Covenant #3: Deity, de Jennifer Armentrout. CAPÍTULO 34 (ÚLTIMO) en español.
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CAPÍTULO 34
(Último capítulo)
Traducido por Melody
No pude haberlo oído bien. De ninguna manera. “¿Qué?”
Apolo se giró hacia la ventana. “Tendrás que matarlo, Alexandria. Como un Apollyon serás capaz de hacerlo.”
La idea de asesinar a Seth me horrorizó y enfermó. De ninguna manera podía hacer eso. Moví mi mano por mi rostro, sintiendo nauseas. “No puedo hacer eso.”
“¿No puedes?” Lea me miró, sus ojos brillando en la luz. “¡Él asesinó a mi hermana, Alex! Asesinó a esos miembros del Concejo.”
“Lo sé, pero eso… no es su culpa. Lucian retorció su mente.” Y él dudó antes de matar al Concejo. Lo vi. Por un momento, el Seth que yo conocía no quiso hacerlo, pero luego… pareció emocionado. “No fue su culpa.”
Y sonó como si estuviera tratando de convencerme a mí misma.
Los labios de Lea se apretaron. “Eso no significa que lo que hizo esté bien.”
“Lo sé, pero…” Pero no podía matar a Seth. Me senté pesadamente en la silla, mirando los restos del hombre araña. “Tiene que haber otra manera.”
“Sé que una parte de ti se preocupa por él,” dijo Apolo tranquilamente. “Fuiste… hecha para sentirte de esa manera. Una parte de él es tuya y viceversa, pero es la única manera.”
Encontré sus ojos por un largo segundo, y luego Apolo desvió la mirada. Una sombra cruzó su rostro. Un extraño, casi mal gusto brotó en la parte posterior de mi boca. “¿Hay otra manera, Apolo?”
“¿Acaso importa?” Lea golpeó sus manos contra la mesa, haciendo que yo saltara. “Necesita morir, Alex.”
Me estremecí.
“Lea,” dijo Marcus gentilmente.
“¡No! ¡No voy a callarme!” Se puso en pie de un salto, volviendo a la vida. “Sé que no parece justo, Alex, pero Seth asesinó a esas personas… a mi hermana. Y eso no fue justo.”
Mi garganta se cerró. Lea tenía un punto. No podía argumentar contra eso, pero ella no vio lo que yo vi… y ella no conocía a Seth. Aunque tal vez ni siquiera yo lo conocía.
“Y apesta,” continuó Lea. Sus manos cerradas en puños que temblaban. “Incluso pensaba que Seth era caliente, pero eso fue hasta que incineró a mi hermana. Te gusta. Eso es genial. Eres una parte de él. Increíble. Pero asesinó gente, Alex.”
“Entiendo eso, Lea.” Miré alrededor de la habitación, mi mirada deteniéndose en Aiden. “Todos siguen diciendo que hay esperanza. Tal vez podemos salvarlo. Y Artemis mencionó algo sobre el poder yendo en ambas direcciones. Tal vez hay algo sobre eso.”
Dolor brilló en sus ojos plateados, y entonces recordé sus palabras y lo que había comprendido. A veces tienes que saber cuándo dejar ir la esperanza.
Ella contuvo bruscamente el aliento mientras luchaba claramente por contener su ira y dolor. “Tú amabas a tu madre, ¿verdad? La amabas incluso después de que se convirtió en un daimon.”
“Lea,” Aiden interrumpió bruscamente.
“Pero tú sabías que ella necesitaba… necesitaba ser detenida,” se apresuró antes de que Aiden pudiera callarla. “Tú la amabas, pero hiciste lo correcto. ¿Cómo es esto diferente?”
Retrocedí de la mesa. Sus palabras eran como un golpe en el estómago porque eran ciertas. ¿Cómo era esto diferente? Hice lo correcto con mi madre, ¿por qué era tan difícil para mí entender por qué había que hacer esto ahora?
