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CAPÍTULO 1: Un terrible escándalo

 

Declaración: esta es una traducción no oficial sin ánimo de lucro. Si saben inglés, les sugiero leer el original que publicó CC o el libro completo.

Casarse el lunes por la salud,
El Martes por la riqueza,
El Miércoles por ser el mejor día de todos,
El Jueves por las cruzas,
El Viernes por las pérdidas,
y El sábado sin ninguna suerte en absoluto.

—Rima Folclórica

“Diciembre es un momento imprevisible para un matrimonio”, dijo la costurera, que habló en torno a su boca llena de alfileres con la facilidad de años de práctica. “Como se suele decir: ‘cuando las nieves de diciembre caen rápidamente, cásate, y el verdadero amor durará’.” Ella colocó el alfiler final en el vestido y dio un paso atrás. “Ya está. ¿Qué te parece? Es el modelo de uno de los diseños del mismísimo Worth”.

 

Tessa miró su reflejo en el espejo de cuerpo entero de su habitación. El vestido era de seda de un profundo dorado, como era la costumbre de los cazadores de sombras, que creían que el blanco era el color del luto, y ella no quería casarse con él, a pesar de que la Reina Victoria haya establecido la manera de hacer precisamente eso. El encaje subía por el corpiño bien ajustado y caía por las mangas.


“¡Es una maravilla!” Charlotte le dio una palmada y se inclinó hacia delante. Sus ojos marrones brillaban con deleite. “Tessa, el color se ve tan bien en ti.” Tessa se giró y retorció frente al espejo. El dorado ponía un poco de color más del necesario— en sus mejillas. El corsé con forma de reloj de arena resaltaba todas las partes que ella que debían ser curvas, y el ángel mecánico alrededor de su garganta la consolaba con su tic-tac. Debajo de ella colgaba el colgante de jade que Jem le había dado. Había alargado la cadena para poder usarlos ambos a la vez, no estaba dispuesta a desprenderse de cualquiera.

 

“No crees que, tal vez, ¿que el encaje es demasiado adorno?”

 

“¡De ninguna manera!” Charlotte se echó hacia atrás, con una mano apoyada protectoramente, inconscientemente, sobre su vientre. Ella siempre había sido demasiado delgada, de verdad ahora que ella iba a tener un hijo iba a necesitar realmente un corsé, ella había tomado los vestidos de té desgastados, en los que se veía como un pajarito. “Es el día de tu boda, Tessa. Si alguna vez hay una excusa para el adorno excesivo, es esta. Sólo imagínalo”.

 

Tessa había pasado muchas noches haciendo precisamente eso. Todavía no estaba segura de que ella y Jem se casarían, pues el Consejo seguía deliberando su situación. Pero cuando ella se imaginaba la boda, era siempre en una iglesia, en la que marchaba por el pasillo, tal vez del brazo de Henry, sin mirar ni a la izquierda ni a la derecha, solo al frente a su prometido, como una novia adecuada debería. Jem quizás usando traje no del tipo para la lucha, pero diseñado especialmente, a la manera de un uniforme militar, para la ocasión: negro con franjas de oro en las muñecas, y runas doradas recogidas a lo largo del cuello y tapeta.

 

El luciría tan joven. Los dos eran muy jóvenes. Tessa sabía que era inusual casarse a los diecisiete y dieciocho años, pero para ellos estaba corriendo un reloj.

 

El reloj de la vida de Jem, antes de que esta acabara.

 

Se llevó la mano a la garganta, y sintió la familiar vibración de su ángel mecánico, sus alas rascándole la palma.

 

La costurera la miró con ansiedad. Ella era mundana, no Nephilim, pero tenía la visión, como todos los que servían a los Cazadores de Sombras la tenían. “¿Le gustaría remover el encaje, señorita?”

 

Antes de que Tessa pudiera responder, se oyó un golpe en la puerta y una voz familiar.

 

“Es Jem. Tessa, ¿estás ahí?” Charlotte se paró de golpe.

 

“¡Oh! Él no puede que ver tu vestido!”

 

Tessa la miro atónita. “¿Por qué no?”

 

“¡Es una costumbre de los cazador de sombras mala suerte!” Charlotte se puso en pie. “¡Rápido! ¡Escóndete detrás del armario!”

