</div> CAPÍTULO 32

Capítulo 31

Traducido por Blair

Sí me regañaron… demasiado. Y me lo merecía. Aiden estaba pasándola muy mal cuando se trataba de mí últimamente. Entendía por qué -mis motivos-, pero estaba en desacuerdo conmigo. Pero había sabido lo que estaba haciendo, y todavía tenía sentido. No quería morir, pero no quería ver a nadie herido cuando entregándome podría detener todo esto.

Hacia la segunda mitad del viaje, mientras los neumáticos devoraban los kilómetros, él tomó mi mano y se aferró a ella. No me había perdonado, pero ya no quería sacudirme más. Esa era una mejora. Todavía no estaba segura de si el tiro de Artemis a la cabeza de Hades había sido un buen movimiento o no para el momento en que llegamos a Athens. 


Altos pinos y montículos de nieve nos recibieron cuando llegamos a la casa de campo situada en el borde del bosque nacional. Sin Marcus y el elemento aire, no habría habido forma de que nos hubiéramos movido sobre la carretera. Aun así, le llevó más de una hora despejar la carretera.
La casa de campo era magnífica, hecha de troncos y rodeada por un porche. Si no hubiera estado tan agotada, habría apreciado su belleza mucho más.
“¿Sabías que Athens es uno de los lugares más embrujados de Ohio?,” dijo Solos mientras abría la puerta.
“Ella no cree en fantasmas.” Contestó Aiden mientras cargaba las maletas al hombro, sus mejillas enrojecidas por el frío. Apenas pude advertirlo. Todo lo que quería era una cama para dormir el resto del día.
“¿En serio?,” Solos sonrió. “Tendremos que llevarte al antiguo asilo para lunáticos de Athens y ver si eso cambia tu opinión.”
“Suena bien,” murmuré, mirando a Luke y a Deacon acompañar a Lea al interior. “¿Cómo vamos a estar a salvo aquí? ¿Qué le impide a cualquier dios venir y bombardearnos desde la alfombra [de la entrada]?”
Solos frunció las cejas.
“Estamos a salvo aquí.”
“¿Cómo es eso?”
“Mira ahí arriba.” Aiden cambió las bolsas y señaló por encima de la puerta principal. Tallada en la madera estaba la misma runa con forma de S que había en mi cuello. “Apolo dijo que ningún dios que signifique una amenaza en contra de las personas que habiten en esta casa puede pasar a través de ella.”
“La runa de la invencibilidad.” Me froté la nuca distraídamente mientras pasaba por encima del umbral. “No sabía que se podía colocarle una runa a una casa. Es bastante útil.”
El interior era igual de hermoso. Amplias ventanas que dejaban entrar el último rayo de la puesta de sol y pisos de madera pulidos hasta tal punto que brillaban. De alguna manera me recordaba a la cabaña en Gatlinburg. Me estremecí.
“¿Estás bien?” Susurró Aiden, que venía detrás de mí.
Tragué saliva. “Sí, sólo estoy muy cansada.” 
Solos nos mostró las habitaciones. Lea se instaló en la planta baja, junto con Marcus y Luke. Deacon agarró el desván cerca de la sala de recreación y el resto de nosotros fuimos a las habitaciones de arriba. Todo el mundo se acurrucó en pequeños grupos o, como Marcus, miró por una de las ventanas, pareciendo perdido en profundas reflexiones.
Aiden llevó mis maletas a un dormitorio con ambiente acogedor, de aspecto rústico y las colocó junto a la cama. Dándose la vuelta, nuestras miradas se encontraron. Desde el día en que me había ido con Seth no habíamos estado solos. El paseo en coche no contaba. Habíamos estado huyendo por nuestras vidas después de presenciar una tragedia. Besarse y tocarse no había estado en nuestras mentes.
En cierto modo la urgencia volvió en venganza.
Cruzó la distancia, ahuecando mis mejillas en sus manos. Sus dedos eran elegantes y callosos tras años de formación. Me encantaban sus manos. Él inclinó su cabeza hacia la mía, sus labios flotando a escasa distancia. “Más tarde”, prometió, y luego presionó sus labios contra los míos.