“Creo que es suficiente por hoy,” intervino Marcus.
Lea se mantuvo firme en su posición por unos segundos más, pero luego salió de la habitación. Una parte de mí quería ir tras ella y tratar de explicarse, pero tenía el suficiente sentido común para saber que eso no sería inteligente.
“Ahora mismo ella está sumergida en la oscuridad,” dijo Marcus. “Está herida. Tal vez más tarde entenderá que esto es duro para ti también.”
“No tanto como lo es para ella.” Eché mi cabello hacia atrás. “Sólo no puedo… la idea de matarlo me pone enferma. Tiene que haber otra manera.”
Apolo se deslizó hacia mí. “Todo esto… puede esperar. Hoy es tu cumpleaños, tu Despertar.”
“Sí, bueno, no sé qué ocurre con eso.” Miré las runas en mis manos. Brillaban débilmente. Nada había cambiado. “Me siento igual. Nada ha ocurrido.”
“¿Cuándo naciste?” Preguntó Apolo.
“Uh, el cuatro de marzo.”
Él arqueó una ceja. “¿Qué hora, Alexandria? ¿Cuál fue la hora de tu nacimiento?”
Apreté mis labios. “No lo sé.”
Una mirada dudosa cruzó el rostro de Apolo. “¿No sabes a qué hora naciste?”
“No. ¿La gente sabe eso?”
“Yo nací a las 6:15am,” dijo Aiden, tratando de esconder su sonrisa. “Deacon nació a las 12:55pm. Nuestros padres nos dijeron.”
Mis ojos se estrecharon. “Bueno, nadie me lo ha dicho… o lo olvidé.”
“¿Marcus?” Preguntó Apolo.
Él sacudió su cabeza. “No lo… recuerdo.”
“Está bien, obviamente no has llegado a la hora de tu nacimiento todavía.” Apolo se alejó de la ventana. “Creo que hemos tenido suficiente charla seria por el día. Es, después de todo, tu cumpleaños. Un tiempo de celebración, no de hacer planes para la batalla.”
Me estremecí.
“Estarás bien.” Apolo apoyó su mano en mi hombro y apretó. Eso era lo más cercano a un consuelo que recibiría alguna vez de Apolo, y por mí estaba bien. “No sientes el lazo desde donde estamos, así que él no puede conectarse contigo. Estarás bien.”
Continué observando el reloj. ¿Cuándo había nacido? No tenía idea. Eran casi las 8:30 de la noche, y ni una maldita cosa había ocurrido. ¿Tal vez estaba haciendo algo mal?
“Detente.” Aiden tomó mi mano, alejándola de mi boca. “¿Desde cuándo te muerdes las uñas?”
Me encogí de hombros. Estábamos sentados en un sofá en el pequeño invernadero. Fuera de la ventana parecía haber un paraíso invernal. La noche ya había caído y la luz de la luna se reflejaba en la intacta nieve que cubría el suelo y los árboles.
“¿Crees que soy débil?” pregunté.
“¿Qué?” Él tiró de mí de manera que estuviera en su regazo. “Buenos dioses, eres una de las personas más fuertes que conozco.”
Miré la puerta cerrada, pero luego pensé oh, qué demonios. Permitiéndome relajarme, descansé mi mejilla en su pecho y saqué la rosa de debajo de mi camisa. “No me siento muy fuerte.”
Aiden puso sus brazos a mi alrededor. “¿Por lo que todos estaban hablando hoy?”
Tracé con mis dedos los bordes de la rosa. “Lea tenía un punto, ¿sabes? Me enfrenté a mi madre, pero no puedo… hacer eso con Seth.”
“Apolo tenía razón.” Posó su mentón sobre mi cabeza. “Él es parte de ti. En cierto modo, es diferente de lo que ocurrió con tu madre.”
“Es diferente. Mi madre era un daimon y no existía manera de revertir eso.” Suspiré, cerrando mis ojos. Vi el rostro de Seth mientras le rogaba, la indecisión en sus ojos. “Él todavía está ahí, Aiden. Tiene que haber otra salida. Y creo que Apolo lo sabe, pero no nos la está diciendo.”