 

“¿El armario? Pero” Tessa se interrumpió con un grito pues Charlotte se apoderó de ella y tomándola de alrededor de la cintura la arrastro hasta detrás del armario como un policía con un criminal particularmente resistente.

 

Liberada, Tessa sacudió el polvo de su vestido e hizo una mueca a Charlotte, y ambas vieron por entremedio de los muebles como la costurera, después de una mirada desconcertada, abría la puerta.

 

La cabeza plateada de Jem apareció por el espacio. Se veía un poco despeinado, y con su chaqueta torcida. Miró a su alrededor con perplejidad antes de fijar su mirada iluminada en Charlotte y Tessa, media oculta detrás del armario.

 

“Gracias a Dios”, dijo. “No tenía ni idea de dónde todos ustedes se habían metido. Gabriel Lightwood esta abajo, y está haciendo un escándalo terrible”.

“Escríbeles, Will,” dijo Cecily Herondale. “Por favor. Sólo una carta.”

 

Will arrojó su cabello oscuro empapado de sudor hacia atrás y la miró. “Mantén los pies en tu posición”, fue todo lo que dijo. Señaló, con la punta de su daga. “Allí, y allí”.

 

Cecily suspiró y movió los pies. Sabía que estaba fuera de posición, lo había estado haciendo de forma intencionada para provocar a Will. Era fácil provocar a su hermano. Eso lo recordaba desde que él tenía doce años de edad. Incluso entonces al atreverse a hacer algo, como subir el empinado tejado de su casa solariega, había dado lugar a la misma cosa: un enojado fuego azul en sus ojos, la mandíbula apretada y al final algunas veces Will con una fractura en la pierna o en el brazo.

 

Por supuesto, este hermano, el casi adulto Will, no era el hermano que recordaba de su infancia. Había crecido mucho y era más explosivo y distante. Tenía toda la belleza de su madre, y la obstinación y terquedad de su padre; y temía que también la propensión de él por los vicios, por lo que había adivinado sólo por los rumores entre los ocupantes del Instituto. “Levanta tu espada,” dijo Will. Su voz era tan fría y profesional como la de su institutriz.

 

Cecily la levantó. Le había tomado un poco de tiempo acostumbrarse a la sensación del equipo contra su piel: la túnica suelta y pantalones, el cinturón alrededor de su cintura. Ahora se podía mover tan cómodamente como nunca con un flojo camisón. “No entiendo por qué no consideras escribirles una carta. Una sola carta”.

 

“Yo no entiendo por qué no consideras volver a casa” Dijo Will. “Si estuvieras de acuerdo en volver a Yorkshire por ti misma, podrías dejar de preocuparte por nuestros padres y podrías arreglar

 

Cecily le interrumpió, habiendo oído este discurso una y mil veces. “¿Estarías dispuesto a hacer una apuesta, Will?”

 

Cecily estuvo complacida y a la vez un poco decepcionada al ver la chispa en los ojos de Will, justo como su padre siempre lo hacía cuando le sugerían una apuesta de caballeros. Los hombres eran tan fáciles de predecir. 

 

“¿Qué clase de apuesta?” Will dio un paso hacia adelante. Llevaba el equipo de lucha; Cecily podía ver las marcas en sus muñecas entrelazadas, la runa mnemosyne en su garganta. Le había tomado un poco de tiempo ver las marcas como algo más que borrones, pero estaba acostumbrándose a ellas ahora, como se había acostumbrado al traje de lucha, a los grandes salones del Instituto que hacían eco, así como a sus peculiares habitantes.

 

Señaló la pared frente a ellos. Un blanco antiguo había sido pintado en la pared en negro: una diana dentro de un círculo más grande. “Si le doy al centro tres veces, tu tienes que escribirles una carta a papá y mamá y decirles cómo estas. Debes hablarles de la maldición y de por qué te fuiste.”

 

La cara de Will tenia la expresión cerrada de una puerta, de la misma forma igual que siempre que le hacia esta petición. Pero, “Nunca le has dado tres veces sin perder, Cecy”.

 

“Bueno, entonces no debería preocuparte hacer la apuesta, William.” Ella usó su nombre completo a propósito. Sabía que le molestaba viniendo de ella, aunque no cuando su mejor amigono, su parabata lo hacía; había aprendido desde su llegada al Instituto que estas cosas eran muy diferentes—. Cuando él lo hacía Will parecía tomárselo como un término de cariño. Posiblemente era porque todavía tenía recuerdos de sus primeros pasos con sus regordetas piernas llamando a Will, Will, después de quedar sin aliento en Galés. Nunca lo había llamado “William”, sólo  “Will” o su nombre galés, Gwilym.