El beso fue suave y dulce, y demasiado rápido. Mis labios hormiguearon un rato después de que él abandonó la habitación. ¿Más tarde? ¿Cómo podría haber un ‘más tarde’ en una casa llena de personas? Me di una ducha caliente y dejé que el agua relajara mis músculos adoloridos, una vez que había descubierto la manera de utilizar los tres grifos de la ducha sin ahogarme.
Después, me puse una sudadera y le di a la cama una mirada anhelante mientras salía de la habitación. Tenía algo que hacer antes de descansar.
Lea estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas mientras miraba hacia abajo a su teléfono. Cuando llamé a la puerta abierta, levantó la vista. “Hey,” dije.
Ella me miró durante varios segundos que parecieron eternos y luego se aclaró la garganta.
“Le envié un mensaje a Olivia en Vail, le dije que estábamos bien.”
“¿Sabe qué va a hacer?” Me senté en la cama junto a ella, corriendo mis manos a través de la maraña húmeda que era mi pelo. Pensé en el mensaje de Caleb para ella. Con suerte, se lo daría pronto.
“No. Su mamá…” su voz se quebró y tragó. “Su madre está enloqueciendo. Creo que van a Nueva York.”
Pensé en mi padre, sintiendo que mi pecho se apretaba. ¿Volvería a verlo alguna vez? Entonces me sentí mal por pensar eso. Lea había perdido a toda su familia. “¿Estarán a salvo allí?”
El largo pelo cobrizo que había envidiado por años cubrió su cara mientras ella inclinaba la cabeza hacia abajo. “Ella cree que sí. Me lo hará saber una vez que su madre sepa más.”
Asentí con la cabeza, dejando caer las manos en mi regazo.
“Lea, siento mucho lo que sucedió.”
Ella tomó una bocanada de aire que hizo temblar todo su cuerpo.
“Ya hemos hablado de esto.”
“Lo sé.”
Lea levantó la cabeza. Sus ojos color amatista brillaron con lágrimas. “Sé que no es tu culpa. Lo que tu madre hizo o lo que… lo que Seth hizo. Cada muerte que he visto o cercana ha tenido que ver contigo. No son tu culpa, pero aun así sucedieron.”
Aparté la mirada, sintiendo el peso de los últimos diez meses asentándose sobre mí. Diez meses de muerte, empezando por mi madre en Miami, y sabía que aún no se había terminado. Con los dioses interviniendo como lo hacían, con mi cumpleaños mañana y con Seth allí afuera en busca de nosotros, no había terminado. Pero aun así lo que estaba sintiendo no se comparaba con lo que Lea estaba pasando.
“Y no puedo… no puedo mirarte sin ver todas esas caras,” Lea susurró. “Lo siento. No te culpo, pero yo… sólo no puedo mirarte ahora mismo.”
Asentí con la cabeza y me levanté.
“Lo siento mucho,” dije de nuevo. Era lo único que podía decir.
“Lo sé.”
Salir de su habitación no hizo que la culpa disminuyera. Meterme en la cama no hizo que nada de lo sucedido desapareciera. Y mi culpa no era como lo que había sentido después de la muerte de Caleb. Esto era como tener un niño que había hecho algo terrible y que todo el mundo me mirara, preguntándose adonde había salido todo mal. Culpable por asociación.
Me giré de lado, frente a la ventana. La nieve seguía cayendo fuera. La naturaleza estaba en su mejor momento porque era a la vez hermosa y mortal. Mirar la nieve borró de mi mente todo lo que estaba sucediendo, dejando una fina capa de estática hasta que el cansancio me venció.
Un beso ligero como plumas me despertó un poco más tarde. Abrí los ojos. Aiden me sonrió mientras su pulgar trazaba la forma de mi pómulo. “¿Qué estás haciendo?” Le pregunté adormilada. “¿Qué pasa si alguien te encuentra aquí?”