“Entonces hablaremos con Apolo. Él mencionó el oráculo, y tal vez algo ha cambiado.” Se movió ligeramente, y sentí sus labios en mi frente. “Pero si no existe otra salida…”
“Entonces tengo que enfrentarlo. Lo sé. Sólo quiero estar segura antes de que decidamos que él debe ser… asesinado.”
Aiden posó una de sus manos sobre la mía. “Tal vez tenemos que echarle un vistazo a este nuevo oráculo. ¿Quién sabe? Tal vez ella pueda decirnos algo, visiones o no.”
“Eso si es que podemos hacer que Apolo nos hable de ella.”
“Lo haremos.”
Le sonreí a Aiden. “Eres increíble.”
Él sonrió. “¿Qué te hace decir eso?”
“Sin duda eres el más… ¡au!” Siseé mientras liberaba mi mano de la suya. “Algo me picó.”
Se enderezó un poco y agarró mi muñeca. “Alex, estás sangrando.”
Pequeños pinchazos de sangre cubrían la parte superior de mi mano izquierda, pero eso no era lo que estaba mirando. Había un glifo azul tomando forma, formando algo que se veía como una nota musical.
Mi pulso latió con fuerza mientras me sentaba rápidamente, escaneando la habitación. Un reloj con forma de búho mostraba eran las 8:47pm. “Está ocurriendo.”
Aiden dijo algo, pero otra ráfaga de calor, dolor ardiente picó justo debajo de esa marca, y la sangre perló mi piel.
Me liberé de Aiden, mis piernas temblando mientras me paraba. “Oh mis dioses…”
“Alex…” Él se puso de pie, ojos muy abiertos. “¿Qué puedo hacer?”
“No lo sé. Yo no….” Di un grito ahogado cuando el dolor se disparó por mi brazo. Justo frente a mis ojos, más sangre apareció. Sólo pequeñas gotas, como si estuviera bajo una aguja tatuadora. “Oh dioses, las marcas… las marcas son como tatuajes.” Esto no había ocurrido con las otras marcas… las que Seth había traído por adelantado.
“Dioses.” Aiden acercó a mí, pero yo me alejé. Él tragó mientras mis ojos encontraron los suyos. “Alex, todo va a estar bien.
Mi corazón latía el doble de rápido. Terror puro inundó mi estómago. Las marcas estarían en todos lados una vez se completaran, y estaban llegando muy, muy rápido. Dolor se extendió por mi cuello, humedeciendo mi piel. Cuando llegó a mi rostro, grité y golpeé el suelo. De rodillas, me doblé, mis manos cerradas en puños en el aire alrededor de mis mejillas.
“Oh… oh hombre, esto va a explotar.” Luché por conseguir aire.
Aiden estaba a mi lado inmediatamente, sus manos tratando de alcanzarme pero sin entrar en contacto. “Sólo… respira profundo, Alex. Respira conmigo.”
Mi risa salió estrangulada. “No… no estoy teniendo un bebé, Aiden. Esto es…” Agudas picaduras de dolor recorrieron mi espalda, y grité de nuevo. Puse mis manos en el suelo, tratando de tomar una respiración profunda. “Está bien… está bien, estoy respirando.”
“Bien. Lo estás haciendo muy bien.” Aiden se acercó. “Lo sabes, agapi mou. Lo estás haciendo bien.”
Mientras mi espalda se arqueaba, no se sentía así. Preferiría enfrentar cien daimons hambrientos de éter más una legión de Instructores que esto. Lágrimas escaparon de mis ojos cuando la marcación continuó más abajo. Mis piernas cedieron, y con ayuda de Aiden, me acosté sobre mi estómago.
La puerta se abrió y escuché a Marcus. “¿Qué demon…? Oh, mis dioses, ¿está bien?”
