmarnos.”


Mi boca se abrió. Ahora sí que quería golpearlo.


Leon miró mal a Seth y luego se giró rígidamente, gesticulando para que lo siguiéramos. Fui detrás de los dos preguntándome porqué a Leon le importaría lo que hacía en mi cuarto. Todo el mundo quería que abrazáramos nuestra naturaleza Apollyon. Luego pensé en Aiden y mi corazón se paralizó.


Bueno, probablemente notodo el mundo.


Un sentimiento extraño y sinuoso se apoderó de mi estómago. ¿Qué acababa de pasar ahí? Habíamos pasado de estar hablando a besándonos cuando nada similar había ocurrido desde las Catskills. Miré mis manos.


El cordel súper especial sí había existido.


Me sentí algo enferma cuando alcé la mirada y vi a Seth pavonearse por el hall. Con las mejillas ruborizadas, parecía como si apenas pudiera contener la energía que pasaba a través de él. La confusión se asentó. Toda la transferencia de energía se había sentido de hecho muy bien, y también lo que había seguido, pero el rostro de Aiden me atormentaba.


Seth me miró por encima del hombro mientras Leon abría la puerta. La oscuridad acababa de empezar a asentarse pero la sombra que había en su rostro no era producto de la noche.


Traté de construir el muro a mi alrededor.


Y fallé.

[1]Es una broma privada. Boobs es una palabra informal para senos, y así es como Alex se refiere a la chica que coqueteaba con Seth en el Covenant de NY.

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