“Solos llevó a Deacon y a Luke a la tienda, ya que ha dejado de nevar un poco. Lea está descansando y Marcus le está echando un ojo a algunas cosas.” Se acurrucó a mi alrededor, encontrando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos. “Y creo que ya destapamos el pastel.”
Incliné mi cabeza hacia atrás, mis ojos buscando los suyos intensamente.
“¿Qué quieres decir?”
“Estamos en una casa llena de mestizos, con excepción de Marcus y mi hermano. A Deacon seguramente no le importa y Marcus…”
“Mi tío es un seguidor de las reglas,” susurré.
Aiden rozó con sus labios la punta de mi nariz. “Marcus lo sabe, Alex. No es ciego.”
“¿Él está bien con esto?”
“Yo no diría que está bien,” Aiden sonrió. “De hecho me golpeó cuando se dio cuenta.”
Me quedé mirando. “¿Qué?”
Él se rió entre dientes. “Sí, me dio un puñetazo en la cara cuando regresó de Nashville, dos veces.”
“Oh dios…” Apreté los labios para contener la risa. No era divertido, pero lo era.
“El primer golpe fue porque estabas con Seth y Lucian. El segundo fue después de que se dio cuenta de lo nuestro.”
“¿Cómo se enteró? Fuimos cuidadosos.” Y nosotros de verdad lo habíamos sido.
“Creo que era algo que venía sospechando desde hace un tiempo,” reflexionó. “Pero fue cuando te fuiste que él se dio cuenta. Creo que fui bastante transparente durante esos días.”
Quería aliviar las líneas de preocupación que habían aparecido en su frente. Habíamos hablado de mi tiempo en la casa de Lucian en el camino hasta acá y le aseguré una docena de veces o más que nadie me había hecho daño allí, pero él todavía seguía molesto. Al igual que cuando había muerto, era algo que permanecería con Aiden.
“¿Qué te dijo?” pregunté finalmente.
“No creo que quieras saberlo. Fue una de las pocas veces que he escuchado a Marcus maldecir.”
Sonreí bajando la mejilla de nuevo a la almohada. Los dioses sabían que yo estaba muy familiarizada con Marcus cuando estaba enojado. “No pareces demasiado preocupado porque lo sepa.”
“No lo estoy. En estos momentos hay… problemas más apremiantes en los cuales centrarse.”
¿No era esa la verdad? “Una parte de mí desea que nunca llegue el día de mañana.”
Él besó la parte superior de mi cabeza.
“Todo va a estar bien, Alex.”
“Lo sé.” Cerré los ojos y me acurruqué con él. “Es sólo que no sé qué esperar, ¿sabes? ¿Voy a amanecer convertida automáticamente en una patea-traseros o algo? ¿O accidentalmente volaré a las personas con Akasha?” ¿O me conectaría con Seth? Eso ni lo quería poner en palabras.
“Pase lo que pase seguirás siendo Alex… seguirás siendo agapi mou, mi vida. Sólo… no vuelvas a asustarme como lo hiciste hoy, ¿de acuerdo? Todavía estamos en esto juntos.”
“¿Hasta el final?”
“Hasta el final,” susurró.
Unas malditas lágrimas corrieron a mis ojos. Me comportaba como una niña, pero esas palabras eran perfectas, lo que necesitaba oír. “Hagamos planes otra vez. Me gustó eso.” Mis cejas se levantaron cuando él se echó a reír de nuevo. “¿Qué?”
“Es que tú eres la última persona que planea algo.”
Sonreí porque tenía un punto.
“Pero me gustan este tipo de planes.”
“Está bien.” Movió el pulgar a lo largo del interior de la palma de mi mano. “He estado pensando sobre el futuro… nuestro futuro.”
Me encantó el sonido de ese ‘nuestro futuro’. Cuando Aiden lo decía parecía posible. “¿Qué se te ocurrió?”
“Es más algo que he decidido.” Sacó su mano libre y me alisó el pelo. “Digamos que todo se calma con la compulsión, ¿de acuerdo?”
No era probable, pero asentí.
“No quiero quedarme en nuestro mundo.”
Cogí su mano, bajándola adonde mi corazón latía con fuerza mientras me retorcía en su abrazo. “¿Qué? ¿Qué quieres decir?”