Mi rostro dolía mucho por estar así pero la piel de mi espalda se sentía en carne viva. “Mierda…”
“Está Despertando,” dijo Aiden, su voz tensa.
“Pero la sangre…” Oí a Marcus acercarse. “¿Por qué está sangrando?”
Me acomodé sobre mi costado. “Estoy siendo tatuada por un gigante, hijo de…” Otro grito estrangulado cortó mis palabras mientras un tipo diferente de dolor se instalaba, moviéndose bajo mi piel. Era como un rayo corriendo por mis venas, friendo cada terminación nerviosa.
“Esto es… wow,” dijo Deacon, y abrí mis ojos. Había una completa audiencia en la puerta.
“¡Sácalos de aquí!” Grité, doblándome en el suelo. “¡Dioses, esto apesta!”
“Vaya,” oí murmurar a Deacon. “Esto es como ver a una chica dar a luz o algo así.”
“Oh mis dioses. Voy a matarlo.” Podía sentir las gotas de sangre estallando bajo mis pantalones. “Voy a golpearlo…”
“Váyanse todos,” dijo Aiden entre dientes. “Esto no es un maldito espectáculo.”
“Y creo que él es como el padre,” dijo Luke.
Aiden se puso de pie. “Fuera. De. Aquí.” Unos segundos después la puerta se cerró. Creí que estábamos solos hasta que escuché a Marcus hablar. “Ella es mi sobrina. Me quedo.” Lo oí acercarse. “¿Se… se supone que sea así?”
“No lo sé.” La voz de Aiden sonaba tensa, cerca del pánico. “¿Alex?”
“Está bien,” respiré. “Sólo… sólo no hablen. Ninguno…” Se movió hacia el frente, quemando mi piel. Me alcé, mis manos temblando.
Joder. No podía respirar. Todo era dolor. Iba a matar a Seth. Ni una vez me había dicho que el Despertar se sentiría así: como si la piel estuviera siendo cortada de mis huesos.
Mi cuerpo se dobló cuando otra oleada de dolor me recorrió. No recordaba haber golpeado el suelo o a Aiden poniéndome en su regazo, pero cuando abrí mis ojos, él estaba ahí, sobre mí. La piel en alguna parte, ya no estaba segura dónde, se incendió. Otra marca estaba siendo tatuada. No pude contener el llanto, pero cuando se escapó de mis labios, no era más que un gemido.
“Está bien. Estoy aquí.” Aiden alisó el cabello de mi frente húmeda. “Ya casi termina.”
“¿Sí?” Di un grito ahogado mientras lo miraba, apretando su mano hasta que sentí el rozar de sus huesos. “¿Cómo mierda lo sabes? ¿Has Despertado alguna vez? Hay algo…” Mi propio ronco, débil grito interrumpió mi diatriba. “Oh dioses, lo… lo siento tanto. No pretendía maldecirte. Es solo que…”
“Lo sé. Duele.” La mirada de Aiden se desplazó sobre mí. “No debe faltar mucho.”
Cerré con fuerza mis ojos mientras me doblaba contra Aiden. Sus gestos calmantes ayudaban a reducir algo del dolor. Me quedé inmóvil cuando una luz parpadeante brilló tras mis párpados. Un sonido llenó mis oídos y pude ver de repente el lazo azul tan claramente en mi cabeza.
Era como si hubieran encendido un interruptor.
Una estampida de información me llenó en un segundo. Miles de años de los recuerdos de los Apollyons llegaron a mí justo como Seth me había advertido que harían. Como una descarga digital, no pude seguir el paso. Las palabras estaban en un lenguaje diferente, uno que Aiden hablaba hermosamente. El conocimiento de cómo nacía el Apollyon me llegó, igual que la naturaleza de los elementos y del quinto y último. Imágenes parpadeaban y luego desaparecían, sobre todo batallas ganadas y ahora perdidas. Vi -sentí- el Akasha pasar por las venas de alguien por primera vez, incendiando y destruyendo. Salvando todas esas vidas. Y los dioses… los vi a través de los ojos de los Apollyons pasados. Había una relación ahí, tensa y llena de mutua desconfianza pero la había… y luego la vi. Supe que era Solaris, lo sentí en lo más profundo.
La vi entregando a un hermoso niño, alzando sus manos mientras susurraba palabras, palabras muy poderosas. Salía Akasha de ella y supe en un instante que había entregado al Primero. No para matarlo, porque había infinito amor en sus ojos, sino para subyugarlo, para detenerlo. Jadeé al entenderlo pero los años pasaron hasta llegar al Primero… al Primero.
El lazo estaba chasqueando, pasando a través del tiempo y la distancia, buscando, siempre buscando. No podía detenerlo, no sabía cómo. Un brillo de color ámbar lo cubría todo. Un rostro brumoso entró en foco en un estallido de luces arremolinadas. El arco natural de sus cejas doradas, el ladeo travieso de sus labios y la inclinación de sus pómulos me eran dolorosamente familiares. No sabía dónde estaba. No debería estar ahí. Estábamos demasiado alejados.
Pero al final del lazo vi a Seth y lloré.
Supe en un instante que la distancia entre nosotros no había significado nada para el lazo. Quizás había disminuido nuestra habilidad de sentirnos pero no pudo evitar esto. No con las cuatro marcas, no cuando había tomado de mi propio poder. Y supe también que Seth había planeado esto… sólo en caso de que huyera.
Un pulso de luz pasó por el lazo y lo sentí -a él- traspasando mis barreras, llenándome, volviéndose parte de mí. Sólo duró un segundo: un segundo y estaba rodeada por él. Yo era él. No había yo en esto, no había espacio. Todo se trataba de él, siempre había sido así.
Ya no podía respirar. Él estaba ahí, bajo mi piel, su corazón latiendo junto al mío. Sus pensamientos estabas mezclados con los míos hasta el punto en que todo lo que podía escuchar era a él.
Abrió sus ojos. Una luz que no había estado ahí nunca antes brillaba tras ellos.
Seth sonrió.
La luz crepitó y parpadeó y el mundo se deshizo.
Estaba temblando… no. Me estaban sacudiendo. El dolor cedió lentamente, dejando un crudo pinchazo que cubría cada centímetro de mi piel. Eso, también, se desvaneció mientras mi cuerpo era mecido de adelante a atrás. Había voces zumbando en un segundo plano, eclipsando unas palabras calmantes que alguien susurraba.
Respiré profundo por lo que se sentía como la primera vez. Había tanto en el aire a mi alrededor. El perfume de un pino manchado en los bordes. La punta de mi lengua sabía a especias y sal marina.
“Agapi mou, abre tus ojos y háblame.”
Mis ojos se abrieron. Todo… todo parecía diferente, más agudo y magnificado. Las luces eran deslumbrantes y los colores brillaban en ámbar. Me centré en el hombre que me acunaba. Ojos del color de la plata fundida me miraban fijamente. Se abrieron como platos, las pupilas dilatadas. Shock llenó sus facciones.
“No.” Esa única palabra parecía haber salido de las profundidades del alma de Aiden.
Un estallido llenó la habitación. Pasos se acercaron. Las sombras se hicieron claras, una brillando más que la otra.
Apolo miró por encima del hombro de Aiden y maldijo. “Suéltala, Aiden.”
Sus brazos se apretaron, en cambio, abrazándome a su pecho. Hasta el final, pensé… estúpidamente valiente y leal hasta el final…
“Suéltala ya.” Una puerta se cerró en alguna parte detrás del dios brillante. “Está conectada con el Primero.”
El Primero, mi razón de existir. Mío. Mi otra mitad. Estaba aquí, esperando. Ya dentro de mí, viendo lo que yo veía, susurrándome, prometiéndome que vendría. Seth. Mío.
Y todos iban a morir.
Sonreí.