 

Entrecerró los ojos, esos ojos de color azul oscuro del mismo color que los suyos. Cuando su madre le había dicho cariñosamente que Will sería un rompedor de corazones cuando fuera mayor, Cecily la había mirado dudosa. Will había sido todo brazos y piernas y luego flaco, desaliñado y sucio siempre. Podía verlo ahora, sin embargo, lo había visto cuando ella había entrado por primera vez en el comedor del Instituto, cuando él se había levantado con asombro, y ella había pensado: ese no puede ser Will.

 

Había fijado sus ojos sobre los de él, iguales a los de su madre, y había visto la ira en ellos. Él no había estado feliz al verla, no del todo. Y donde en sus recuerdos había sido un chico flaco con una maraña salvaje de pelo negro como el de un gitano y con hojas en la ropa, había ahora este hombre alto, aterrador en su lugar. Las palabras que ella había querido decir se habían disuelto en su lengua, y ella le había desafiado, mirada feroz a mirada feroz. Y así había sido desde entonces: apenas soportaba su presencia como si fuera una piedra en su zapato, una molestia constante, pero menor.

 

Cecily respiró hondo, levantó la barbilla y se preparó para lanzar el primer cuchillo. Will no lo sabía, nunca sabría de las horas que había pasado en esta habitación, sola, practicando, aprendiendo a equilibrar el peso del cuchillo en la mano, descubriendo que un buen tiro del cuchillo comenzaba por detrás del cuerpo. Sostuvo ambos brazos hacia abajo y luego movió su brazo derecho detrás de la cabeza. Antes de lanzarlo, llevo el peso de su cuerpo hacia adelante. La punta del cuchillo estaba en línea con el objetivo. Ella se relajo y llevo la mano hacia atrás, aspirando en un jadeo.

 

El cuchillo se clavo, punta abajo en la pared, exactamente en el centro de la diana.

 

“Uno”, dijo Cecily, dando a Will una sonrisa de superioridad.

 

Él la miró fríamente, saco el cuchillo de la pared, y se lo entregó otra vez.

 

Cecily lo lanzó. El segundo lanzamiento, al igual que el primero, voló directamente hacia su objetivo y se clavo allí, vibrando como un dedo burlón.

 

“Dos”, dijo Cecily en tono sombrío.

 

Will apretó la mandíbula cuando tomó el cuchillo de nuevo y se lo pasó. Ella lo tomó con una sonrisa. La confianza fluía por sus venas como sangre nueva. Sabía que podía hacerlo. Siempre había sido capaz de subir tan alto como Will, correr tan rápido, mantener la respiración tanto tiempo como él.

 

Ella tiró el cuchillo por tercera vez. Alcanzó su objetivo, y saltó en el aire, batiendo palmas, olvidándose de sí misma por un momento en la emoción de la victoria. Su pelo cayó de las horquillas y se derramó en el rostro. Ella lo empujó hacia atrás y sonrió a Will. “Deberás escribir esa carta. ¡Estuviste de acuerdo con la apuesta!”

 

Para su sorpresa, él le sonrió. “Oh, voy a escribirla”, dijo. “Voy a escribirla, y luego voy a arrojarla al fuego.” Él levantó una mano en un arrebato de indignación. “Dije que la escribiría. Nunca dije que la enviaría.”

 

El aliento de Cecily salió de ella en un jadeo. “¡¿Cómo te atreves a engañarme de esa manera?!”

 

“Te dije que no estas hecha para ser Cazador de Sombras, o no serías tan fácil de engañar. Nno voy a escribir una carta, Cecy. Va contra la ley, y ese eso es todo.”

 

“¡Como si te preocuparas por la ley!” Cecily pisoteó el suelo e inmediatamente se molestó más que nunca, ya que detestaba a las niñas que pisoteaban con sus pies.

 

Will entrecerró los ojos. “A ti no te importa ser un cazador de sombras. ¿Cómo es esto? Voy a escribir una carta y dártela a ti solo si te comprometes a entregarla en casa tú misma y no volver.” Cecily retrocedió. Ella tenía muchos recuerdos de peleas a gritos con Will, de las muñecas de porcelana que había tenido y que él había roto dejándolas caer por una ventana desde el ático, pero también había bondad en sus recuerdos el hermano que le había vendado la rodilla herida o había atado sus cintas para el cabello cuando se le habían aflojado. Esa bondad estaba ausente en el Will que estaba delante de ella. Su Mamá lloró durante los primeros dos años después de que Will se fuera. Le había dicho, sosteniendo a Cecily contra ella, que los Cazadores de Sombras tomarían todo el amor en él. ‘Gente fría’, le había dicho a Cecily, un pueblo que había prohibido su matrimonio con su esposo. ¿Qué podría querer de ellos, su Will, su pequeño?

 

“No voy a ir,” dijo Cecily, mirando fijamente a su hermano hacia abajo. “Y si tu insistes en que debo hacerlo voy, yo voy a

 

La puerta del desván se abrió, y Jem se perfiló en el umbral. “Ah,” dijo, “Se amenazan entre sí, ya veo. ¿Esto ha estado sucediendo toda la tarde, o solo ahora?

 

“Él comenzó,” dijo Cecily, señalando con la barbilla a Will, aunque sabía que era inútil. Jem, el parabatai de Will, la trataba con la distante y dulce amabilidad reservada para las hermanitas de los amigos, pero él siempre estaba del lado de Will. Amablemente, pero con firmeza, ponía a Will por encima de todo los demás en el mundo.

 

Bueno, casi a todos. Ella había sido la más golpeada por Jem cuando llegó por primera vez al Instituto él tenía una belleza sobrenatural, inusual, con su cabello y ojos plateados  y facciones delicadas. Parecía un príncipe de un libro de cuentos de hadas, y ella podría haber considerado desarrollar un enamoramiento hacia él si no fuera tan y absolutamente claro que estaba totalmente enamorado de Tessa Gray. Sus ojos la seguían cuando caminaba, y su voz cambiaba al hablarle. Cecily había oído decir a su madre una vez con diversión que los hijos de sus vecinos miraban a sus chicas como si fueran “la única estrella en el cielo”, y esa era la forma en que Jem miraba a Tessa.

 

A Cecily no le molestaba: Tessa era agradable y amable con ella, aunque un poco tímida, y tenía el rostro siempre escondido en un libro, como Will. Si ese era el tipo de chica Jem quería, él nunca le habría convenidoy mientras más tiempo permanecía en el Instituto, más se daba cuenta lo incómodo que habría hecho las cosas con respecto a Will. Era ferozmente protector con Jem, y le había visto constantemente preocupado por no hacerle daño de ninguna manera. No, ella estaba mucho mejor fuera de todo eso.

 

“Yo estaba pensando en abrigar a Cecily y llevarla a darle de comer a los patos en Hyde Park,” dijo Will, echándose hacia atrás el pelo mojado y regalando a Jem una extraña sonrisa. “Me vendría bien tu ayuda”

 

“Desafortunadamente, es posible que tengamos que retrasar tus planes para un poco más tarde. Gabriel Lightwood está abajo, y tengo dos palabras para ti. Dos de tus palabras favoritas, al menos cuando se las pone juntas”.

 

“¿Absoluto idiota?” -preguntó Will. “¿Intruso sin valor?”

 

Jem sonrió. “Viruela Demoniaca’”, dijo.

 

 

Sophie tenía equilibrada la bandeja en una mano con la facilidad que le daba su extensa práctica, mientras llamaba a la puerta de Gideon Lightwood con la otra. Oyó el sonido de pies arrastrándose de forma apresurada, y luego la puerta se abrió. Gideon estaba delante de ella en pantalones con tirantes, y una camisa blanca enrollada hasta los codos. Sus manos estaban mojadas, como si acabara de recorrer rápidamente con sus dedos su cabello también húmedo. El corazón le dio un saltito dentro de su pecho antes de tranquilizarse. Y se obligó a fruncirle el ceño.

 

“Señor Lightwood,” dijo ella. “He traído los bollos que pidió, y Bridget hizo un plato de bocadillos también.” Gideon dio un paso atrás para permitir que ella entrara en la habitación. Era como todas las otras habitaciones en el Instituto: muebles pesados y oscuros, una gran cama con dosel, una ancha chimenea, y ventanas altas, que en este caso permitían ver el patio de abajo. Sophie podía sentir su mirada sobre ella mientras se movía por la habitación para colocar la bandeja en la mesa frente al fuego. Se enderezó y se volvió hacia él, con las manos cruzadas delante de su delantal.

 

“Sophie, —” comenzó a decir.

 

“Señor Lightwood,” le interrumpió ella. “¿Hay algo más que usted necesite?”

 

La miró mitad rebelde y mitad triste. “Me gustaría que me llamaras Gideon.”

 

“Ya se lo he dicho, no puedo llamarle por su nombre de pila”.

 

“Yo soy un cazador de sombras. No tengo un nombre de pila, Sophie, por favor.” Dio un paso hacia ella. “Antes de que me instalara en el Instituto, había pensado que estábamos en un buen camino para una amistad. Sin embargo, desde el día que llegué, has sido fría conmigo.”

La mano de Sophie se movió involuntariamente a su cara. Recordó al Maestro Teddy, el hijo de su antiguo empleador, y la manera horrible en que la atrapaba en rincones oscuros y apretaba sus brazos contra la pared, como arrastraba las manos bajo su corpiño, y le murmuraba al oído que sería mejor fuera más amable con él si sabía lo que era bueno para ella. El recuerdo la ponía enferma, incluso ahora.

 

“Sophie”. Los ojos de Gideon se arrugaron con preocupación en las esquinas. “¿Qué pasa? Si he hecho algo malo, por favor, por más pequeño que sea, dime qué puedo hacer para remediarlo

 

“No ha hecho nada malo, ni siquiera algo pequeño. Usted es un caballero y yo soy una sirvienta; llamarlo así sería una familiaridad. Por favor, no me haga sentir incómoda, señor Lightwood.».

 

Gideon, que tenía la mano media levantada, la dejó caer a su lado. Se veía tan desconsolado que el corazón de Sophie se suavizó. ‘Tengo todas las de perder, y él no tiene nada que perder’, se recordó. Era lo que se decía de noche, acostada en su estrecha cama, con el recuerdo de un par de ojos del color de la tormenta cerniéndose en su mente.

 

“Creía que éramos amigos”, dijo.

 

“No puedo ser su amiga”.

 

Él dio un paso adelante. “¿Que pasaría si yo te preguntara

 

“¡Gideon!” Era Henry, en la puerta abierta, sin aliento, vestido con uno de sus terribles chalecos con rayas verdes y naranjas. “Tu hermano está aquí. Abajo

 

Los ojos de Gideon se abrieron como platos. “¿Gabriel está aquí?”

 

“Sí. Gritando algo acerca de tu padre, pero no nos dirá nada más si tu no estas allí. Lo juro. Ven con nosotros”.

 

Gideon dudó, sus ojos moviéndose de Henry a Sophie, que trató de parecer invisible. “Yo …”

 

“Apresúrate, Gideon.” Henry raramente hablaba bruscamente, y cuando lo hacía, el efecto era sorprendente. “Está cubierto de sangre.”

 

Gedeón palideció, y cogió la espada que colgaba de un conjunto de clavijas dobles junto a su puerta. “Estoy en camino.”

 

 

Gabriel Lightwood se apoyó contra la pared interior de las puertas del Instituto, sin su chaqueta, la camisa y los pantalones empapados de escarlata. En el exterior, a través de las puertas abiertas, Tessa pudo ver el carruaje de Lightwood, con su escudo de llamas en el lado, dibujado al pie de la escalinata. Gabriel debió haber conducido hasta aquí él mismo.

“Gabriel”, dijo Charlotte con dulzura, como si estuviera tratando de domar a un caballo salvaje. “Gabriel, cuéntanos lo que pasó, por favor. “Gabriel alto y delgado, tenía el pelo castaño pegajoso por la sangrese frotó la cara, con los ojos desorbitados. Sus manos estaban manchadas de sangre también.

 

“¿Dónde está mi hermano? Tengo que hablar con mi hermano.”

 

“Él está viniendo hacia aquí. Envié a Henry a buscarlo, y Ciryl tiene listo el carruaje del el Instituto. Gabriel, ¿estás herido? ¿Necesitas un iratze?” Charlotte sonaba tan maternal como si este muchacho nunca la hubiera enfrentado desde detrás de la silla Benedict Lightwood, como si nunca hubiera conspirado con su padre para tomar el Instituto y quitárselo.

 

“Esa es una gran cantidad de sangre”, dijo Tessa, caminando hacia adelante. “Gabriel, no es toda tuya, ¿verdad?”

 

Gabriel la miró. Era la primera vez, pensó Tessa, que lo había visto comportarse sin ninguna compostura. Sólo había miedo en sus ojos aturdidos, miedo y confusión. “No… es de ellos

“¿De ellos? ¿De quién?” pregunto Gideon, corriendo por las escaleras, una espada en su mano derecha. Junto con él bajaba Henry, y Jem, y detrás de él, Will y Cecily. Jem se detuvo con un sobresalto, y Tessa se dio cuenta de que la había visto con su vestido de boda. Sus ojos se abrieron, pero los demás ya estaban presionándolo, y él fue llevado por los escalones como una hoja arrastrada por la corriente.

 

“¿Está padre herido?” Gideon siguió, deteniéndose ante su hermano. “¿Lo está?” Movió su mano y tomó el rostro de su hermano, ahuecando la barbilla de Gabriel y girándola hacia él. Aunque Gabriel era más alto, la mirada de alivio de un hermano menor fue clara al ver que su hermano estaba allí, pero se escuchó un atisbo de resentimiento en su tono urgente. “Padre…”, comenzó Gabriel. “Padre es un gusano”.

 

William se echó a reír. Estaba vestido como si acabara de salir de la sala de entrenamiento, con su cabello rizado húmedo contra las sienes. No estaba mirando a Tessa, pero ella se había acostumbrado a eso. Casi nunca la miraba, no a menos que tuviera que hacerlo. “Es bueno ver que has llegado a nuestro lado con esa visión de las cosas, Gabriel, pero esta es una forma inusual de anunciarlo.”

 

Gideon le dio a Will una mirada de reproche antes de volverse hacia su hermano. “¿Qué quieres decir, Gabriel? ¿Qué sucede con nuestro padre?”

 

Gabriel negó con la cabeza. “Él es un gusano”, repitió, con voz apagada.

 

“Lo sé. Ha traído la vergüenza sobre el nombre de los Lightwood, y nos mintió a los dos. Él avergonzó y destruyo a nuestra madre. Pero no tenemos que ser como él.”

 

Gabriel se apartó del abrazo de su hermano, sus dientes de repente apretados con una expresión enojada. “Tú no me estás escuchando”, dijo. “Es un gusano. Un gusano. Una cosa sangrienta como una serpiente grande. Desde que Mortmain dejó de enviar la medicina, ha estado empeorando. Cambiando. Esas llagas en sus brazos, comenzaron a cubrirlo. Sus manos, su cuello, ssu cara … ” Los ojos verdes de Gabriel buscaron a Will. “Fue la viruela, ¿no? Sabes todo sobre ella, ¿no? ¿No eres algún tipo de experto?”

 

“Bueno, no tienes que actuar como si lo hubiera inventado,” dijo Will, “sólo porque yo creía que existía. Hay relatos de historias de la antigüedad en la biblioteca”

 

“Viruela demoníaca?” dijo Cecily, su cara perdida en la confusión. “Will, ¿de qué está hablando?”

 

Will abrió la boca, y un sonrojo cubrió ligeramente sus pómulos. Tessa ocultó una sonrisa. Habían pasado semanas desde que Cecily había llegado al Instituto, y su presencia aún molestaba e incomodaba a Will. Él no parecía saber cómo comportarse en torno a su hermana menor, que no era la niña que recordaba, y cuya presencia era inoportuna, insistía. Y sin embargo, Tessa lo había visto seguir Cecily alrededor de una habitación con la mirada, con el mismo amor protector en su mirada con el que a veces miraba a Jem. Ciertamente, la existencia de viruela demoníaca  y cómo se adquiere era lo último que querría explicar a Cecily. “No es nada que tu necesites saber”, murmuró.

 

Los ojos de Gabriel se fijaron en Cecily, y sus labios se abrieron con sorpresa. Tessa podía ver lo llevaba Cecily puesto. Ambos padres de Will deben ser muy hermosos, pensó Tessa, por que Cecily era tan bonita como Will era guapo, con el mismo brillante pelo negro y sorprendentes ojos azul oscuro. Cecily miró valientemente hacia él, con una expresión curiosa. Debía estarse preguntando quién era este chico, que parecía no llevarse bien con su hermano.

 

“¿Está padre muerto?” Gideon preguntó, alzando la voz. “¿Tener viruela demoníaca lo mató?”

“No está muerto”, dijo Gabriel. “Cambiando. Lo está cambiado. Hace unas semanas se trasladó a nuestra casa en  Chiswick. Él no dijo por qué. Luego, hace unos días se encerró en su estudio. No quería salir, ni siquiera para comer. Esta mañana fui al estudio para tratar de despertarlo. La puerta había sido arrancada de sus bisagras. Había un … un rastro de un poco de materia viscosa que conducía por el pasillo. Lo seguí escaleras abajo y a los jardines.” Miró hacia la puerta de entrada ahora en silencio. “Se ha convertido en un gusano. Eso es lo que estoy diciendo.”

 

“Supongo que eso no es posible”, dijo Henry en el silencio. “Er, ¿lo pisaste?”

 

Gabriel lo miró con disgusto. “Busqué por los jardines. Encontré algunos de los sirvientes. Y cuando digo “encontré” algunos de ellos, quiero decir exactamente lo que digo. Habían sido arrancados enen pedazos.” Tragó saliva y miró las ropas ensangrentadas. “Escuché un sonido, un sonido agudo como aullido. Me volví y lo vi venir hacia mí. Un gran gusano como el dragón de la leyenda. Tenía la boca abierta, llena de dientes como dagas. Me volví y corrí hacia los establos. Se deslizó detrás de mí, pero salté sobre el carruaje y lo conduje a través de las puertas. La criaturapadreno me siguió. Creo que teme ser visto por la población en general “.

 

“Ah,” dijo Henry. “Demasiado grande para ser pisado, entonces.”

 

“No debería haber huido”, dijo Gabriel, mirando a su hermano. “debí haber resistido y combatido a la criatura. Tal vez se puede razonar con él. Quizás Padre está en alguna parte.”

 

“Y tal vez te habría mordido por la mitad”, dijo Will. “Lo que estamos describiendo, la transformación en un demonio, es la última etapa de la sífilis.”

 

“Will!” Charlotte alzó las manos. “¿Por qué no lo dijiste antes?”

 

“Tú sabes, los libros de viruela demoníaca están en la biblioteca,” dijo Will con un tono herido. “Nunca impedí que nadie los leyera.”

 

“Sí, pero si Benedict se iba a convertir en una enorme serpiente, uno pensaría que al menos podrías haberlo mencionado”, dijo Charlotte. “Como un asunto de interés general.”

 

“En primer lugar”, dijo Will, “Yo no sabía que iba a convertirse en un gusano gigante. La etapa final de la viruela del demonio es convertirse en un demonio. Podría haber sido de cualquier tipo. Segundo, se necesitan semanas para que la transformación tenga lugar. Hubiera pensado que hasta un idiota certificado como Gabriel se diera cuenta de la misma y notificara a alguien. “

 

“¿Notificara a quién?” preguntó Jem, no sin razón. Él se había acercado a Tessa mientras la conversación había continuado. Mientras estaban uno junto al otro, sus manos se rozaron.

“A la Clave. Al cartero. Nosotros. Cualquier persona,” dijo Will, disparando una mirada irritada a Gabriel, que estaba empezando a tomar un poco de color y lo miraba furioso.

 

“No soy un idiota certificado”

 

“La falta de certificación no prueba la inteligencia”, murmuró Will.

 

“Y cómo te dije, padre se encerró en su estudio la semana pasada”

 

“¿Y no se te ocurrió hacer de eso una noticia?” dijo Will.

 

“Tú no conoces a nuestro padre”, dijo Gideon en un tono de voz plano se utilizaba a veces cuando la conversación sobre su familia era inevitable. Se volvió hacia su hermano y puso sus manos sobre los hombros de Gabriel, hablando en voz baja en un tono moderado que ninguno de ellos podía oír.

 

Jem, junto a Tessa, enganchó su dedo meñique alrededor del de ella. Fue un gesto habitualmente afectuoso, al que Tessa se había acostumbrado a lo largo de los últimos meses, lo suficiente como para que a veces le tendiera la mano sin pensar cuando estaba de pie junto a ella. “¿Ese es tu vestido de novia?” le preguntó en voz baja.

 

Tessa se salvó responder por la aparición de Bridget, vestida con el equipo, y Gideon repentinamente se volvió a los demás y dijo: “Chiswick. Tenemos que ir. Gabriel y yo, si nadie más.”

 

“¿Ir solos?” Tessa dijo,  se había sorprendido lo suficiente como para hablar sin que fuera su turno. “Pero ¿por qué no llamas a otras personas para acompañarlos—?”

 

“La Clave”, dijo Will, con sus afilados ojos azules. “No quiere que la Clave se entere de su padre.”

 

“¿En serio?” Gabriel dijo con vehemencia. “¿Y si fuera tu familia?” Su labio se curvó. “No importa. No es como si tú supieras el significado de la lealtad”

 

“Gabriel”. La voz de Gideon era una reprimenda. “No le hables a Will de esa manera.”

 

Gabriel lo miró sorprendido, y Tessa no podía culparlo. Gideon sabía acerca de la maldición de Will, de que esta era la causa de su hostilidad y modales bruscos, como todos en el Instituto sabían, pero la historia era privada para ellos, y nadie fuera del Instituto había sido informado.

 

“Vamos a ir con ustedes. Por supuesto que vamos a ir con ustedes,” dijo Jem, soltando la mano de Tessa y dando un paso adelante. “Gideon, nos hiciste un favor. No lo hemos olvidado, ¿verdad, Charlotte?”

 

“Por supuesto que no,” dijo Charlotte, volviéndose. “Bridget, el equipo—”

 

“Convenientemente ya tengo preparado el equipo”, dijo mientras Will como Henry se quitó el abrigo y lo cambió por una chaqueta de lucha y un cinturón con armas; Jem hizo lo mismo, y de repente la entrada estaba llena de movimiento —Charlotte hablando en voz baja con Henry, con su mano flotando justo por encima de su estómago. Tessa desvió su mirada del momento privado y vio una cabeza oscura inclinada junto a otra de color claro. Jem estaba al lado de Will dibujando con su estela, trazando una runa en un lado de la garganta de Will. Cecily miró a su hermano y frunció el ceño.

 

“Yo también estoy lista para la lucha”, anunció. Will levantó la cabeza, haciendo que Jem protestara lanzara un sonido de molestia.

 

“Cecily, absolutamente no.”

 

“No tienes derecho a decirme sí o no”. Sus ojos brillaron. “Voy a ir”

 

Hizo un gesto con la cabeza hacia Henry, quien se encogió de hombros como disculpándose. “Ella tiene derecho. Ha entrenado durante casi dos meses”

 

“¡Es una niña!”

 

“Tú hacías lo mismo a los quince años,” dijo Jem en voz baja, y Will se giró hacia él. Por un momento, todo el mundo pareció contener la respiración, incluso Gabriel. La mirada de Jem se mantenía en la de Will, de manera constante, y no por primera vez, Tessa sintió que había un sentido de palabras no dichas que pasaba entre ellos.

 

Will suspiró y entrecerró los ojos. “Ahora Tessa va a querer venir también.”

 

“Por supuesto que yo voy,” dijo Tessa. “Puede que no sea una cazadora de sombras, pero yo también he entrenado. Jem no ira sin mí.”

 

“Estás en tu vestido de novia,” Will protestó.

 

“Bueno, ahora que todos lo han visto, no me es posible que lo lleve para casarme,” dijo Tessa. “Mala suerte, ya saben.”

 

Will gruñó algo ininteligible en galés, pero claramente tenía el tono de un hombre derrotado. Al otro lado del cuarto Jem le dio a Tessa una leve sonrisa, una sonrisa preocupada. Entonces la puerta del instituto se abrió, dejando entrar el resplandor del sol de otoño. Cyril estaba en el umbral, sin aliento.

 

“El segundo carruaje ya está listo”, dijo. “¿Entonces, quién va a venir?”

Para: Cónsul Josiah Wayland 
De: El Consejo
Querido señor:
Como usted sin duda sabe, su mandato como cónsul, después de diez años, está llegando a su fin. Ha llegado el momento de nombrar a un sucesor.
En cuanto a nosotros, estamos considerando seriamente el nombramiento de Charlotte Branwell, de soltera Fairchild. Ella ha hecho un buen trabajo al frente del Instituto de Londres, y creemos que ella tiene su probación, como fue nombrada por usted después de la muerte de su padre.
Como su opinión y estima tienen un valor muy alto para nosotros, se agradece cualquier idea que pueda tener al respecto.
Suyo con la más alta consideración,
Victor Whitelaw, inquisidor, en nombre del Consejo.

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