Sus gruesas pestañas protegieron sus ojos. “Si nos quedamos en este mundo, el mundo de los Hematoi, no podremos estar juntos. Habrán algunos a los que no les importará, pero… es demasiado riesgoso, aunque nos las apañemos para ser asignados a la misma área.”
El aire dejó mis pulmones mientras lo miraba fijamente.
“Pero si te vas nunca más podrás ser un Centinela, y lo necesitas.”
Levantó la vista, mirándome a los ojos.
“Sí lo necesito. Ser un Centinela es importante para mí, pero no es mi mundo, mi vida, ni mi corazón. Tú lo eres. Y te quiero en mi vida, realmente en mi vida. Es la única manera.”
De repente me entraron ganas de llorar. Otra vez. Ni siquiera podía formar una palabra coherente, y sabía que él podía sentir mi corazón golpeando contra su palma pero no me importó.
Aiden se inclinó, rozando sus labios sobre los míos. “Te amo, Alex. Daría todo por ti, y sé que has estado pensando en ello, también, pero depende de ti.”
¿Podría renunciar a… esta inherente necesidad de ser una Centinela? ¿Podría dejar de lado el deseo impulsado por años de tener un deber arraigado en mí, y la necesidad de alguna manera de compensar lo que le pasó a mi madre?
Dejar este mundo requería adaptarme de nuevo en el mundo de los mortales, algo que había hecho durante tres años y en lo que apestaba. Viejos temores aumentaron en ese momento: años sin encajar, de ser siempre la freak, pasaron ante mí. Los mortales, en su mayor parte, estaban naturalmente incómodos y al mismo tiempo atraídos a nosotros. Era difícil estar cerca de ellos, siempre fingiendo.
Pero había estado pensando en un futuro que no incluía al Covenant o ser una Centinela. Nunca pensé que podría ser posible, pero cuando miré a Aiden a los ojos y vi sólo amor -amor por mí- supe que podía hacerlo. Podríamos hacerlo juntos. Aiden valía la pena. Nuestro amor lo valía. Vivir como una mortal me había ahogado antes, pero ahora podría proporcionar el tipo de libertad que anhelaba. Y juntos, nada parecía imposible.
Inclinando la cabeza, me encontré con su mirada plateada. Siempre me daba cuenta de lo que Aiden estaba sintiendo por el color de sus ojos y ahora mismo estaba arriesgándolo todo, y aun así dejándome elegir.
“Sí. Podría hacerlo,” le susurré. “Lo haría.”
Un estremecimiento sacudió el cuerpo de Aiden. “Casi temía que dijeras que no.”
Con ojos llorosos, ahuequé su mejilla. Su barba rozó mi mano. “Nunca podría decirte que no, Aiden. No es que desee hacerlo. Pero… pero ¿qué pasará con Deacon y Marcus? ¿Cómo podemos hacerlo?”
“Creo que podrían saberlo. Podemos confiar en ellos.”
Habían muchos ‘¿y si…?’ en este plan. ¿Cómo podríamos escapar del Covenant y de la sociedad que probablemente estaría muy poco dispuesta a dejar que ninguno de los dos se fuera? Necesitamos un plan, uno bueno para siquiera tener la oportunidad, pero en ese momento, la idea en sí me inundaba de calor y mucha esperanza. Y la esperanza era algo frágil pero me hacía seguir adelante.
Aiden bajó la cabeza, trayendo su boca a la mía. Hizo un sonido en la parte posterior de su garganta mientras el beso se hacía más profundo. El tentativo toque dio paso a algo infinitamente mayor. Cuando rodó su cuerpo, ajustándolo contra el mío como una cálida manta, mi corazón tronó. Estaba sintiendo mucho y no lo suficiente… nunca era suficiente. Había un anhelo, devastador y crudo, que nunca desaparecería. Perdí la noción de las manos de Aiden y de cuántas veces nos besamos mientras nuestros cuerpos se movían, y en aquellos momentos, finalmente encontramos una manera de detener el tiempo.

Posts relacionados: